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Detalle de la portada de Canon de cámara oscura publicado por Seix Barral

Fantasistas y fracasistas

El escritor Altobelli es el punto ciego de 'Canon de cámara oscura', el último libro de Enrique Vila-Matas

El futbolista Altobelli era un fantasista. El escritor Altobelli es un fracasista. Fantasea quien fracasa y fracasa quien fantasea. El escritor Altobelli es el punto ciego del último libro de Enrique Vila-Matas, Canon de cámara oscura, la novela donde los Denver-7, esos seres que no son humanos aunque tengan toda la apariencia de compartir con nosotros los huesos y algunos miedos, ya están en nuestras calles.

El protagonista de la novela de Vila-Matas ha de aligerar su biblioteca y colocar en una estancia oscura los libros que elige siguiendo ese azar que guía casi todos los escritos y las vivencias del escritor catalán. Uno se deja llevar y aprende siempre con Vila-Matas, también del fracaso, de La tentación del fracaso de Ribeyro, que es de los primeros que aparece en el canon, o de Melville, Laurence Sterne, Kafka, Musil o Valéry. Siempre es una clase de literatura leer a Vila-Matas, una clase que no te das cuenta de que lo es porque vas saltando de una cita a otra, con la sinrazón de la escritura y la búsqueda de la razón de la existencia. Todo perdido, por supuesto. Fracasando mejor, como escribía Samuel Beckett, para seguir aprendiendo. Porque quien escribe aprende que lo esencial, como se nombra tantas veces en el libro, es indecible: lo que se busca, lo que se sueña antes de sentarnos en la mesa, e incluso lo que uno cree que ha escrito y que luego no es lo que era cuando regresamos a corregir el borrador o a dar el visto bueno a las galeradas. Por eso siempre se regresa, para volver a intentarlo mejor; pero con el tiempo uno aprende de los Altobellis, ese escritor que sale de la mente Vilamatiana, y todo se vuelve más fácil siendo cada vez más incomprensible el mercado de los libros y de la propia existencia. Se resiste leyendo y escribiendo.

Después de un momento delicado de salud, Vila-Matas nos regaló esa maravilla con la sombra de Cortázar que fue (y que es, porque lo que se escribe nunca se pierde) Montevideo. Ahora regresa siguiendo el hilo de todos sus libros y retomando el otro hilo que lo llevó a esos libros, el de los imprescindibles en ese canon con el que tantos hemos aprendido un poco más a orientarnos en este caos tecnológico que, como hemos visto, se puede apagar en cualquier momento. Desde El Mal de Montano a Doctor Pasavento, desde París no se acaba nunca a Dublinesca, desde Mac y su contratiempo a Bartleby y compañía, todo ese universo de los dobles, los que renuncian, los perdedores y los que se encierran confluyen en un sueño literario de alguien que nos ha ayudado a desbrozar muchos caminos con sus aportaciones y sus descubrimientos de autores que no aparecían en los radares más cercanos.

Como dice Altobelli, “sin las sombras, los libros que tanto nos gustan no serían nada”. Por eso, asumiendo el fracaso de todo lo indecible, seguimos leyendo, aprendiendo y tratando de escribir. Lo hacemos para orientarnos en esas sombras de nosotros que solo encontramos entre los espacios en blanco de algunos libros y de todas esas palabras que, siendo las mismas, son siempre diferentes según quien las escriba y quien logre arponearlas, como escribía Ribeyro, antes de que se escondan y se escapen.