La increíble historia del canario que se coló en Ucrania para rescatar a 18 personas

La crónica de una guerra que relata Jesús Echedey, el joven canario que se hizo viral por regalar ambrosías Tirma para "alegrar el alma de las personas"

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Jesús Echedey en el campamento de refugiados de la frontera entre Polonia y Ucrania . / Cedida
Jesús Echedey en el campamento de refugiados de la frontera entre Polonia y Ucrania . / Cedida

Recientemente se hizo viral la historia de un joven canario que se desplazó a la frontera entre Polonia y Ucrania para "alegrar el alma de las personas" con la única excusa de regalar chocolatinas Tirma, un emblema gastronómico de las Islas, que entregó a los refugiados que huyen de la guerra.

Un hecho superficial que es sólo el pretexto de los verdaderos actos llevados a cabo por Jesús Echedey Santana, acciones altruistas que impulsaron a este grancanario a poner en riesgo su vida en pleno territorio bélico.

Dos incursiones a Ucrania

Jesús viajó solo, con una maleta con 500 chocolatinas y otra con los enseres necesarios, para adentrarse en Ucrania y ayudar a sacar familias. Es el qué y el cómo. “Entré dos veces a Ucrania, sin ningún tipo de seguridad, a no más de 50 kilómetros de la frontera con Polonia, cerca de Leópolis”, explica el protagonista a Atlántico Hoy.

Nacido en La Palmas de Gran Canaria, Echedey reside en San Mateo, localidad a la que ha regresado después de pasar una semana apoyando a los refugiados y socorriendo a familias que ansiaban cruzar la frontera.

Jesús Echedey reflexiona en el campus de refugiados/. Cedida
Jesús Echedey reflexiona en el campus de refugiados/. Cedida

“El segundo día, después de llegar al hotel en Polonia, me di un baño y no paré de vomitar por la presión. El cuerpo lo tenía totalmente agarrotado. El tercer día no me dejaron entrar porque estaban bombardeando Leópolis".

18 personas rescatadas

La entrada en el país la realizó en ambulancia, dado que las normas de guerra impiden atacar transportes sanitarios y los dos primeros días fueron "bien", consiguiendo ayudar a cruzar la frontera a 18 personas de seis familias distintas (7 mujeres y 11 niños).

"Sólo tienes cuatro horas dentro de Ucrania y vas con mucha adrenalina. No ves nada porque en la parte de atrás de la ambulancia sólo hay una pequeña ventanita para ver la carretera por detrás. Ves a mucha gente caminando y el conductor seleccionaba a las personas que se podían transportar con la furgoneta, porque rotuladamente era una ambulancia, pero es una furgoneta”, relata.

Bandera de Ucrania de Jesús en las que apuntaba los rescatados y los días: círculo mujeres y triángulos niño

Bandera de Ucrania de Jesús en las que apuntaba los rescatados y los días: círculo, mujeres y triángulos, niños. / Cedida

Una situación particular le llenó de impotencia en mitad de un conflicto de por sí descorazonador. “Vi a una mujer mayor con una maleta grande a 15 kilómetros de la frontera. Le dije al conductor que por qué no la llevábamos y me dijo que a mujeres mayores no puede recoger. ‘¿Cómo que no podemos llevarla?’, le digo. Hay que seleccionar”.

Planificación del viaje

¿Cómo consigue un voluntario acceder a un país en guerra? Una ambulancia parece demasiado sencillo. Jesús explica cómo pudo ‘planificar’ su llegada a la frontera de Medyka (Polonia-Ucrania), la gestión para tener acceso a una ambulancia… y en qué condiciones.

“Cuando empieza la guerra me planteo desplazarme y comienzo a mirar mapas para ver cómo podía, no sólo llegar a Polonia, sino entrar en Ucrania”,  explica. A pesar de la lejanía de Canarias con el este de Europa, Jesús fue una primera vez durante cinco días a la zona, sólo para analizar el contexto al que iba a volver poco después.

“Fui para ver cómo estaban las cosas, porque lógicamente aquello no es lo que se ve. Es todo muy inseguro, hay mucha gente saliendo de Ucrania y está habiendo raptos. La parte mala del mundo está allí también”.

