La disciplina. La confianza en el tiempo. El trabajo. La mirada a la vida con valentía. La novela como refugio y también como venganza ante el destino. Flaubert o Víctor Hugo como faros para no desorientarse. La coherencia del pensamiento aunque fuera contra corriente. Y los libros, nada menos que los libros que a muchos nos cambiaron la vida y la concepción de la literatura. Yo empecé con Pichulita Cuéllar un verano con 17 años en el Puerto de Las Nieves, pero hubo una novela, sigue habiendo una novela, y habrá siempre una novela, a la que regreso para seguir aprendiendo: Conversación en La Catedral. Ha habido muchos otros libros de Mario Vargas Llosa que elegiría entre los libros que me han marcado, sobre todo esa maravilla que es La fiesta del Chivo, con Urania Cabral emparentándose con el Cuéllar de Los Cachorros o con Santiago Zavala, Zavalita, viendo amanecer desde la puerta de la redacción de La Crónica sin amor.
Son muchos los personajes vivos que deja Mario Vargas Llosa, los personajes que serán eternos en la literatura, como lo son Alonso Quijano, Emma Bovary o Julián Sorel. Y esa es la razón de la novela, crear vida donde no había nada, y poner alma donde no había nadie que nos ayudara a entender ese arcano incomprensible de nuestra existencia. También deja una lección de literatura que debería leer todo el que quiera acercarse a la República de las Letras: Cartas a un joven novelista. Mario te cuenta que solo se aprende a escribir con esfuerzo, con lecturas y con una insistencia que esté fuera de todos los mercados, las modas y los vaivenes de la gente que puedas tener cerca.
Él escribía para darle sentido al mundo, para vengarse de aquel padre que le robó el paraíso de la infancia, para compensar la brevedad de la existencia y, sobre todo, para quedarse para siempre. Y ahí sigue, vivo y eterno, en las bibliotecas. Le debemos mucho a Mario Vargas Llosa. Los que escribimos y los que buscamos en las novelas ese mundo que nos redima de la grisura o de la tristeza con la verdad que solo pueden alumbrar las mentiras de las novelas cuando se cuentan conociendo el oficio y tratando de entender la vida, que es al final lo único que realmente nos importa y nos interesa.
