Niños usando un móvil. / CANVA
Niños usando un móvil. / CANVA

El acceso de los niños y niñas al mundo digital requiere de “un pacto social” para protegerles

El proyecto Cyber-Resistance, impulsado por la Universidad de Deusto y la asociación grancanaria Opciónate, presenta los resultados de un estudio pionero sobre las ciberviolencias machistas en la infancia

ariadna

La infancia está más conectada que nunca, pero también más expuesta. Peligros físicos, amenazas externas y riesgos de exposición son los principales efectos de la presencia de niños y niñas en el mundo digital a los que las familias y profesorado no terminan de saber cómo hacer frente. El mayor problema es la falta de un pacto social sobre cómo abordar la situación. 

Así lo advierte Ana Lydia Fernández, fundadora de la asociación grancanaria Opciónate, que junto a la Universidad de Deusto, ha elaborado un estudio pionero sobre ciberviolencias machistas en la infancia, que será presentado públicamente el próximo 5 de junio durante las jornadas Cyber Resistance en el Museo Elder. 

"Nativos digitales"

“El estudio se basó en grupos de discusión con menores, familias y docentes. Nos impactó la conciencia que tienen los niños y niñas desde edades tan tempranas sobre los riesgos de internet”, explica Fernández. 

La investigación revela que los menores no solo son conscientes de los peligros, sino que entienden los límites que les ponen sus familias. Sin embargo, intentan sortearlos, como cualquier niño, desde “acceder a móviles de adultos sin control parental o consumir videojuegos con contenido para mayores de edad”. 

Esas facilidades — quitar el control parental o abrir un videojuego —- vienen ligadas a sus características como “nativos digitales”, pero esa concepción se trata de un arma de doble filo, según Fernández, pues en realidad los pequeños “no tienen las competencias digitales necesarias para protegerse ni para aprender”, al “no saber identificar fuentes fiables, proteger su privacidad, o denunciar una situación de acoso”. 

Falta coordinación

Una de las cuestiones que se plantea como problemática es la falta de coherencia entre los entornos familiares, escolares y sociales, que hace que las medidas de protección sean ineficaces.

“Hay un vacío claro de coordinación. Las familias se sienten frustradas porque, aunque intentan controlar el acceso digital, saben que sus hijos e hijas acaban expuestos igualmente, ya sea en el colegio, en casa de amistades, o con otros familiares, como abuelos o primos mayores”, apunta Fernández.

Un claro ejemplo que se da en los centros educativos es la presión social entre familias que alimenta la decisión de dar un móvil a temprana edad: “Muchas madres y padres que no querrían hacerlo, acaban cediendo para que sus hijos no sean los ‘raros’. Así se normaliza una cultura digital que no comparten”.

No a los móviles en clase

En este sentido, Fernández valora de manera positiva la normativa del Gobierno de Canarias que restringe el uso de móviles en los centros educativos, aunque hay matices que se escapan en su aplicación, al ser algo desigual dependiendo de los centros. 

“Se nota mucho en la mejora del clima escolar cuando hay espacios libres de móviles. Pero sigue habiendo zonas grises: acogida temprana, comedor, actividades extraescolares... Incluso en los baños. Además de que hay centros más restrictivos que otros”, expone. Es por ello que incita a establecer políticas más claras y homogéneas

Ciberviolencias machistas

Asimismo, otro aspecto que se escapa desde la educación es la respuesta hacia las ciberviolencias machistas, así como otras formas de odio —racismo, homofobia, violencia estética— que no se están abordando de manera adecuada. 

“Los menores reciben constantes impactos digitales que refuerzan estereotipos sexistas y fomentan una masculinidad tóxica o la cosificación femenina”, explica la experta. Desde la reproducción de contenidos misóginos en redes sociales hasta el acceso a pornografía o la compra simbólica del cuerpo de mujeres en videojuegos como el GTA, el estudio destaca que muchos niños y niñas construyen su visión del mundo afectivo-sexual a través de estos mensajes tóxicos.

No hay una respuesta educativa sistemática. Todo depende de los valores del profesorado o de si existe o no un plan de igualdad efectivo en el centro educativo. Esto está dejando desprotegida a una generación entera”, añade Fernández.

Pacto social

A raíz de todo ello, la fundadora de Opciónate llega a la conclusión de la necesidad urgente de un pacto social. “No dejarías a tu hijo de 8 años solo en la calle, pero sí con acceso ilimitado a contenidos pornográficos desde un móvil sin supervisión. No tiene sentido”, reflexiona Fernández. “Hace falta una respuesta conjunta entre familias, escuelas, administraciones y la sociedad en general”.

Opciónate invita a todas las personas interesadas —docentes, familias, profesionales de la educación y la salud, responsables políticos— a participar en las jornadas Cyber Resistance el jueves 5 de junio en el Museo Elder, donde se presentarán los resultados de la investigación y se propondrá un debate para conocer las opiniones y valoraciones con la intención de “salir con alguna propuesta concreta de mejora”.