Hay gestos que nacen para recordar lo esencial: la relación entre una isla y sus montes, entre quienes la habitan y la vegetación que sostiene sus paisajes. Con motivo del Día del Árbol Canario, celebrado el pasado 30 de noviembre, el Cabildo de Tenerife ha puesto en marcha una iniciativa que invita a mirar hacia el patrimonio forestal con una mezcla de responsabilidad y gratitud.
El Centro de Recuperación de Fauna y Flora Silvestre La Tahonilla, en La Laguna, se convierte estos días en punto de encuentro para quienes desean llevarse a casa un fragmento de ese patrimonio: un ejemplar de faya, entregado de manera gratuita en una acción con vocación educativa.
Reparto hasta el 12 de diciembre
La campaña, impulsada a través del área insular de Medio Natural, Sostenibilidad y Seguridad y Emergencias, permanecerá activa hasta el viernes 12 de diciembre. La entrega de plantas se realiza exclusivamente de lunes a viernes, en horario de 09:00 a 14:00 horas, en las instalaciones del centro situadas en la Carretera de La Esperanza, kilómetro 0,4.
El Cabildo señala que esta iniciativa no es solo un obsequio simbólico, sino una forma de acercar a la ciudadanía a la necesidad de proteger y conservar los bosques de la isla, fomentando el conocimiento del valor ecológico de sus especies.
Una flora singular
La consejera insular Blanca Pérez destacó que Canarias, y especialmente Tenerife, albergan una flora “única en el mundo”, con un elevado número de especies autóctonas y endémicas. En este contexto, el Día del Árbol Canario se plantea como una oportunidad para subrayar la importancia de preservar este legado natural frente a los retos climáticos y ambientales actuales.
La acción divulgativa busca, además, combatir la pérdida de biodiversidad y reforzar la conciencia colectiva sobre el mantenimiento de montes, barrancos y espacios naturales que forman parte de la identidad insular.

El vivero de La Tahonilla
El centro de La Tahonilla desempeña un papel clave en esta tarea. Dispone de un vivero especializado en la producción de plantas destinadas a programas de restauración ecológica y recuperación del bosque termófilo, uno de los ecosistemas más sensibles del territorio insular.
Cada año se producen en sus instalaciones alrededor de 30.000 plantas de unas 50 especies diferentes, una labor que combina conservación, repoblación y divulgación ambiental. Además, el vivero ofrece a la ciudadanía la posibilidad de adquirir especies canarias, fomentando su cultivo en jardines particulares y espacios urbanos.
La faya, un árbol histórico
El ejemplar que se entrega en esta campaña es la faya (Morella faya), un árbol presente en los dominios del Monteverde, en pinares mixtos y en zonas húmedas del bosque termófilo. Aunque no es una especie exclusiva de Canarias, forma parte esencial de los montes de laurisilva y constituye una de las piezas clave de los paisajes macaronésicos.
Se trata de un árbol de porte medio, que puede alcanzar hasta 20 metros de altura. Sus hojas son simples, sus flores discretas y sus frutos —conocidos como fayos, creces o erúes— tienen un sabor dulzón cuando maduran, aunque presentan cierta astringencia.
Un vínculo cultural antiguo
Desde tiempos aborígenes, estos frutos fueron utilizados como alimento. Tras secarlos al sol y molerlos, se elaboraba con ellos una harina similar al gofio, que formaba parte de la dieta tradicional. Este uso histórico otorga a la faya un valor cultural además de ecológico, conectado con las prácticas de subsistencia de los antiguos pobladores.
La tradición oral también atribuye propiedades anticatarrales a la infusión de sus flores, un remedio doméstico que ha pasado de generación en generación en algunas zonas rurales de las islas.

Aprovechamiento forestal
La faya es, además, una de las especies con mayor utilidad dentro del aprovechamiento forestal en Canarias. De su madera se han obtenido varas para cultivos agrícolas, mangos de herramientas y otros aperos utilizados en la labranza. En tiempos pasados, también se empleó en la elaboración de muebles por su resistencia y facilidad de trabajo.
Este conjunto de usos convierte a la faya en un árbol especialmente apreciado, tanto por su capacidad de regeneración como por su importancia en los ecosistemas húmedos del archipiélago.
Conectar con el bosque
El reparto gratuito de ejemplares ofrece a la ciudadanía la oportunidad de participar activamente en la conservación del patrimonio natural. Plantar una faya es, en sí mismo, un gesto simbólico: un recordatorio de que la protección de los montes empieza por pequeñas acciones individuales capaces de sumar en la escala colectiva.
A medida que diciembre avanza, La Tahonilla continúa recibiendo visitantes que buscan contribuir a este esfuerzo. Un árbol, una maceta y un gesto: a veces, la conservación comienza así.