Por ello, recurre a contactos para ir a Cracovia y luego busca la manera de entrar en Ucrania. Logra hablar con una persona que le dice lo que hay que hacer para poder pasar: “Bajo la mesa, pagando”.

Jesús compartía tren de regreso con refugiados. / Cedida
Jesús compartía tren de regreso con refugiados. / Cedida

Aceptar las condiciones

Ya en su segundo viaje, a nuestro protagonista no le queda otra que aceptar las condiciones para entrar a Ucrania. Las cumple todas. “Primero te preguntan si sabes utilizar un arma", requisito que el canario cumple al tener permiso de armas deportivas. Además, sabe utilizarlas al estar opositando para policía local. Recibe un arma, de origen desconocido, al entrar en Ucrania "para estar seguros" ya que en principio se encuentran en una "zona de confort".

Ya en la furgoneta reconvertida en ambulancia "vas con una persona polaca que habla ucraniano, el conductor y yo. Todo se hace como unidad”, resalta.

Jesús Echedey se tenía que vestir como un militar y con armas para entrar a Ucrania
Jesús Echedey se tenía que vestir como un militar y con armas para entrar a Ucrania. / Cedida

Cerca del enemigo

“El primer día ni pensaba que iba a estar tan cerca del enemigo, porque a los tres días de estar ahí bombardearon Leópolis", la ciudad más próxima a la región por donde se movía Jesús y su unidad, una supuesta zona segura donde "no atacaban a ambulancias". Este primer día acabó con cuatro familias que logró sacar de Ucrania hacia Polonia.

Recuerda Jesús que su rutina era ir desde Cracovia a Przemyśl cada día. Luego, se desplazaba a Medyka y de ahí accedía al país con la furgoneta/ambulancia. El regreso diario se hacía en un tren junto a refugiados que duraba casi tres horas. “La tensión era que te podían ver como un enemigo, porque sus maridos estaban luchando y el resto no les ayuda, o podían pensar que esta gente está aquí para ayudarles. A los periodistas muchos refugiados los odiaban y otros los querían porque necesitaban que el mundo supiera lo que estaba pasando”.

Una niña que huye de Ucrania disfruta de una ambrosía Tirma entregada por Jesús Echedey. / Cedida
Una niña que huye de Ucrania disfruta de una ambrosía Tirma entregada por Jesús Echedey. / Cedida

Vínculo con los refugiados

“En uno de los trenes, una de las familias me reconoció de haberlos recogido con la furgoneta, a pesar de que no me podían ver nada más que mis ojos. Cuando abrían las puertas para poder entrar veían a un soldado y dudaban. Pero la chica que hablaba ucraniano y el conductor mediaban para que subieran”, rememora.

En este sentido, Jesús señala que, al reconocerle, al final “se hace un vínculo con esta gente, aunque no hablasen nada de inglés”. Además, resalta que uno de los niños le pidió chocolatinas como las que le dio en la ambulancia. “Le saqué un puñado, que es el vídeo que se ve en las redes”.

Ayuda en el refugio

La labor desinteresada de este grancanario no acababa cuando regresaba a territorio polaco. Antes de alcanzar el momento de volver al hotel y vomitar por la tensión, Jesús le dedicaba horas a ayudar en el refugio instalado e improvisado del centro comercial de Przemyśl: limpiando suelos, letrinas, el lugar donde dormían. “Ahí ves la magnitud de la situación. El shopping center de Przemyśl era un escaparate. A muchos periodistas si los cogían con un teléfono dentro le ‘cortaban’ las manos, era su intimidad”.

Medyka, la frontera entre Polonia y Ucrania donde se desplazó Jesús, cree que “parecía la Feria de Abril”. En este sentido, comenta que los periodistas, aun sabiendo que hacen su trabajo, deberían “tener un poco más de contacto”. Además, resalta resignado que “había stands de comida india, comida española… ¡Esta gente está escapando de la guerra!”.

Ensalza la labor de los soldados polacos, que “hacen un trabajo impresionante”, pero para él la situación en Medyka “era como con poco decoro. Había muchas ONG apoyando y ayudando. Era todo un poquito exagerado y el tema del refugio era brutal”.

