Joven de espalda viendo una exposición en el CMA sobre recursos para personas sin hogar|AH
Joven de espalda viendo una exposición en el CMA sobre recursos para personas sin hogar|AH

De la vida plena a la calle: la historia de Sara desde el centro de personas sin hogar de Santa Cruz

La historia de Sara es un ejemplo de resiliencia: después de haberlo perdido todo por una enfermedad ha encontrado esperanza y apoyo en el centro de personas sin hogar de Santa Cruz

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De niña decía que, cuando fuese grande, viviría viajando por el mundo, conociendo gente y viviendo muchas experiencias. La pequeña se ha hecho grande y ha viajado, conocido a otras personas y ha experimentado una parte de la vida, pero no era exactamente lo que había ideado.

Sara M.C. vive en el Centro Municipal de Acogida (CMA) de Santa Cruz de Tenerife, junto a otras muchas personas que carecen de un techo y han escapado de las garras de vivir a pie de calle, invisibles para gran parte de la sociedad.

La fragilidad del momento

Joven, elegante, de aspecto muy cuidado y repleta de sueños narra a Atlántico Hoy su “antes y su ahora”, confirmando la idea de que una “vida normal” solo necesita la distancia marcada de un fino hilo de nylon para convertirse en situación de sinhogarismo

Yo tenía casa, un buen trabajo y un sueldo. Tenía amigos y la vida que cualquiera pudiera desear, pero llegó la enfermedad y lo perdí todo”, comenta sin perder la sonrisa.

Seguridad

Sara nos explica que está en pleno proceso de lucha contra un cáncer, recibiendo los cuidados y tratamientos pertinentes y que, en el CMA ha encontrado comprensión, seguridad y motivos para seguir planificando su vida.

Tuve dos cánceres, lamentablemente me quedé sin trabajo por los efectos de la enfermedad: estuve siete meses con el cuerpo paralizado”, expone y añade que “aquí me han ayudado a seguir adelante”.

Casi cuatro años en Tenerife

Esta joven, aunque procede de América Latina, lleva casi cuatro años viviendo en Tenerife y buena parte de estos residía en un municipio sureño, donde trabajaba y cotizaba como agente inmobiliario de acuerdo a su formación académica

Otro asunto que pone en valor es la reacción de la sociedad, sobre todo en lo que respecta al día a día y a esos momentos “en los que empiezas a ver cómo todo se empieza a derrumbar a tu alrededor”, reseñando lo importante que es “contar con alguien que te dé una palabra de aliento, un buenos días, un cómo estás y una muestra de que se preocupan por ti”.

Agradecida

 “Siempre fui una persona muy alegre y estoy trabajando desde que cumplí los 14 años. Nunca me imaginé que podría encontrarme en la calle ni verme tan sola a 10.500 kilómetros de distancia de mi familia”.

“Durante mi estancia en este lugar me he dado cuenta que hay veces que no valoramos mucho lo que es tener una cama, un lugar donde te puedas duchar, donde puedas dejar tus cosas. ¡Qué importantes son las cosas básicas para poder seguir adelante!”.

Vida normalizada

Sara ha recibido formación académica como agente comercial inmobiliario y la historia que nos atañecomienza en Madrid, donde vivía y trabajaba. En uno de sus periodos vacacionales planificó un viaje a Tenerife por un tiempo de dos semanas, “pero al cuarto día de estar acá me di cuenta que me gustaba este lugar muchísimo. Tenerife o te absorbe o te expulsa y a mi me absorbió

Finalmente decidió quedarse y, tras diferentes procesos de selección laboral, encontró una empresa que la contrató en el municipio de Adeje, donde instaló su residencia e hizo amigos. Sara tenía una vida normalizada y plena: trabajo, deporte, vivienda, amigos y un sueldo digno.

Enfermedad

Pero por aras del destino, en una revisión médica a la que llegó por los dolores que sufría en la espalda y un bulto en un pecho, le detectan cáncer con metástasis: “Yo pensaba que era una hernia discal o una lesión porque en aquellos tiempos practicaba mucho deporte. Pasé de ir caminando a las consultas a ir en silla de ruedas. La verdad es que me había notado un bulto en el pecho derecho, pero no le hice caso”.

“Aprovecho este espacio que me das para concienciar a la gente de que vaya al médico cuando se note algo. Yo lo hice muy mal”, subraya, indicando que a partir de aquí empieza no solo su enfermedad sino todo el devenir en el que se vio envuelta.

Llegar al sinhogarismo

“Llego a la calle porque al estar con ese problema pierdo el trabajo y pierdo los contactos. Cuando estaba bien económicamente me rodeaba muchísima gente y cuando perdí todo me di cuenta que podía contar con los dedos de una mano a la gente que estaba a mi lado”, matiza.

Sara fue operada y tratada en un centro sanitario y cuando recibió el alta resolvió que debía pedir ayuda ante la realidad que se abría ante sus ojos. Expone que lo primero que hizo al verse frente a un abismo fue recurrir a un psicólogo ya que entendía que solo un profesional podría ayudarla a “encontrar el camino”.

Asistencia y ayuda

Afortunadamente Sara, según nos dice, nunca tuvo que dormir en la calle -ni padecer los peligros de la noche a los que queda expuesta una mujer en sinhogarismo-, porque conocía el recurso de Santa Cruz y pidió asistencia hace ya algo más de dos meses.

En el CMA la han ayudado con la resolución de algunos de los flecos pendientes de la relación laboral, con su documentación y con otros trámites, lo que le ha devuelto la confianza en el ser humano y en las instituciones.

Presente

“En dos meses mi vida ha cambiado muchísimo. Me cambió el ánimo y ya tengo ganas de cumplir mis sueños porque cuando uno se encuentra en la calle es como si pensara que ya todo está perdido. Este lugar ha sido esa luz que te alumbra al final del túnel”, exclama algo emocionada.

Nos comenta que en su vida han aparecido “personas faro” y en el CMA ha hecho amistades, además de evolucionar en las terapias de movilidad a raíz de su enfermedad. “Ahora me siento renovada anímicamente y mucho mejor físicamente, además de sentirme segura por estar protegida en este lugar”.

Entre los planes de Sara figura como prioritario recuperar su salud y, en segundo lugar, volver a ser la agente inmobiliaria que era, “la buena vendedora que fui en esa época”, sin desdeñar la idea de volver a tener su casa y contar con amigos “de los de verdad, como los que tengo aquí”.