Un cerrajero, condenado por fabricar un explosivo que hirió a tres familiares

El hombre fue detenido a finales de 2020, después de haberse registrado tanto su domicilio como su coche y el lugar de trabajo, y desde entonces está en prisión provisional

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Juzgados de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. / EUROPA PRESS
Juzgados de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. / EUROPA PRESS

Un tinerfeño se enfrenta 14 años de cárcel por fabricar un explosivo que causó lesiones a tres familiares suyos, y para quien la Fiscalía pedía 33 años al sostener que se trataba de un intento de asesinato.

La Audiencia Provincial de Tenerife le impone una pena de cinco años por la fabricación, tenencia y transporte del artefacto, y tres años por cada una de las otras tantas lesiones causadas en las víctimas, de las que deberá mantenerse alejado medio kilómetro durante un lustro después de quedar en libertad. A Roberto A.G., el condenado, también se le impone por responsabilidad civil el pago de 10.500 euros para compensar las secuelas que sufren los heridos, y los gastos médicos a los que debieron hacer frente.

Los hechos 

En la sentencia se indica que el procesado se aprovechó de que era cerrajero y soldador en un taller de San Miguel de Abona para confeccionar de forma “clandestina" y gracias a sus conocimientos profesionales, un artefacto explosivo artesanal con materiales de la empresa y otros conseguidos por él.

La bomba se componía de una caja de chapa metálica, con tres bombonas de gas butano conectadas a un sistema eléctrico junto con una serie de tornillos y fragmentos de varillas metálicas, que servirían como metralla. Una vez fabricada, sobre las 7:00 horas del viernes 20 de noviembre la ocultó en el maletero de su coche y se desplazó a Puerto de la Cruz, donde se alojó con su pareja sentimental.

El día de la explosión 

En la madrugada del 22 de noviembre salió del hotel y circuló con el vehículo portando el artefacto, se dirigió al domicilio de sus familiares en La Matanza de Acentejo y lo depositó dentro de un saco blanco cerca del garaje.

A las 11 de la mañana un miembro de su familia se percató de la existencia de la caja y avisó a su hermano, que estaba con su padre, y juntos acudieron al lugar movidos por la curiosidad. En cuanto uno de ellos fracturó el candado y levantó la tapa superior, la bomba se activó de inmediato pero no se llegó a producir la explosión, sino una deflagración, por lo que al no proyectarse la metralla los daños fueron menores.

En concreto, se causaron quemaduras de segundo grado que en algunos casos tardaron hasta 48 días en sanar y de las que también perduran las cicatrices, mientras que otro de los heridos sufre ansiedad, por lo que ha sido tratado con ansiolíticos y padece un estrés postraumático leve.

La defensa 

La defensa, representada por la abogada Conceta Contino, consideró que no se había respetado la cadena de custodia de las grabaciones de video del interior y exterior del establecimiento hotelero, la de fuera de la casa de los familiares y en el lugar de trabajo, y que incluso habían sido manipuladas, acusaciones que ha rechazado la sala.

En todo momento defendió la inocencia de su cliente, y propuso diversas alternativas sobre lo que pudo haber ocurrido aquel día.

Muchas pruebas y pocas dudas

Los familiares declararon durante la vista que tenían pocas dudas de la autoría del delito porque, desde hacía tiempo, sobre todo tras sufrir las secuelas de un accidente de tráfico, el procesado sospechaba de una infidelidad de su exesposa con un familiar suyo, a quien había amenazado por teléfono.

En su contra también estuvo que por aquellas fechas desapareciera del taller en el que trabajaba  una batería similar, el seguimiento que se hizo a su móvil el día de los hechos y que lo sitúa en este entorno, y que realizara en internet búsquedas sobre cómo fabricar esos artefactos.

Otras pruebas

El estudio grafológico de la palabra “Goya”, apellido familiar que aparecía en la caja, también desveló que podía haber sido obra del acusado, y se detectó ADN suyo en la bolsa que recubría la bomba, pero al ser todos familiares los resultados son menos concluyentes de lo habitual.

En el fallo se descarta que hubiese un ánimo homicida por parte del acusado, como defendía la Fiscalía, porque hay dudas de que el fin último fuera matar a sus familiares, y además no existió un riesgo de acabar con su vida, dado que no explosionó sino deflagró.

En la sentencia, que consta de más de cien páginas, se admite que no hay una prueba que pueda ser considerada definitiva, si bien la suma de todas ellas lleva a la sala a declarar la culpabilidad del acusado. Durante el juicio también se pusieron sobre la mesa algunos episodios violentos protagonizados por el acusado, tanto en el ámbito familiar como en el laboral.

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