Lo que es y lo que parece

Vivir es ese juego en el que uno tiene que perder el miedo a los azares y aprender a navegar por las aguas del destino

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Uno dobla una calle y no sabe quién viene del otro lado, como no sabes qué acontecerá en la página siguiente del libro que lees
Uno dobla una calle y no sabe quién viene del otro lado, como no sabes qué acontecerá en la página siguiente del libro que lees

Quizá la vida tenga algo de máscara. Ni siquiera nosotros, que formamos parte de ella, logramos entender a veces su teatro. Salimos a escena y tratamos de interpretar el papel que nos toca de la mejor manera posible, y luego abandonamos el escenario y todo lo que nos queda es lo que amamos, lo que viajamos, lo que leímos y lo que fuimos aprendiendo en medio de los papeles que nos daban. No creo que haya otro animal que se vea a sí mismo como un personaje o que trate de entender todo ese juego del azar que nos hace coincidir con un amor inolvidable, con un paisaje o con un instante que ni siquiera somos capaces de contar con palabras, la luz última de una tarde en el océano, la melodía de un piano en una calle de una ciudad de paso o el dibujo inesperado de unas nubes que también pasan en medio del olvido y del asombro.

Uno dobla una calle y no sabe quién viene del otro lado, como no sabes qué acontecerá en la página siguiente del libro que lees o en la mañana que despiertas pensando que es como cualquier mañana sin darte cuenta de que ni las flores, ni las hojas secas son las mismas que viste antes de acostarte. Cuando eres niño buscas referentes para entender esa vida, deportistas, familiares, cantantes, profesores, personas que nos ayuden a ver lo que no somos capaces de comprender en ese magín que, sin embargo, sabe más de lo que piensa, e intuye mucho más de lo que sabe. Cuando vas cumpliendo años, ya eres tú el único que puedes darte alguna respuesta, aun sabiendo que cada vez que buscas acercarte al enigma sólo te aparecen más preguntas sin respuestas, o con la única posibilidad de responder si aprendes otra vez a ser el niño intuitivo que un día dejaste en el camino confiando en consejos que no siempre nos acercaban a la sabiduría.

Vivir es ese juego en el que uno tiene que perder el miedo a los azares y aprender a navegar por las aguas del destino. Ahora que llega el verano y que las hogueras han quemado lo que sobra, quizá va siendo hora de elegir lo que vale la pena para tratar de salvarnos de lo que no es más que una farsa con faramalla de cartón piedra. Toda esa campaña electoral es un mal sueño shakesperiano, lo que no esperábamos justo cuando lo único que esperábamos era alejarnos un poco de ellos y de su ruido mediático, porque casi todo es eso, traca mediática que sabes que se acabará quemando en las promesas. Y lo peor es que esa marea llegará a agosto, justo cuando podíamos conectar un poco más con nosotros mismos lejos de las noticias de todos los días en los periódicos. No dejarán espacios para los reportajes de la gente que hace cosas curiosas en sus casas, que inventa objetos casi imposibles, o para los estudios de esas universidades con nombres rimbobantes que nos contaban las maravillas de subir escaleras, de beber cerveza, o que nos hablaban de los días bisiestos que eran realmente nuestros. Ahora casi todo está orquestado en los departamentos de prensa, publicidad y marketing, lo que dicen los políticos sin llegar a creérselo y lo que ya no nos creemos nosotros ni en verano, ni en invierno.