El poeta no conoce su destino, ni el título de sus libros. Quiere ser militar. Pasearse con el sable atravesado y mantener a su madre y a sus hermanas. Todavía vive su padre, pero el poeta ya anticipa su inminente futuro. Tendrá que dejar todo en poco tiempo para mantener a su familia porque fallecerá su padre; pero no podrá acabar esa carrera militar y tendrá que ir de un trabajo a otro, en oficinas, en periódicos, con la colonia inglesa y, al final, en la Junta de Obras del Puerto. El poeta oficinista como Fernando Pessoa. El escritor ordenando papeles y facturas como Franz Kafka. Está en Alcoy, con frío y sin amigos. Tiene dieciocho años y le escribe a un buen amigo. Alonso Quesada, que aún es Rafael Romero Quesada, y que utiliza otros seudónimos cuando escribe en los periódicos, porque el poeta ya está escribiendo en los periódicos y, como Larra, comenzará con poemas satíricos, también está preocupado por las perras y le dice a su amigo que le escriba al cuartel donde está el padre para ahorrarse el dinero del cartero.
Todo esto aparece en una carta, hasta ahora desconocida, de Alonso Quesada que publica Atlántico Hoy. Entre otras cosas, aparece la dirección de la casa de Alcoy en la que vivió el poeta, un dato que creo que hasta ahora era desconocido porque siempre se creía que había vivido en el propio cuartel en el que estaba destinado el padre. Pero lo que uno encuentra en esta misiva es esa vida que llevará luego, siempre pendiente del trabajo, siempre con ese halo melancólico y solitario, con frío en el cuerpo que también se presiente en su alma, el alma del poeta que este año protagoniza el Día de Las Letras Canarias, para mí uno de los más grandes poetas que he leído, alguien marcado por el dolor y la mala suerte con la salud, pero dotado de una capacidad literaria con la que se rearma ante su destino, y lo hace con emoción y con ironía al mismo tiempo, con destellos filosóficos cuando mira al mar y con ojos de cronista social cuando observa el día a día de sus paisanos desde las páginas del periódico.
Mucho de todo lo que es Alonso Quesada se escribe en una carta en la que él no conoce los pasos que sí conocemos los que estamos por aquí más de cien años después de que fuera escrita. Miro el trazo bello de esa letra que aprendió a dibujar en el colegio de San Agustín, cerca de Tomás Morales o de Néstor Martín Fernández de la Torre, y siento un escalofrío al saber que con esa misma letra se trazarán luego los versos que tantas veces han ido desbrozando los caminos más difíciles de la vida, como los trazó él desde un principio, con arte y valor como decía Galdós, curando el viejo dolor que siempre volvía, el de la ciudad extraña que uno intuye que es esa desde la que escribe.