No es difícil pasar por este rincón tinerfeño y no adivinar lo que esconde bajo su superficie. A simple vista, su encanto radica en la arquitectura tradicional, el aroma a parra vieja y la silueta del Teide al fondo. Pero a unos pasos del centro histórico, donde las leyendas parecen mezclarse con la bruma del Atlántico, se abre una puerta a otro mundo. Un viaje al corazón mismo de la isla.
Allí donde el silencio se vuelve roca y la oscuridad toma formas fascinantes, el visitante se convierte en testigo de un documental en vivo, con cascos de luz en la frente y la promesa de caminar por un paisaje forjado por el fuego.
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Una cueva de lava
Hablamos de Icod de los Vinos, donde se encuentra la asombrosa Cueva del Viento, el tubo volcánico más largo de Europa y el quinto del mundo. Este fenómeno geológico se formó hace aproximadamente 27.000 años, tras una erupción del volcán Pico Viejo, dejando tras de sí una red de más de 18 kilómetros de túneles.
Por ahora, se puede recorrer un tramo de 1,5 km con dificultad media, pero se siguen descubriendo nuevas galerías. La experiencia incluye una charla introductoria, un traslado a la zona forestal, caminata y recorrido subterráneo con guía. Sin luz artificial, los visitantes reciben un casco con linterna individual para vivir la experiencia como auténticos espeleólogos.
El nombre de la cueva se debe a las constantes corrientes de aire que la recorren. A lo largo de sus cavidades se han encontrado 190 especies, 15 de ellas nuevas para la ciencia. El entorno es tan frágil y especial que aún quedan ramificaciones sin explorar, y su biodiversidad continúa siendo objeto de estudio.
Entre dragos milenarios
Más allá del subsuelo, Icod de los Vinos ofrece también iconos que han marcado su historia y cultura. El más célebre es su Drago Milenario, un árbol venerado desde la antigüedad con más de 800 años, 17 metros de altura y 150 toneladas de peso. Este ejemplar, símbolo de la isla, se encuentra en un jardín botánico que recibe miles de visitantes al año y representa la conexión entre naturaleza, misticismo y tradición que caracteriza al municipio.
Visitar este lugar es adentrarse en una Canarias menos conocida, lejos de las rutas más turísticas, donde la geología, la historia natural y la identidad insular se entrelazan en un mismo paisaje. Un tesoro oculto que merece ser contado.