Las personas migrantes, en su mayoría mujeres, se han convertido en la pieza clave del engranaje de cuidados en Canarias. Ante un panorama marcado por el envejecimiento de la población, que multiplica la necesidad de cuidados para miles de personas dependientes, y un sistema público con una respuesta “insuficiente y tardía”, ellas están siendo la alternativa para muchas familias.
Así lo explica Belinda Luis González, responsable de proyectos de atención a personas cuidadoras en Acufade, quien sostiene que “las personas migrantes son una parte fundamental de los cuidados”, en un modelo donde casi toda la responsabilidad recae en las familias ante la falta de apoyos.
Mujeres migrantes
Según expresan Luis González, las personas migrantes cuidadoras “llegan allá donde las familias solas no pueden y el sistema público tampoco está llegando”. “Cubren todas las tareas” de una dependencia cada vez más creciente, que además requiere de cuidados, en muchos casos, prolongados por la esperanza de vida y los avances médicos.
“Un porcentaje significativo de la carga de cuidados está siendo asumido por trabajadoras migrantes. Lo vemos cada día en las calles. Muchas de las personas que acompañan a mayores o dependientes son mujeres migrantes. Los cuidados siguen teniendo rostro de mujer”, subraya.
Economía sumergida
La responsable de Acufade distingue dos realidades: familias que pueden contratar de forma regular y otras que, por su propia precariedad, recurren a la economía sumergida. En ambos casos, la vulnerabilidad de las trabajadoras es una constante.
“Es frecuente ver salarios precarios, contrataciones irregulares y presencia significativa de economía sumergida. No son casos aislados”, afirma. “Todo esto está ligado al modelo de cuidados que externaliza la responsabilidad en los hogares. Muchas familias buscan apoyo externo porque no tienen otra opción”.
Necesidad de más cuidadoras
La problemática autonómica se enmarca en un panorama nacional. El informe Estimación de necesidades de trabajadoras de cuidados de larga duración a 2030, elaborado por la Secretaría de Estado de Derechos Sociales, destaca que España necesitará al menos 751.000 trabajadoras de cuidados en cinco años para mantener la cobertura actual, que de por sí es insuficiente.
Esto supondría incorporar 261.400 profesionales adicionales. Y si se ampliaran los servicios para atender a todas las personas dependientes — teniendo en cuenta que se estima que en el 2030 serán 2.055.172 las personas dependientes, un 27% más respecto a las 1.644.073 personas atendidas en 2024 — harían falta 414.600 profesionales más, un incremento del 85%.
La atención domiciliaria, en este caso, será el ámbito más tensionado. Se requerirá duplicar con creces la plantilla, pasando de 117.900 a 252.200 trabajadoras, es decir, un aumento del 114%.
Migración y mercado laboral
Es ante este panorama que Luis González recalca que “si Canarias no contara con las personas migrantes en el sector de los cuidados, el panorama sería insostenible. El sistema terminaría de colapsar”.
Un escenario que podría darse también en el resto del país por la relevancia de la migración en el mercado laboral, aunque a algunos sectores les cueste y demonicen los movimientos migratorios.
Posibles medidas
Para la trabajadora social lo principal para poder solucionar el entramado creado entre el sistema, las familias y las personas migrantes en cuestión de cuidados, sobre todo de cara a la precariedad, se centra en “ir a una de las grandes barreras con las que se encuentra la población migrante, la Ley de Extranjería”.
Considera que “es importante agilizar los trámites para regularizar la situación administrativa de estas personas y reforzar las inspecciones de trabajo. Muchas familias desconocen sus deberes como empleadoras”.
Y, cómo no, actuar sobre el otro pilar fundamental, “reforzar el sistema público de cuidado”, por ejemplo, haciendo efectiva la Ley de Dependencia. “Hay una cartera de servicios y prestaciones que son insuficientes, solo un parche”, apunta Luis González.
Labor de Acufade
Desde Acufade trabajan de manera coordinada con otras entidades especializadas en la integración de personas migrantes, ofreciendo talleres formativos a cuidadoras migrantes para que conozcan sus derechos y los recursos que hay, a la vez que mejorar su competencia a la hora de cuidar y también poder prevenir riesgos laborales y de salud que están asociados al cuidado.
Además, tiene convenios con otras empresas que se encargan de la contratación de cuidadoras, “la mayoría de ellas, mujeres migrantes”. “Facilitamos a las familias con las que intervenimos los contactos e información de los recursos para darles alternativas”, explica.
La única respuesta por ahora
Ante el envejecimiento de la población y con ello la mayor esperanza de vida, el principal reclamo son trabajadores en el sector de los cuidados y ahí es donde las personas migrantes juegan un papel fundamental.
“Es una cadena que se realimenta constantemente porque el sistema público no está dando una respuesta efectiva en tiempo y forma”, concluye. “Hasta que no se refuerce, las familias seguirán cuidando en precariedad y recurriendo, como única alternativa, al apoyo de personas migrantes”.
