Abdoulie Bah, un joven gambiano de 19 años, murió tras recibir cinco disparos de la Policía Nacional en el Aeropuerto de Gran Canaria durante un brote de esquizofrenia, en el que atacó a un taxista y a los agentes con un cuchillo de grandes dimensiones. Su historia comenzó mucho antes, cuando llegó solo en patera siendo menor de edad y fue acogido por el sistema de protección. Como tantos otros jóvenes migrantes extutelados, quedó a la deriva al cumplir los 18 años, sin apoyo real ni atención a su salud mental. Lo ocurrido revela un fallo estructural: un sistema que no hace seguimiento efectivo y que deja abandonados a los más vulnerables. Los policías, ahora en el centro del debate, actuaron ante una amenaza real, pero quizás con una táser el desenlace habría sido otro. Este no es solo un caso de inmigración, ni solo un caso policial: es un fracaso colectivo. Abdoulie Bah no era un número. Era una vida que pudo ser salvada.