En las alturas de una isla que muchos identifican solo con playas, hay un lugar que se desmarca del tópico. Allí, las casas parecen rozar las nubes y los días se deslizan con la lentitud de la tradición.
No es un destino turístico al uso. No hay grandes centros comerciales ni playas abarrotadas. Lo que hay aquí es historia, naturaleza y un legado rural que se ha conservado pese al paso del tiempo. Un sitio para respirar diferente en Canarias.
Un municipio entre montañas
Este pueblo se encuentra a más de 1.500 metros sobre el nivel del mar, siendo el más alto de todo el archipiélago. Su entorno montañoso lo ha mantenido relativamente aislado, y eso ha sido una bendición: aquí la cultura local se conserva intacta y el respeto por la tierra es evidente en cada rincón.
Rodeado por otros municipios del sur de su isla, este lugar no tiene acceso al mar, pero compensa con paisajes volcánicos, pinares frondosos y rutas de senderismo que atraviesan auténticos tesoros naturales.
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Historia y origen del nombre
Su nombre guarda una leyenda romántica. Cuentan que un conquistador castellano, al ver a una joven guanche, exclamó maravillado: “¡Vi la flor de Chasna!”. De ahí nace el topónimo. Y con él, siglos de historia anclada en la agricultura, la fe y la vida comunitaria.
En sus calles aún se respira ese pasado agrícola, de campos de papas, frutales y viñedos que ahora forman parte de uno de los enclaves vinícolas más altos de España.
Naturaleza protegida
El municipio está incluido en varias zonas de la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos, como el Parque Nacional del Teide, la Corona Forestal y el Paisaje Protegido de Ifonche. Desde aquí parten rutas de senderismo para todos los niveles: desde paseos familiares hasta travesías exigentes como el Camino Natural Anaga-Chasna.
Una de las más recomendables lleva al mirador del Sombrerito, una elevación de 2.400 metros que ofrece vistas espectaculares del sur de la isla y del majestuoso Teide.
Tradición, vino y fe
Este lugar vio nacer a Pedro de San José Betancur, el primer santo canario, cuyo legado aún perdura. En su iglesia, tres cipreses plantados por él siguen custodiando la entrada. Además, en los últimos años, sus bodegas han cobrado protagonismo con vinos de altura reconocidos por la DOP Abona.
Aquí, tradición y naturaleza van de la mano. Y si alguna vez buscas un lugar donde mirar las nubes desde abajo y vivir el silencio, este pueblo de altura te está esperando.
