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Sociedad

Turismofobia o malestar: ¿qué sienten los canarios?

Canarias recibió en enero a 1,32 millones de turistas extranjeros, un 9,2% más que en 2023, lo que supone la cifra más alta de su historia para el primer mes del año

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Pintada contra el alquiler vacacional en una calle de La Laguna, Tenerife / AINOHA CRUZ AH

El concepto de turismofobia ha ido calando en el grueso de la población canaria, sobre todo tras finalizar la pandemia, cuando una gran parte de la ciudadanía del Archipiélago fue consciente de que había algo que fallaba en el modelo económico del turismo de masas. “Es un concepto que utiliza un antropólogo, Manuel Delgado, en 2007 cuando escribe una columna en un periódico, pero hablaba de turistofobia”, empieza a explicar Pablo Díaz, antropólogo, docente e investigador del Instituto Universitario de Investigación Social y Turismo de la Universidad de La Laguna (ULL). “Él apuntaba a una cosa muy importante que es clave en este momento: decía que el problema no es que hubiera turismo, sino que solo hubiera turismo. Entonces, la turismofobia se traduce como el odio al turismo cuando en realidad, etimológicamente, sería miedo al turismo”. 

“Sin embargo”, continúa, “tampoco creo que sea eso, porque el turismo siempre ha existido y siempre ha generado efectos —no siempre negativos”. Para el docente de la ULL, el problema está cuando la gestión turística se orienta más hacia lo de fuera que hacia lo local. 

Turismofobia o malestar

Entonces, ¿qué engloba el concepto de turismofobia que tanto boom tiene actualmente en los discursos políticos y sociales de Canarias? “No es un rechazo al turismo, es una manifestación del malestar de las poblaciones locales ante ciertos modelos turísticos que, en este caso, sería el turismo de masas”, apunta Díaz. Aparece aquí el concepto de “gentrificación turística” y problemas como “las viviendas vacacionales, las zonas tensionadas, la subida de los alquileres o la sustitución de los negocios tradicionales” y todo esto se produce por parte de una “población exógena que son los turistas”. 

“Crece, entonces, ese malestar de ‘no puedo ir a este sitio porque es turístico’, ‘no puedo vivir en mi barrio porque no puedo pagar alquiler’, ‘no puedo ir a la cafetería de siempre porque ahora es una franquicia’. Te vas quedando sin espacios y, ante esa realidad, hay gente que reacciona porque se pregunta qué pasa con lo suyo”, ilustra el investigador. 

Punto de inflexión 

En el análisis del turismo en España hay determinados hitos que pueden hacer reflexionar a las poblaciones locales sobre este modelo económico. “El concepto de turismofobia se pone de moda en España en 2017, cuando unos extranjeros salen desnudos a la calle en plena Barcelona en una zona donde hay familias desayunando, gente paseando… Esa fue la gota que colmó el vaso y determinados colectivos reaccionaron”. 

Y en Canarias ese punto de inflexión se encuentra en la pandemia. Díaz, junto a un equipo de trabajo, realizó varias encuestas y entrevistas sobre la percepción social del turismo en las Islas durante y después de la pandemia. “Preguntamos sobre si el turismo es bueno para los barrios o para el patrimonio y salían muchas contradicciones” porque muchas personas aseguraban que sí era bueno. No obstante, “cuando desglosabas las preguntas —si afecta a la delincuencia, a la suciedad, a la subida de los precios, al alquiler y falta de vivienda— la respuesta era en su amplia mayoría que sí afectaba”. 

Una pegatina en una señal de Tenerife / ATLÁNTICO HOY

Recolonizar

Otra pregunta clave en este estudio fue si los encuestados veían una redistribución de los beneficios del turismo y solo el 7% defendió que el reparto era justo. “Entonces, si me dices que vivimos y dependemos del turismo, pero luego la gente de la calle dice que el dinero de esto se va fuera y encima tenemos una de las tasas de pobreza más altas del país, es que algo está pasando”. 

Asimismo, en ese mismo trabajo se hablaba de una “recolonización de los espacios tras la pandemia”, es decir, locales que antes no iban a lugares como Las Américas, durante la pandemia, cuando no había turistas, empezaron a volver a esas espacios y se dieron cuenta de que realmente les gustaba estar ahí