El compositor y director musical Gonzalo Díaz Yerro es el responsable de dar forma sonora y emocional a Negrín, la ópera, una obra que rescata la figura del científico y político canario Juan Negrín López desde una mirada contemporánea.
En esta entrevista con Atlántico Hoy, el compositor desgrana los retos de dar vida a una obra inédita, la relación entre música y escenografía, y cómo los recuerdos familiares de Negrín —recogidos a través de su nieta Carmen— se entrelazan con los grandes episodios históricos de su tiempo.
Lenguaje cinematográfico
[Pregunta] ¿Cómo nació la idea de convertir la figura de Juan Negrín en una ópera? ¿Qué te atrajo de su historia personal y política?
[Respuesta] Todo comenzó hace diez años cuando visité la Fundación Juan Negrín para ver una exposición sobre él. Fue una sorpresa enorme. Pensé: “Este hombre tuvo una vida de película”. Y dije, bueno, una película no puedo hacer porque, aunque he trabajado para cine como compositor, no soy productor. Pero una ópera sí, y justo estaba coqueteando con la idea de escribir una. Le veía como un Orfeo moderno, alguien que quiere salvar su ideal o su idea de España y al final lo pierde todo. Me pareció un motivo precioso. En aquella exposición había utensilios del laboratorio que él usaba, y al verlos ahora en escena me ha recordado a ese momento, porque es muy parecido a lo que vi. Solo que ahora todo está transformado en música, en escenografía, en emoción.
A nivel musical, ¿cómo converge toda la historia del Negrín en un género como la ópera?
Estudié composición clásica en Viena, pero también he trabajado muchos años en bandas sonoras. Siempre me fascinó la ópera porque es el lugar donde confluyen todas las artes, en directo. Y con el tiempo entendí que el lenguaje cinematográfico se ha nutrido muchísimo de la ópera: las series, los videojuegos, las películas… esos códigos emocionales vienen de ahí. Así que decidí unir los dos mundos: la visión operística y la mirada contemporánea, más cinematográfica. Eso permite conectar con públicos distintos. El público de ópera de toda la vida reconocerá guiños a la tradición, pero los jóvenes, que han crecido con Netflix o el cine, se sentirán dentro de un lenguaje musical que les resulta familiar.

Anécdotas del pasado
La ópera recorre las distintas facetas de la vida de Negrín —el científico, el político, el abuelo—. ¿Cómo convergen esos mundos en lo musical y lo escénico?
Es un poquito difícil responder a esa pregunta sin desvelar lo que el público va a ver, así que no puedo dar mucho detalle (ríe). Pero a lo largo de los dos actos, que duran unas dos horas y media con una pausa en medio, veremos cómo los momentos familiares y los históricos están completamente entrelazados. No sabemos muy bien qué son recuerdos, qué son memorias que atormentan o qué son momentos felices del pasado. Todo eso él lo vive desde una especie de ensoñación, pero también dentro de su día a día.
Vamos a ver a los nietos de Negrín, interpretados por Mario Méndez y Carmen Sosa. La propia nieta de Negrín, que va a venir al estreno, me contó muchas anécdotas que luego adaptamos a la narrativa. Ella recordaba cómo su abuelo hablaba con ellos de su vida, de sus valores, de sus experiencias. No lo ocultaba, simplemente lo contaba con naturalidad, adaptándolo a la edad de los niños, que entonces tenían nueve y diez años.
Esos recuerdos infantiles han articulado buena parte de la ópera. Pero luego todo eso se entrelaza con el Negrín histórico: el de los escritos, los discursos, los artículos. Prácticamente todas las palabras que se escuchan en boca de Negrín proceden o bien de esas memorias inéditas de su nieta Carmen, o bien de textos del propio Negrín, adaptados al contexto escénico. Habrá momentos muy intensos relacionados con su labor científica, con la Guerra Civil y con ese preludio de la Segunda Guerra Mundial que asoma en su vida... y hasta ahí puedo leer.
Un desafío enorme
¿Qué retos encontraste al componer y montar esta ópera?
El reto fundamental fue condensar un personaje de tales dimensiones históricas en dos horas y media. Eso fue muy difícil. Y después, durante los ensayos, el desafío ha sido enorme, porque en una ópera nueva todo parte de cero. En La Traviata, todos saben cómo suena. Aquí, no. Solo yo conocía la partitura hasta que empezamos. Eso exige mucho a los cantantes, a la orquesta, a todo el equipo. Pero el proceso ha sido precioso. Con Israel Reyes en la dirección escénica, José Díaz Guadalupe en la dirección artística, y Carlos Braida en la escenografía, hemos creado un universo desde cero. La iluminación de Iván Negrín —que no tiene parentesco con Juan Negrín, curiosamente— es una maravilla.
Y quiero destacar también al coro Súbito Koral, que tiene un entusiasmo y una energía increíbles, y a la Orquesta Inegale, que debuta profesionalmente con esta obra. Son músicos que llevan tocando juntos desde niños, muchos de ellos formados aquí y fuera, y ahora dan este paso con nosotros. Es un momento de emoción colectiva, porque hay generaciones trabajando unidas. Y, por supuesto, nada de esto sería posible sin el apoyo de la Consejería de Cultura del Cabildo, el Gobierno de Canarias y la Fundación Auditorio Teatro.
¿Qué esperas que el público descubra de Juan Negrín al ver esta ópera?
Espero que vivan el mismo descubrimiento que yo tuve en aquella exposición: ese “¡guau! ¿Quién era este señor?”. No se trata de dar una lección de historia, sino de despertar la curiosidad, de provocar el deseo de saber más sobre él. Que la gente salga del teatro queriendo buscar, leer, preguntar. Juan Negrín fue un personaje fundamental en la historia de Canarias y de España, y merece que volvamos a mirarlo, pero con humanidad, con emoción.

