La imagen de Rosalía vestida de monja en una pantalla de la Plaza de Callao en Madrid y ella corriendo entre la gente vestida de blanco y el pelo teñido como una aureola ha sacado a la palestra el posible auge de la fe religiosa entre las nuevas generaciones. ¿Está de moda ser religoso? No obstante, esto no solo se centra en la cantante, también se ha visto en las redes sociales con otro movimientos, así como eventos desde el Jubileo de los Jóvenes a las pinchadas de un DJ cura.
Este interés por la espiritualidad parece resurgir entre parte de la juventud canaria. Aunque sigue siendo un fenómeno minoritario, teólogos y voces del ámbito eclesial y social perciben un cierto auge de la fe y de la búsqueda de trascendencia entre jóvenes de las Islas, movidos por la necesidad de sentido en medio de un contexto de incertidumbre, consumo e individualismo.
Auge de la espiritualidad
Antonio Quintana, licenciado en Teología, reconoce que “sí que hay un pequeño auge, digamos, de espiritualidad en los jóvenes”. Según explica, “en la diócesis de Las Palmas, en Gran Canaria en concreto, hay diversos grupos de jóvenes que están subiendo o potenciándose. Por ejemplo, las jóvenes de Obreros Cristianos, Hakuna, las juventudes salesianas o claretianas”. En su opinión, este crecimiento se ha ido consolidando “en los últimos cuatro o cinco años”.
Pese a esa tendencia, Quintana subraya que “todavía son minoritarios” y que muchos jóvenes “se inclinan hacia una religión más espiritual, más de contemplación y con poco compromiso social o político”. Aun así, destaca la influencia de referentes culturales y musicales que invitan a la reflexión, como la cantante Rosalía, cuya reciente producción —dice— “llama a la interioridad, la confianza y la trascendencia”.
Para el teólogo, el auge de lo espiritual no responde tanto a la pandemia o la crisis económica como “al vacío que sienten los jóvenes en una cultura más individualista o consumista”. En ese sentido, añade, “encuentran en la música o en experiencias personales un gancho hacia la fe o hacia la recuperación de algo que tenían en su momento”.

Las redes sociales
El uso de las redes sociales también juega un papel relevante. Movimientos juveniles católicos como Hakuna han sabido aprovechar estas plataformas para atraer a jóvenes a través de contenidos digitales y encuentros. Quintana apunta que incluso el Papa León XIV ha animado recientemente a los jóvenes “a ser profetas en el mundo digital, más que turistas en la red”.
No obstante, este auge digital no está exento de matices. Pino Trejo, militante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y miembro de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia, advierte de que “la fe no puede estar desencarnada”. Para ella, es positivo que existan nuevos espacios de evangelización, pero “la fe no es solo para la intimidad; debe vivirse en comunidad y encarnarse en la realidad”.
Llenar un vacío
Trejo coincide en que todas las personas “tenemos una dimensión espiritual”, pero critica que el sistema capitalista actual oriente a los jóvenes hacia “cubrir ese vacío con cosas”, en lugar de abordar sus necesidades más profundas. “La juventud está sufriendo lo más feo del capitalismo —afirma—, un sistema que busca beneficio rápido y deja de lado la construcción de identidad y valores”.
En su análisis, la pandemia pudo influir en aflorar esos sentimientos espirituales, pero no es el único factor. “Hay una necesidad de conexión más allá de lo material”, sostiene, y esa necesidad se canaliza muchas veces “a través de redes sociales, contenidos inmediatos o formas de espiritualidad que no exigen demasiado compromiso”.
Fé más individual
Para Trejo, el riesgo de estos movimientos es que “la fe se quede solo en el ámbito privado”. Defiende, por el contrario, que debe ser una fe activa: “Jesús estuvo con la gente de su tiempo, curó, sanó y se rebeló contra el orden que humillaba a las personas”. Por eso insiste en que la fe “se vive en comunidad” y “se saca al mundo implicándose en los problemas de la gente”.
Ambos coinciden en que la espiritualidad juvenil actual es más personal que colectiva, pero representa una búsqueda legítima en un entorno social cambiante. Mientras Quintana valora el aumento de grupos religiosos juveniles, Trejo llama a mirar más la “calidad” que la cantidad de fieles. “Hay una obsesión con el número —señala—, cuando lo importante es que la fe se viva con profundidad y coherencia”.
Tanto Quintana como Trejo reconocen un fenómeno de reconexión espiritual entre jóvenes que, aunque todavía discreto, podría marcar una tendencia a medio plazo. Sea por el descontento social, la soledad o la búsqueda de sentido, la fe —en sus múltiples formas— parece volver a resonar entre parte de las nuevas generaciones canarias, así como a nivel nacional e internacional.