Hay despedidas que duelen. No siempre van ligadas a personas, hay lugares que cierran que dejan una huella incalculable. Discotecas donde muchos pasaron la adolescencia y conocieron a su primer amor; cines que proyectaron taquillazos y que hoy no son más que recuerdos y también bares que dicen adiós y dejan en su barra miles de anécdotas y confesiones entre clientes y trabajadores.
El bar El Perola ha sido protagonista en Agaete durante más de tres décadas. En una pequeña esquina junto a la icónica plaza del pueblo marinero, cientos de conversaciones comenzaron siempre igual: con un botellín frío, un plato de manises y la promesa de que allí, pasara lo que pasara, reinaba un humor único. Entre turistas que lo descubrían por casualidad y vecinos que lo consideraban su segunda casa, aquel local se convirtió en punto de encuentro, refugio cotidiano y escenario de innumerables historias.
Un cierre histórico
El mítico bar El Perola, referente absoluto de Agaete durante 33 años, ha anunciado el cierre definitivo de sus puertas. El comunicado, publicado este sábado a través de sus redes sociales, puso fin a una etapa marcada por la convivencia, las anécdotas y un estilo propio que lo convirtió en uno de los locales más queridos del norte de Gran Canaria.
Su propietario, José Juan Jiménez Dámaso, conocido en todo el municipio como El Perola, fue durante este tiempo mucho más que un camarero: el anfitrión de un espacio que presumía, en tono humorístico, de ser “el único bar del mundo donde el cliente nunca tiene la razón”.
Una despedida cargada de emoción
En su carta de adiós, la familia agradece la lealtad, el cariño y la cercanía de las miles de personas que han pasado por el local en estas tres décadas. “Durante todos estos años hemos compartido risas, historias y momentos inolvidables”, señalan en un mensaje que ha generado una avalancha de comentarios de apoyo.
El texto repasa cómo el bar se convirtió en “un espacio de encuentro, de charlas interminables y recuerdos que permanecerán para siempre”, y extiende el agradecimiento a todas las personas que formaron parte del equipo, especialmente a Pepe, cuya dedicación y entusiasmo “dejaron una huella imborrable”.
Un símbolo para Agaete
El Perola no era solo un establecimiento de restauración: era parte del tejido emocional del pueblo. Su presencia constante en pleno centro, la cercanía de sus propietarios y el ambiente familiar lo convirtieron en un verdadero icono para quienes crecieron, celebraron o simplemente encontraron compañía en esa barra.
El cierre ha provocado un sentimiento de pérdida compartida entre los vecinos, que ya preparan un homenaje público a El Perola para el próximo domingo 30 de noviembre, con el fin de reconocer su labor y agradecer su contribución a la vida social del municipio.
El legado de un bar irrepetible
Con la despedida, El Perola deja atrás miles de momentos que forman parte de la historia reciente de Agaete: desde sus célebres tapas acompañadas de un botellín, hasta las conversaciones improvisadas en la plaza o el humor que caracterizaba al lugar.
Su familia despide esta etapa con un mensaje claro: aunque el bar cierre, el espíritu de El Perola seguirá vivo en cada persona que formó parte de su historia.