En el deporte, y más concretamente en el fútbol, no hay figura más vilipendiada que el árbitro. Un delantero que falla un par de goles clave, un defensa que es expulsado con muchos minutos por jugar, un portero que la pifia. Un directivo polémico, un entrenador reservón un comentarista televisivo al que se le notan los colores. Todos reciben críticas, insultos y/o pitos. Pero ninguno de ellos lo hace por sistema, antes de empezar el partido, pase lo que pase. Solo el árbitro.
Representar la autoridad en un espacio de pasión no ayuda mucho, desde luego, pero nada explica que los encargados de impartir justicia sufran la violencia y la presión que habitualmente padecen en un ámbito, el deportivo, que se jacta de ser vehículo de valores positivos. El enorme sentido de pertenencia que comporta un equipo de fútbol, de cualquier categoría, ofrece su cara más oscura cuando se busca un enemigo común exterior al que culpar cuando las cosas no salen según lo previsto. Incluso, antes de que empiece la competición, pues buscando influir y asustar al árbitro, se le chilla y se le intenta intimidar nada más salir a calentar, un rato antes del partido.
Los futbolistas y entrenadores no ayudan demasiado. En el fragor de la batalla y con una cantidad indecente de dinero en juego, la falta de colaboración y el desprecio, cuando no la voluntad de engañar, son norma. Por no hablar de los clubes. Los pagos acreditados del Fútbol Club Barcelona a José María Enríquez Negreira, exárbitro de fútbol español y uno de los tres vicepresidentes del Comité Técnico de Árbitros entre 1994 y 2018 —caso sobre el que aún no hay resolución—, o los vídeos con los que el canal televisivo del Real Madrid señala y cuestiona permanentemente a los árbitros son quizá los más sangrantes, pero desde luego solo dos entre una larga lista.
Medios de comunicación
En los programas que analizan la actualidad futbolística en radio o televisión, puede darse la circunstancia de que, tras un partido, decisivo, se hable mucho más de la labor arbitral que del propio juego y el resultado acontecido. Tampoco hay que escarbar mucho para darse de bruces con opiniones de sesudos y reputados periodistas lanzando soflamas y teorías conspiranoicas para culpar a los árbitros de todos los males de universo.
¿Cómo no podría influir todo esa avalancha de porquería en los árbitros y las árbitras de de las categorías no profesionales y de formación? Pedro Díaz Batista, presidente del Comité Técnico de Árbitros de la Federación Interinsular de Fútbol de Las Palmas, lo tiene claro: “Indudablemente, se traslada”, afirma convencido, “y en la base se sufren los daños colaterales de lo que se ve por la tele, y no solo en los campos sino a través de correo electrónico y redes sociales”.
Más partidos de base
Díaz Batista subraya sin demora que la máxima del órgano que dirige —que agrupa a colegiados desde los 12 hasta los 60 años—, es “educar en valores”, y aunque no se atreve a decir que el número de episodios indeseables haya descendido, considera que “sí se ha avanzado, en formación de clubes, de árbitros, de jugadores… pero hay que tener en cuenta que ahora hay muchos más partidos que antes”.
El presidente de los árbitros de la provincia de Las Palmas, que apunta que el aspecto psicológico y la gestión del estrés están cada vez más presentes en la preparación de los árbitros, entiende que “el fomento del diálogo y el consenso, como en todos los órdenes de la vida, son las mejores soluciones” para que se rebaje la violencia ejercida contra los jueces en el fútbol. “No tenemos tanto problema para que chicos y chicas hagan el curso y empiecen a pitar. Lo difícil es fidelizarlos, porque muchos terminan abandonando luego”, concluye.
“Porque le gusta el deporte”
Ese lado más desagradable del deporte lo sufre con frecuencia Ismael El Mahjoub Santiago, árbitro canario de Primera Regional. A sus 25 años, explica que “uno se mete a arbitrar porque es un hobby, porque le gusta el deporte y quiere disfrutarlo, sin más”.
Y al igual que Díaz Bastista, contesta un “rotundamente sí” al ser cuestionado por cómo permean las polémicas arbitrales en toda la cadena futbolística. Además, añade una cuestión muchas veces puesta de soslayo cuando se habla de la violencia en el deporte. “Todo afecta. Esa crispación que se ve arriba se transmite a la base, pero también se nota la crispación social que hay fuera del deporte, y la gente muchas veces se desahoga en los campos de fútbol”, argumenta.
El Mahjoub cree que la situación de los árbitros “ha empeorado”, y asegura que “incidentes graves hay en pocos partidos, pero en muchos más sí hay violencia verbal, y desconsideraciones desde la grada prácticamente en todos los encuentros”. Educación y concienciación a todos los agentes del fútbol —clubes, niños, padres, entrenadores…— son para este joven colegiado la mejor herramienta.
El ejemplo de Rodrigo
Por descontado, no se antoja ni sencillo ni rápido un cambio que normalice una manera de mirar a los árbitros que ahora mismo resulta injusta y violenta para aquellos y aquellas que realizan una tarea sin la cual no habría fútbol.
Regala un aire gratificante y, precisamente, de normalidad, escuchar a Rodrigo Marín, un niño de 13 años nacido en Sevilla pero criado en Fuerteventura que se ha convertido en el árbitro más joven de Las Palmas. Rodrigo cuenta a Atlántico Hoy que le gusta el deporte, el fútbol y arbitrar partidos. “Pito a niños más pequeños que yo, y también trato de ayudarlos a comportarse de manera correcta”, expresa, antes de responder afirmativamente a si le gustaría llegar a cotas más altas: “Claro que me gustaría dirigir partidos de Primera División y de Champions. Y de la Premier”. Un niño soñando. Pues eso, normalidad.
