Con apenas dos años de vida y un grupo de jóvenes dispuestas a desafiar los pronósticos, el Club Natación Las Palmas ha dado un salto memorable en el triatlón nacional. Apenas dos temporadas después de su fundación, este joven grupo de deportistas logró el ascenso a Segunda División Nacional, dejando en Bañolas (Cataluña) una estampa imborrable de coraje, estrategia y compañerismo.
La clave estuvo en el último aliento. Tras un sábado difícil, el domingo se convirtió en la jornada del todo o nada. En la prueba de relevos, Laura González y Marta Ruiz cruzaron la meta abrazadas por la incertidumbre, pero al instante llegó la noticia: “Han subido a segunda”. Y entonces estalló la emoción. “Todo el equipo estaba esperándonos en la meta. Fue muy emocionante”, recuerda Laura, con la voz aún temblando de alegría.
Origen del proyecto
Detrás de esta hazaña hay una historia que comenzó en silencio, sin focos ni titulares. “El proyecto nació hace poco más de dos años, cuando finalicé una etapa en otro club y el CN Las Palmas quiso apostar por el triatlón femenino”, cuenta Cristian Martín, entrenador y alma del equipo. Era junio de 2023, y tocaba construir desde cero: bicicletas, rodillos, horarios, rutinas, y sobre todo, identidad.
Integrarse en un club con secciones consolidadas como natación, waterpolo y artística no era fácil. Pero el sueño echó raíces. “Queríamos llegar en enero de 2024 con una sección federada lista para competir”. Y no solo compitieron: arrasaron en las Series Canarias de Triatlón Talentos, formando una base de jóvenes con talento y carácter. “Nos marcamos el ascenso como objetivo, aunque sabíamos que era muy complicado”, confiesa Martín.
Un reto mental
La diferencia entre ganar y crecer a veces está en lo invisible. Muchas de las triatletas debutaban en la Liga Nacional, y el salto se notó. “El triatlón cambia mucho fuera de Canarias. El ritmo, la mentalidad, la ambición…”, explica el técnico. La amenaza más temida no era física, sino mental: el miedo al fracaso.
“Había que quitarles presión. Hacerles ver que no ascender no era un fracaso, sino una etapa más. Que tenían que disfrutar, competir y aprender”. Y funcionó. Laura González, una de las que cruzó la meta en Bañolas, lo vivió de cerca: “Estábamos muy nerviosas, pero nunca dejamos de creer. Lo dimos todo para que saliera”.
El valor del grupo
Más allá del podio, el triunfo se cocinó en la convivencia. “Nos quedamos todas en una casa, fue una experiencia increíble. El grupo está súper unido, no ha habido ni un mal rollo”, dice Laura. Esa cohesión se notó en cada relevo, en cada gesto de aliento. “La unión nos empuja a seguir esforzándonos. Nos conocemos tan bien que sabemos cuándo una debe tirar más que otra en cada segmento”, asegura.
Lo que viene
El ascenso supone un nuevo mapa, más exigente, pero no cambia la brújula. “Nuestra fortaleza es que entrenamos juntas a diario. A diferencia de otros equipos que fichan atletas de distintos lugares, aquí somos un bloque. Y eso, en pruebas por equipos, marca la diferencia”, asegura Martín.
Para Laura, lo que viene es desafío, pero también ilusión: “Ahora hay que esforzarse más aún. Nos enfrentaremos a equipos muy potentes, pero queremos dar lo mejor de nosotras”.
En su corta vida, este equipo ya ha escrito un capítulo brillante. Con la humildad de quien no olvida de dónde viene y la ambición de quien sabe a dónde quiere llegar. “Nunca imaginé estar en un equipo que hace historia. Pero aquí estamos”, concluye Laura. Y sí, ahí están. Haciendo historia, una brazada, una pedalada y una zancada a la vez.
