Casi la mitad de los menores españoles de entre 10 y 14 años pasan más de dos horas diarias frente a pantallas, según la Encuesta Nacional de Salud de 2023. No se trata de un uso escolar o educativo, sino de móviles, videojuegos y redes sociales. En Canarias, la preocupación es creciente y ya se traduce en un aumento de consultas relacionadas con la dependencia digital en la infancia y la adolescencia.
“Estamos viendo síntomas muy parecidos a los asociados a las adicciones: ansiedad, estrés, dependencia del móvil y baja autoestima si no hay respuesta en redes sociales”, explica Tamara Cabrera, portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de Santa Cruz de Tenerife.
Problemas de atención
El exceso de pantallas está afectando directamente al desarrollo cognitivo. Cabrera señala que los niños se enfrentan a estímulos constantes y rápidos que les impiden aprender a mantener la atención o realizar tareas prolongadas. “Estamos viendo problemas de concentración, de memoria y de aprendizaje, además de una menor tolerancia a la frustración. Parece que todo se puede obtener de manera inmediata y eso no se corresponde con la realidad”, apunta.
La psicóloga recuerda que entre los 8 y los 12 años es clave el desarrollo del pensamiento y la creatividad. “Cuando se sustituye por pantallas, esas áreas se ven mermadas y se pierde un aprendizaje esencial para el futuro académico y social”, añade.
Ansiedad y aislamiento
A nivel emocional, los efectos no son menores. El uso compulsivo de dispositivos genera ansiedad, estrés y conductas de dependencia. Cabrera describe casos de menores que muestran irritabilidad si no tienen acceso al móvil o que revisan compulsivamente sus redes sociales. “Cada vez vemos más consultas con familias cuyos hijos no quieren salir, no acuden a cumpleaños y prefieren aislarse con la pantalla”, advierte.
Este patrón, asegura, es cada vez más común en la adolescencia temprana y se detecta en edades mucho más jóvenes que hace una década.
El impacto del abuso
Para la portavoz del Colegio de Psicólogos, las familias no son siempre conscientes del impacto del abuso de pantallas. “Hemos normalizado dar un móvil como forma de entretener al niño. Es más fácil que dedicar tiempo a jugar o estimular la creatividad, pero las consecuencias son graves”, insiste.
El modelaje también es clave: “No se puede pedir a un hijo que reduzca el uso de pantallas si los padres están todo el día con el móvil”. Cabrera recomienda retrasar la entrega de un teléfono hasta los 10 u 11 años y, mientras tanto, fomentar juegos tradicionales, lectura y actividades que estimulen la creatividad.
“Tenemos veinte mil alternativas antes que poner un móvil en manos de un niño de tres o cuatro años”, subraya.
Escuelas bajo la lupa
La preocupación alcanza también al ámbito educativo. Cabrera critica que muchos centros hayan sustituido libros por dispositivos digitales: “Ya se ve que no son igual de efectivos. Es necesaria una concienciación de toda la comunidad educativa para recuperar la lectura y la escritura tradicionales”.
En Canarias, la advertencia se suma a un contexto especialmente sensible: las islas registran tasas de pobreza infantil superiores a la media estatal y más de 3.600 menores en Gran Canaria recibieron atención en salud mental en 2022. El riesgo de que el abuso de pantallas agrave esta situación es evidente.
“El impacto es la palabra clave. El impacto que estas pantallas están generando en una generación que se está criando con ellas todavía no lo estamos midiendo en toda su magnitud”, concluye Cabrera.