El arte a veces se esconde entre las sombras de los grandes nombres. Mientras los focos del siglo XX se dirigían a genios como Picasso o Dalí, un artista nacido en Tenerife trabajaba en silencio, dejando una huella profunda en el movimiento surrealista. Su figura, a medio camino entre lo onírico y lo visceral, fue inmortalizada por uno de los grandes cineastas europeos… aunque casi nadie lo recuerda.
En 1947, el joven director francés Alain Resnais —quien años más tarde firmaría clásicos como Hiroshima, mon amour— rodó un cortometraje titulado Visite à Oscar Dominguez. La pieza, de apenas seis minutos, es una joya del cine documental experimental, en la que la cámara observa sin intervenir, sin voz, sin prisas.
El artista canario
El protagonista, obviamente, es Óscar Domínguez, pintor nacido en La Laguna en 1906 y considerado uno de los grandes exponentes del surrealismo internacional. En el corto, se le muestra en su estudio, aislado del bullicio parisino, en un retrato íntimo que revela tanto su arte como su soledad.
Domínguez fue admirador de Picasso y discípulo de André Breton, pero desarrolló un lenguaje propio dentro del surrealismo. Su obra, marcada por lo simbólico, lo onírico y lo corporal, fue a menudo ignorada por los grandes relatos del arte español, centrados en la península. Sin embargo, su influencia traspasó fronteras y Visite à Oscar Dominguez es prueba de ello.
Seis minutos
El corto, aunque simple en su factura, tiene un magnetismo casi hipnótico. La ausencia de sonido potencia la presencia del artista, que parece hablar a través de sus pinceles. La figura de Óscar Domínguez merece ser rescatada. No solo por su talento, sino por ser un referente que llevó el nombre de Canarias al centro del debate artístico europeo.
Su legado, aunque eclipsado por nombres más mediáticos, sigue vivo en museos y libros. Porque, a veces, los genios más grandes no necesitan gritar para ser escuchados.