Un refugiado toca el piano junto a Jesús Echedey en el campamento en la frontera de Medyka. /
Un refugiado toca el piano junto a Jesús Echedey en el campamento en la frontera de Medyka. / Cedida

Ambrosías Tirma

Jesús, activo en las redes sociales donde compartió imágenes de la experiencia, se hizo viral por llevar las ya mencionadas ambrosías Tirma. Un gesto que, sin ser el más importante, se convirtió en su seña de identidad, llegando a ganarse el apodo de ‘Willy Wonka’, que le adjudicó uno de los refugiados por la cantidad de chocolates que llevaba en la mochila.

Pero, ¿cómo surge esta iniciativa?

“Cuando empecé a organizar el viaje pensé que tenía que llevar algo que no pesase, que distrajera a los refugiados: un trozo de chocolate. Yo entreno mucho, corriendo tu cabeza empieza a pensar y mirando al suelo vi un envoltorio de una Tirma: no pesa, es fácil y rápido de manejar y gusta a todo el mundo”.

Jesús Echedey con una ambrosía Tirma en un tren de refugiados. / Cedida
Jesús Echedey con una ambrosía Tirma en un tren de refugiados. / Cedida

Todo pagado por Jesús

Las 500 chocolatinas que Jesús llevó a la frontera las tuvo que comprar de su bolsillo, así como el gasto íntegro de todo el viaje, después de intentar que se las regalaran para el objetivo marcado. Una vez allí, a todo el que veía le iba dando, así como a los stands de los que se podía fiar, a los que les dejaba un puñado. “Te vas ganando a la gente”.

En este contexto, el grancanario reflexiona que “lo de las chocolatinas es un acto de bondad, pero te rompes por dentro, porque nos puede pasar a nosotros y empiezas a tragar y te preguntas dónde se van, qué van hacer con ellos…”. En medio de todos estos pensamientos un niño le dice “gracias”.

“Es aterrador, porque, por muchas chocolatinas que reparta, no va a tapar lo que vives allí. Cada bache en la furgoneta era tensión", pertrechado sólo con sus ganas de ayudar y una escopeta, una beretta que si disparas sólo llega a un par de metros. "Te la juegas, pero quería vivir algo muy cercano y detrás de la chocolatina está esta historia”, confiesa.

Estación de tren donde los refugiados cogían el ferrocarril para huir
Estación de tren donde los refugiados cogían el ferrocarril para huir. / Cedida

 

"Debería haber rescatado más"

Jesús habla sobre la espinita clavada que se ha llevado a su hogar. “Rescaté seis familias, 18 personas, y me parecieron pocas. Me decían que eran bastantes para lo que me arriesgué al entrar, pero cuando llegas a casa te quedas en shock porque seis familias no es nada”. Muchos avezados lectores asociarán esta reflexión con un personaje histórico de la II Guerra Mundial, con una película sobre su vida y las personas que salvó de una muerte segura.

Además, Echedey quiere dejar un mensaje a la sociedad. “El que quiera ayudar, que vaya. Todo lo que puedas ayudar ellos te lo agradecerán, son personas que están perdidas. No saben a dónde van, sus maridos en el frente… Lo ves todo en directo, un socavón de aire -apunta-. Lo importante es ayudar y sentirte realizado”, sentencia.

Situación de la frontera enMedyka. / Cedida
Situación de la frontera en  Medyka. / Cedida

Más voluntariados y el regreso a Ucrania

Jesús Echedey estuvo también de voluntario en La Palma por la erupción del volcán, arrimando el hombro como también hizo durante la pandemia, asistiendo y llevando medicinas a los mayores. Anteriormente, apoyó desinteresadamente en los incendios de Tenerife y La Palma en 2020, en el gran incendio de Gran Canaria de 2019 y, fuera de las islas, en la Operación Ícaro en Barcelona para apoyar a las fuerzas del orden.

Sus planes no han acabado y ya piensa sobre su regreso. “Estoy planteándome viajar a Moldavia y Rumanía para ayudar en la zona costera”.

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