El brillo de Canarias, asociado durante décadas a sol, descanso y paisajes volcánicos, aparece ahora bajo una luz distinta en uno de los informes turísticos más influyentes del mundo. La conocida No List de Fodor’s Travel, una guía que cada año llama la atención sobre destinos que necesitan frenar, ha situado al archipiélago entre los lugares donde conviene “reconsiderar los planes” en 2026.
La advertencia no se formula como un rechazo al turismo ni como un llamamiento al boicot, sino como una invitación a detenerse y mirar lo que ocurre cuando un territorio soporta más presión de la que puede asumir. Según el informe, el éxito turístico de Canarias está mutando en una amenaza silenciosa para su propio futuro.
Presión medioambiental
El documento pone el foco en un problema persistente: el deterioro del entorno. De acuerdo con las cifras recogidas por Fodor’s, cada día llegan al océano aguas residuales sin tratar en cantidades equivalentes a cuarenta piscinas olímpicas. Esta situación ha conducido al cierre de playas y a un desgaste de la biodiversidad, un recurso esencial para la economía turística y para la identidad natural del archipiélago.
El informe advierte que las consecuencias no son abstractas ni lejanas: afectan a hábitats frágiles, a especies con valor ecológico y a la imagen que durante décadas ha posicionado a Canarias como un destino privilegiado para el baño, el buceo y el contacto directo con la naturaleza.
Auge del turismo
El aumento constante de visitantes es otro de los puntos señalados. Solo en la primera mitad de 2025, las islas recibieron 7,8 millones de turistas, un incremento del 5% respecto al año anterior. La actividad supone cerca del 35% del PIB regional y genera empleo para el 40% de la población, una dependencia que para la ciudadanía "es tan evidente como preocupante".
La publicación subraya que esta fortaleza económica puede convertirse en un riesgo estructural, especialmente cuando la capacidad de carga del territorio está al límite y los servicios esenciales atraviesan tensiones continuas.

Tensiones sociales
El informe recoge un elemento clave del actual escenario: las protestas ciudadanas. Bajo lemas como “Canarias tiene un límite”, miles de personas han reclamado una revisión profunda del modelo turístico. Para la población residente, la saturación no solo afecta al entorno natural, sino también a su vida diaria, marcada por encarecimientos, espacios masificados y una pérdida progresiva de calidad ambiental.
Fodor’s interpreta estas movilizaciones como la evidencia de que el archipiélago vive un punto de inflexión y que ignorar estas señales podría agudizar el conflicto entre bienestar social y rendimiento económico.
Vivienda y desigualdad
La presión turística influye además en el acceso a la vivienda. El informe señala que la expansión del alquiler vacacional ha disparado los precios hasta niveles que resultan inasumibles para muchos residentes. Jóvenes, familias y trabajadores esenciales se ven obligados a abandonar sus barrios ante el avance de un mercado condicionado por la demanda internacional.
Este fenómeno, ya discutido en instituciones y espacios públicos, aparece en el informe como uno de los indicadores más graves de un modelo que necesita ser reequilibrado.
Influencia británica
La llegada constante de turistas británicos tiene un peso determinante en esta ecuación. En 2023, Canarias recibió 5,7 millones de visitantes procedentes del Reino Unido, una cifra que continúa tensionando infraestructuras, recursos hídricos y espacios naturales.
Para Fodor’s, este flujo masivo, aunque económicamente rentable, contribuye a la fragilidad del territorio si no se acompaña de políticas que garanticen sostenibilidad a largo plazo.
Un aviso necesario
El mensaje que encierra la No List es directo: Canarias necesita una pausa. La publicación insiste en que no se trata de dejar de viajar, sino de hacerlo con criterio, comprendiendo que cada destino tiene un límite. El turismo sostenible, defiende Fodor’s, es la herramienta que puede garantizar que territorios como el archipiélago sigan siendo disfrutados sin comprometer su equilibrio ambiental ni su tejido social.
Su advertencia es también una reflexión colectiva: proteger los lugares que amamos implica cambiar la manera en que los visitamos.