Las madres perfectas no existen

Atlántico Hoy habla con cinco madres sobre lo que supone la maternidad desde la honestidad, más allá de las imagen perfecta de mujer que puede con todo, y el derecho a ser humanas

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Las madres perfectas no existen: Una madre trabaja en el ordenador mientras cuida de su hijo / PEXELS
Las madres perfectas no existen: Una madre trabaja en el ordenador mientras cuida de su hijo / PEXELS

¿Qué significa ser madre? La respuesta clásica y esperada a esta pregunta puede ser “lo mejor que me ha pasado en la vida” y quizás nadie lo negará, pero sí se podrían añadir…ciertos matices. Ser madre es “una montaña rusa con sus subidas y sus bajadas” y puede llegar a ser “la experiencia más alucinante y cansada” que se pueda vivir. 

Atlántico Hoy habla con cinco madres canarias para conocer esa cara oculta de la maternidad que queda relegada, pero que ocupa más espacio que la imagen de madre perfecta que puede con todo porque, aunque muchas veces se olvide, las madres también son humanas. 

El camino de la maternidad

“Los niños no vienen con un manual debajo del brazo”, señala Deborah Sosa, madre de una niña de nueve años. La maternidad se convierte así en un camino de aprendizaje desde el minuto cero para descubrir una nueva forma de afrontar la vida que no se conocía antes. Pero “la naturaleza te va enseñando poco a poco”, apunta Natalia Pereira, madre de un niño de 11 años. 

Michelle Afonso es mamá primeriza. Su bebé tiene tan solo un año y para ella ha sido el más intenso de su vida. “Todo lo que conocía o creía conocer sobre la maternidad resultó ser un mito para mí. Todo lo que entendía que era la crianza, la manera de maternar y de vivir esta etapa, no tiene nada que ver con lo que vives realmente”, relata, “Y es que, me di cuenta, que cada familia es un mundo, que hace y deshace como puede”. 

Tener que estar en todos lados a la vez

Lo primero que se presenta es conciliar el resto de la vida - el trabajo sobre todo, las amistades, la pareja, los momentos para una misma, etc. - con los hijos. Tanto para Natalia con un hijo ya más grande como para Michelle con su bebé, ha sido de las partes más complejas de la maternidad. 

Nazaret Hernández contesta a la entrevista mientras juega y atiende a su hija de cinco años. Está embarazada de 26 semanas, a la espera de su segundo bebé. Para ella “la conciliación es muy difícil de conseguir si no tienes una red familiar” y la combinación de “trabajar y criar a una hija” se convierte en una misión casi imposible hasta el punto de que hay madres que se plantean dejar sus trabajos. 

Y como Michelle, se llegan a preguntar: "¿Cómo se organizan otras familias? ¿Se puede?”. Ahora ya sabe la respuesta “y no, no se puede, pero lo hacen lo mejor que pueden para poder tener una conciliación que no existe realmente”.“Pareces un pulpo”, bromea Deborah, “tienes que estar en todos lados a la vez”. 

Una madre alimentando con puré a su bebé / UNSPLASH
Una madre alimentando con puré a su bebé / UNSPLASH

¿Mala madre?

Y con la maternidad también surgen momentos de culpa y “poner en duda si lo estás haciendo bien o no”, plantea Natalia. ¿Se es mala madre?  La gente de alrededor, las ideas que se tienen de la crianza y otros aspectos pueden influir en la percepción que tiene una sobre sí misma. 

Michelle ha recibido “un sin fin de comentarios no pedidos”: "No cojas tanto al bebé, que se malacostumbra", "¿Le das la teta con más de un año? ¡Eso es agua!", "Mejor déjamelo, que se va a acostumbrar a estar contigo y después no va a querer estar con otras personas" o "Déjala que llore, que te está manipulando". 

A Nazaret le pasó sobre todo en los primeros meses siendo madre, cuando, por ejemplo, hacía planes con sus amigas y no pasaba ese tiempo con su pequeña. Deborah lo sintió al cambiar de trabajo. Le surgió la oportunidad de trabajar como enfermera, pero con turnos de 12 horas, algo que le llevaría a no estar tanto en casa, pero que le apetecía aprovechando que su hija es un poco más grande. Antes de dar el paso, ese pensamiento apareció, “soy mala madre”, sin embargo, también se trata “de pensar un poco en nosotras”. 

Derecho a equivocarse

Cuando se es madre, “estás dando lo mejor de ti”, cuenta Patricia Castelló, que tiene cinco hijos de entre 20 años el mayor y 12 años la más pequeña, y para ella hay momentos de culpa también porque no le dedique tanta atención a sus hijos como le gustaría por el trabajo, pero esos momentos los ve como “baches”, pero “nada es irreparable”. 

“A veces me equivoco aunque quiera lo mejor para mi hija”, atestigua Deborah, y es que las madres “tenemos derecho a equivocarnos”, refuta Michelle, “derecho a ponerle un día dibujos a nuestros hijos e hijas en la tele, a darle un día algo menos sano para comer por no llegar a más”. “Si ser humana me hace ser mala madre, que el resto opine lo que quiera”, manifiesta.

La mejor madre

En esos derechos de las madres, también defienden estas cinco mujeres, el derecho a no ser perfectas. “Las mujeres queremos ser Superwoman, pero te das cuenta de que no puede ser”, señala Deborah, “que hay que delegar y necesitamos ayuda” y es ahí donde entra en juego el padre, en muchas ocasiones, que como apunta Nazaret “nunca ha sentido esa presión por ser padre o el padre perfecto”, ya que “a los hombres no se les exige esa responsabilidad”. 

Y no solo el padre o el ámbito familiar, sino la necesidad de compañía en la crianza porque “la maternidad en algunas ocasiones es muy solitaria", expresa Nazaret. Surge la necesidad de rodearse de “otras mujeres que están pasando por el mismo proceso” para encontrar un espacio de empatía, señala, idea a la que se le suma Michelle de “seguir creando tribu, una comunidad de madres dispuestas a crecer juntas y compartir. No somos rivales, somos compañeras”.

Así que no, las madres perfectas como la sociedad tiene ideada en su conjunto no existen, pero, como dice Michelle, “siempre seremos la madre perfecta para nuestros hijos e hijas, nunca para el resto. Lo primero es importante y lo segundo... ¿Por qué debería importarnos?”.

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