El anuncio de que el Gobierno de Canarias ha dado luz verde al proyecto para construir un tercer carril en la autopista TF-5, en el tramo comprendido entre Guamasa y el aeropuerto Tenerife Norte, ha sorprendido a los los vecinos de la zona, que aunque conocían el proyecto no se esperaban que estuviera tan avanzado porque no les habían informado.
Se trata de una actuación de 3,6 kilómetros, con un presupuesto de 66,4 millones de euros y un plazo de ejecución de 35 meses, que pretende aliviar uno de los puntos más críticos de los atascos diarios en Tenerife. El proyecto prevé la remodelación de los enlaces de Guamasa, San Lázaro y El Púlpito, además de un nuevo acceso directo al aeropuerto.
Sobre el papel, la obra suena a solución urgente para un problema enquistado. Pero en Guamasa, donde la autopista corta literalmente el barrio en dos, las reacciones son de desconfianza. el presidente de la Asociación de Vecinos confiesa a Atlántico Hoy que se enteraron “una vez más por la prensa, a través de declaraciones en rueda de prensa de la presidenta del cabildo”. Lo dice con cierta resignación, porque no es la primera vez que ocurre. “Estamos en el centro del meollo y no sabemos cómo nos va a afectar. Lo lógico sería que, si ya hay un presupuesto cerrado, informen cuanto antes a los vecinos colindantes”, reclama.
El recuerdo de los cierres
La desconfianza se alimenta de experiencias previas. No hace mucho, el cabildo ensayó el cierre del acceso de Guamasa a la TF-5 en horas punta. La prueba duró apenas unos días, pero dejó huella. “Hace un año hicieron las pruebas de cortar la salida de Guamasa. Dijeron que la autopista fluía, pero colapsaron todas las carreteras anexas. Hubo quejas hasta de gente que vivía en Punta del Hidalgo o en Ravelo, porque se bloquearon las vías secundarias”, relata el presidente de la asociación.
Tras la prueba, la Dirección General de Tráfico (DGT) avaló la medida en un informe fechado en diciembre de 2023. En ese documento, la DGT reconocía que el cierre había permitido mejorar la fluidez del tráfico entre un 10 y un 15 %, pero advertía que su eficacia “depende de que se acometan actuaciones complementarias en las vías alternativas, ya que de lo contrario se trasladarían las retenciones a las carreteras adyacentes”.
Sugerencias de la DGT
El informe detallaba incluso qué debía hacerse: “Eliminar o modificar la rotonda existente en la TF-235, que obliga a los vehículos que circulan por la vía a ceder el paso”, “habilitar el carril que discurre paralelo a la TF-235 y que en la actualidad se encuentra cerrado con barreras físicas” y “prolongar el carril de incorporación de la TF-152 a la TF-5, ya que su escasa longitud genera retenciones”.
Para los vecinos, aquellas promesas nunca pasaron del papel. “Se quedó en nada. Dijeron que lo iban a retomar, que incluso planteaban poner unas barreras tipo parking para regular la entrada, pero no se volvió a saber más. Y ahora nos anuncian el tercer carril, pero seguimos sin información directa”, lamenta el presidente.
Algunas de aquellas recomendaciones de la DGT parecen haberse recogido en el nuevo proyecto del tercer carril, como la prolongación de varios carriles de aceleración en los enlaces de Guamasa y San Lázaro.
El proyecto sobre la mesa
El expediente del tercer carril, aprobado en mayo por la Comisión Autonómica de Evaluación Ambiental, recoge algunas de esas preocupaciones. En la documentación oficial se señala que el trazado desplazará el eje de la autopista hacia el norte “evitando así la expropiación de los inmuebles, provocando las afecciones principalmente a la terciana existente entre la TF-5 y la carretera TF-152”. En otras palabras: no se tocarán casas, pero sí se ocuparán terrenos colindantes, desde taludes y zonas ajardinadas hasta pequeñas huertas familiares.
El proyecto calcula una ocupación de 18.716 metros cuadrados de nuevo suelo y movimientos de tierra de más de 41.000 metros cúbicos. El impacto, según el propio documento, será permanente en términos paisajísticos. Para compensarlo, se prevé revegetar más de 50.000 metros cuadrados y trasplantar ejemplares de palmera canaria. A ojos de los técnicos, se trata de medidas de integración ambiental; para los residentes, de una promesa difícil de contrastar. “Aquí hay vecinos que tienen el muro de su casa pegado a la autopista. Queremos saber qué va a pasar con ellos”, insiste el representante vecinal.
El ruido que no cesa
Otro de los puntos más sensibles es el ruido. El informe ambiental reconoce que ya hoy existe población expuesta a niveles superiores a lo permitido por ley. Durante los 20 meses de obra, con excavaciones, camiones y maquinaria pesada, el impacto acústico será aún mayor.
La Dirección General de Salud Pública consideró insuficiente la previsión de limitarse a una “inspección visual” de las emisiones y exigió mediciones instrumentales periódicas en las viviendas cercanas. Lo mismo ocurre con el polvo en suspensión: la proximidad de casas a menos de cincuenta metros de la calzada convierte la cuestión en un problema de salud pública.
Los vecinos temen que se repita lo vivido en la prueba del cierre: improvisación, colapso en las vías secundarias y nula comunicación con la ciudadanía. “Aquí nadie nos explica nada. Publican un anuncio o hacen una rueda de prensa, pero después no hay una segunda parte, no hay una reunión para decirte cómo se hará ni cómo nos afectará. Tienes que ir tú a preguntar”, critica el presidente.