La palmera canaria (Phoenix canariensis), uno de los emblemas naturales más reconocibles del Archipiélago, se enfrenta a un lento pero constante proceso de desplazamiento ecológico. Aunque su silueta sigue presente en barrancos, medianías y avenidas, los expertos advierten de una amenaza silenciosa: la hibridación con palmeras foráneas que compromete su identidad genética.
A diferencia de otras palmeras introducidas por motivos estéticos o urbanísticos —como la datilera norteafricana (Phoenix dactylifera) o la reina brasileña (Syagrus romanzoffiana)—, la canaria es la única originaria del Archipiélago. De gran resistencia al viento, la sequía y los suelos pobres, esta especie forma parte del paisaje y del acervo cultural del entorno rural canario.
Cruces fértiles
Sin embargo, hoy su pureza genética peligra por causas humanas. “Ambas especies del género Phoenix pueden hibridar entre sí, y a diferencia de los híbridos animales, como un mulo, en las plantas esos cruces sí son fértiles”, explica el biólogo Marcos Quintero Lima, biólogo, docente y divulgador ambiental (@biolomarcos), cuyo vídeo sobre esta problemática se ha viralizado en redes sociales.
“Eso significa que con el paso del tiempo y los cruces sucesivos, se va perdiendo la identidad genética de nuestra especie autóctona”.
Alarma genética
Este fenómeno, apenas visible a simple vista, supone una erosión progresiva del patrimonio natural canario. El cruce entre ejemplares nativos y foráneos da lugar a individuos híbridos que se dispersan por jardines, parques y fincas privadas, a menudo sin ningún control.
Estudios genéticos liderados por la ULPGC y el Cabildo de Gran Canaria han identificado un proporción relevante de ejemplares híbridos en palmerales de zonas bajas (0–600 m), lo que ha motivado la creación de seis fuentes semilleras certificadas puras.
Impacto ecológico
El riesgo no se limita solo a la genética. Estas especies introducidas —que en muchos casos requieren más agua, son menos resistentes al entorno insular o más vulnerables a plagas— también modifican el equilibrio de los ecosistemas y aumentan los costes de mantenimiento en jardines y espacios públicos.
La palmera canaria, por el contrario, “no solo es resistente, sino también coherente con el entorno”, apunta Marcos. “Ya estaba aquí mucho antes que nosotros. Plantarla es una decisión biológica lógica, pero también una apuesta cultural por nuestra identidad”.
Incoherencia pública
Aunque su tala y poda están reguladas, y solo ciertos viveros pueden vender ejemplares certificados como 100 % canarios, el problema persiste en la planificación municipal. “Aún vemos demasiadas palmeras exóticas en calles, rotondas o plazas públicas plantadas por decisión de los ayuntamientos”, denuncia el biólogo.
“No se puede controlar lo que pone cada persona en su casa, pero sí es responsabilidad institucional velar por la flora autóctona”.
Advertencia desde Fénix
Desde la asociación Fénix Canarias, especializada en biodiversidad insular, comparten la preocupación: “A pesar del interés internacional de esta especie, muchos espacios en Canarias parecen preferir el uso de otras palmeras ornamentales. Nadie duda de su valor ornamental, pero la introducción de especies puede suponer un problema”.
Recuerdan que la globalización de la palmera canaria ha servido para embellecer lugares icónicos del mundo, pero advierten que “su extensión sin control podría generar problemas a las especies nativas, como la situación que vive en su lugar de origen, Canarias”.
Plagas y enfermedades
Fénix Canarias subraya que la introducción de especies foráneas, como la datilera, provoca hibridaciones que hacen perder variabilidad genética a la palmera canaria. “Esta y otras introducciones han provocado plagas, infecciones y otro tipo de afecciones que no existían en las islas antes de su llegada”, advierten.
El caso más conocido fue el del picudo rojo, un escarabajo invasor que entre 2005 y 2016 mató miles de ejemplares hasta que el Archipiélago logró erradicarlo. Hoy se mantiene una red de vigilancia fitosanitaria activa para evitar nuevos brotes.
Una elección cultural
A pesar de las amenazas, la especie no está en peligro inmediato. Se han creado bancos de semillas y fuentes semilleras oficiales para garantizar la reproducción de ejemplares puros. Sin embargo, los expertos coinciden en que la hibridación es una amenaza más insidiosa y difícil de revertir.
“Cada vez que se planta una palmera foránea en lugar de una canaria”, concluye Marcos, “no solo se pierde una oportunidad de preservar nuestra biodiversidad, sino también una parte de lo que somos”.