Para el imaginario colectivo de los extranjeros, mudarse a Canarias —o a Gran Canaria, en este caso— puede parecer un sueño: sol, playas a pocos pasos y un ritmo de vida que seduce tanto a visitantes como a nuevos residentes. Sin embargo, para Silvia Balliana, creadora de contenido italiana que lleva más de tres años y medio instalada en la isla, la experiencia no siempre es tan idílica como aparenta.
En un vídeo compartido en sus redes sociales, la joven, que antes había vivido en Australia, Nueva Zelanda y varios países europeos, confesó que hay aspectos de la vida en Canarias que le han resultado complicados, especialmente en lo que respecta a su vida social.
El reto de las relaciones
Silvia explica que el perfil de quienes llegan a Canarias condiciona mucho la forma de relacionarse. Según ella, la mayoría son turistas temporales o personas mayores jubiladas que buscan tranquilidad y buen clima, lo que hace difícil encontrar conexiones profesionales o creativas.
“Para quienes teletrabajamos, surge la necesidad de interactuar con personas con proyectos activos e ideas nuevas. Aquí eso cuesta más, porque muchos solo están de paso o llevan un estilo de vida diferente al mío”, señala la creadora.
El aislamiento geográfico
El otro gran desafío que menciona es la ubicación de las islas. Aunque el clima suave es uno de los mayores atractivos, con el tiempo la distancia respecto al continente europeo puede pesar.
“Estás más cerca de Marruecos que de España. Si te gusta viajar, llega un momento en que necesitas salir y desde aquí no es tan fácil”, apunta. Los vuelos directos hacia Europa, añade, no siempre son económicos y suelen requerir varias horas de trayecto, lo que convierte cada escapada en un plan menos accesible de lo que parece.
@silviaballiana Alcuni limiti di vivere alle Canarie, volete la parte 2? #canarie #expat ♬ suono originale - Silvia Balliana
Quejas
Aun con estas dificultades, Silvia no deja de reconocer las ventajas que la llevaron a instalarse en Canarias: el clima templado, el coste de vida razonable y la posibilidad de disfrutar de la playa todo el año. Sin embargo, insiste en que vivir en un paraíso turístico también implica retos invisibles para quienes buscan estabilidad personal y conexiones más profundas.
Su testimonio refleja una realidad que a menudo queda oculta tras las postales: que vivir en Canarias no significa vivir de vacaciones. Y si no, que se lo digan a los propios canarios que se enfrentan al elevado coste del alquiler, el tráfico diario y otras dificultades cotidianas.