La escritora Elsa López.
La escritora Elsa López.

Elsa López, escritora: “Los jóvenes vitorean 40 años de injusticia al gritar el nombre de Franco"

La autora repasa cómo vivió la muerte del dictador y como la Transición fueron años gloriosos que han quedado empañados con los movimientos ultras actuales

ariadna

Cincuenta años después de la muerte de Francisco Franco, la escritora canaria Elsa López revive aquel 20 de noviembre de 1975 como un día en el que la esperanza inundó su corazón, el de sus amistades y el de muchas otras personas que vieron en el fallecimiento del dictador, el fin de la represión y la luz hacia la libertad. 

Poder leer, escribir y, sobre todo, vivir sin esconderse y “sin recibir palos” por ello fue mágico. El camino de la Transición vislumbró años gloriosos, recuerda López. No obstante, con los años, no todo se ha tornado a la luz que se esperaba y la desolación ha ido ocupando el hueco que la esperanza e ilusión llenaron un día. El auge de la figura de Franco entre los jóvenes ha sido un motivo de ello. 

Fin de la injusticia

Antes de hablar del presente, López recuerda con nitidez aquel día en el que la noticia la sorprendió en Madrid, rodeada de un grupo de amigos vinculados al Partido Socialista y al Partido Comunista, con los que brindó — a pesar de que se tratara de una muerte y la contradicción la abrumara por el respeto a ella —. 

Cuando uno brinda por la muerte de Franco, brinda por el fin de la injusticia y el miedo, por una nueva etapa que se abre. Todos reíamos y pensábamos en lo maravilloso que sería el futuro, así de claro”, explica la escritora. 

Un punto de inflexión 

López prefiere no citar nombres, consciente de que entre los presentes había personas que años más tarde ocuparían cargos importantes en la España democrática. Aun así, recuerda el momento como un punto de inflexión: algunos de aquellos compañeros alcanzaron el poder, otros continuaron en la misma lucha de siempre y muchos arrastraron heridas, físicas o morales, imposibles de borrar.

Ella misma sufrió detenciones y golpes, aunque nunca torturas como las que padecieron otros militantes. En aquellos años —rememora— existía una “escala del sufrimiento”. “Cuando entré en la universidad, de 1960 a 1965, fue mi época más brutal de persecuciones, de detenciones y de correr delante y detrás de los grises, porque allí corríamos por todas partes”, cuenta.

Imagen del dictador Francisco Franco / EFE - MARTA SÁNCHEZ
Imagen del dictador Francisco Franco / EFE - MARTA SÁNCHEZ

Libertad en la cultura

Es por ello que aquella noche de noviembre estuvo marcada por una palabra: “esperanza”. La muerte del dictador abría la posibilidad de acceder a libros prohibidos, de estudiar filosofía sin censura —incluso de leer a Kant, vetado en su facultad— y de recuperar a los autores silenciados, como Miguel Hernández, los “malditos” que su generación aprendió a leer a escondidas. 

“Cuántos escritores nos ofuscamos en la universidad por no poder escribir una palabra porque nuestros primeros poemas o novelas habían sido censurados”, indica. Lo mismo ocurría en el mundo del cine y el teatro, “estaba rodeada de artistas que deseaban hacer obras, dirigir…”. López recuerda nombres de directores, actores y escritores que, tras la transición, pudieron finalmente desarrollar sus carreras en libertad.

Años gloriosos

Durante los primeros años, afirma, todo pareció glorioso: “manifestaciones masivas, poder asistir al entierro de militantes comunistas y despedirles en las calles sin que nos detuvieran, poder leer los periódicos…”. La transición —insiste— trajo “cosas maravillosas, fue una apertura y, de repente, España era Europa en ese sentido también de libertad”.  

López narra que “todo fue esperanzador durante mucho tiempo”; sin embargo, comenzó a observar que no todo avanzaba como se había imaginado. Y el presente no ha ido mejor. La escritora admite que la actualidad le provoca sentimientos muy distintos. 

Una manifestación franquista en Madrid / EUROPA PRESS
Una manifestación franquista en Madrid / EUROPA PRESS
 

El desoncierto del presente

Con tristeza reconoce que a veces se pregunta para qué sirvió tanta lucha, tantas detenciones, tantos muertos, tantas heridas físicas y morales, cuando vuelve a ver en las calles manifestaciones en apoyo a aquello contra lo que lucharon. 

“Creo que Franco no ha desaparecido”, señala López, a quien lo que más le duele es ver a los jóvenes vitorear el nombre de Franco: “No se dan cuenta de que no es el nombre de una persona lo que están gritando. Están vitoreando 40 años de injusticia para muchísima gente”. 

Le duele pensar que no han entendido nada ni que nadie ha explicado “a los muchachos en las escuelas y universidades, lo que es una dictadura y cómo coarta la vida de miles de personas”. Ella trata de transmitir esta historia a sus nietos — “lo que pasé y pasaron mis compañeros” —, aunque reconoce que no siempre logran entenderla. 

Y el desconcierto y dolor de la escritora crece también al ver “compañeros de batalla de entonces, que ahora se han pasado al lado opuesto, a la ultraderecha, por ejemplo”. Le sorprende pensar que “aquello contra lo que luchamos juntos, ahora les parezca que está bien”. 

La memoria sigue viva

La memoria, para ella, sigue viva. Así lo sintió hace unos días al acudir a una fosa común en La Palma, donde se recuperaron restos de personas fusiladas y ocultadas durante décadas. Frente a aquella tierra removida, vuelve a preguntarse por el sentido de “toda esta lucha, todos estos muertos, para que ahora siga escuchando las mismas palabras y provocaciones”. 

Reconoce que Franco murió, pero está convencida de que “lo que hizo y lo que sembró” continúa latente en parte de la sociedad, especialmente entre quienes desconocen lo ocurrido.

Pese a todo, asegura que seguirá luchando. No por una cuestión de nombres —“me da igual que se llame Franco, Juan o Pérez”— sino porque cada vez que escucha palabras o ideas que evocan aquellos años oscuros siente el mismo horror que entonces. Y mientras esas voces resurjan, afirma, no podrá dejar de recordar a los amigos desaparecidos, a los muertos y a todos los que pagaron un precio demasiado alto por defender la libertad.