¡Oh capitán, mi capitán, cuando pensábamos que el fútbol era una sucesión de lugares comunes y de mercenarios, un mal ejemplo para nuestros hijos, apareciste tú demostrando que Quini, Butragueño, Valerón o Iniesta también crearon escuela; pero ellos no pasaron por donde tú habías estado desde que anunciaste el primer diagnóstico de cáncer y a todos se nos quebró un poco el alma, capitán, seguíamos tus pasos, tu lucha constante, tu tesón, y admirábamos tu sonrisa y tu certeza en que volverías a los terrenos de juego, y volviste, y además ya escribí en su día que tu vuelta fue la espoleta que nos llevó a Primera, porque cada compañero de tu equipo que vio tu lucha se multiplicó por tres viendo tu entereza, y aún recuerdo la noche del ascenso, capitán, yo ya no soy de multitudes y de grandes fastos, pero esa noche salí como muchos a la calle para corear tu nombre cuando te tocara subir al tabladillo de la fiesta, grabé aquel vídeo y lo compartí en mis redes sociales, todos estábamos allí aquella noche para darte las gracias por tu ejemplo, para agradecerte que dignifiques un deporte cada día con menos valores que merezcan la pena, pero tú sí eres uno de esos valores necesarios, capitán, y la temporada pasada hasta se gritó tu nombre para la selección, eres el ejemplo de los niños y las niñas que van al estadio, y la alegría para los que ya peinamos canas y nos reconocemos en tu fair play y en esa lucha constante en cada jugada, siempre subiéndote el brazalete, capitán, ese brazalete que nos hacía sentir aún más amarillos a los que tenemos ese color y ese escudo como algo casi sagrado, como lo sientes tú en cada partido, como lo volverás a llevar cuando te recuperes, aunque reconozco que nos has dejado a todos helados, y que al mismo tiempo nos has vuelto a demostrar que eres un grande, un capitán de los pies a la cabeza, ese humano que sabemos que cuando llega el momento es capaz de tomar la decisión correcta y de caminar hacia al lugar en el que estar a salvo dentro y fuera del campo, y ahora que te toca ser fuerte fuera, sabes que llevas la energía de todos los que te respetamos, y sé también, capitán, que tus compañeros saldrán al campo teniéndote presente en cada momento, sabiendo que su lucha es pecata minuta con la lucha que tú ahora vuelves a emprender, oh capitán, mi capitán, como escribía Walt Whitman, porque nosotros también te seguiremos viendo en el campo y estaremos atentos todo este tiempo a cada uno de tus pasos, seguro que serenos y valientes, como dicen que han sido los de los grandes guerreros en todas las batallas importantes, y además sabes, capitán, que representas como nadie la esencia de la Unión Deportiva Las Palmas, la de todos los grandes que han vestido sus colores, ese amarillo y ese azul que tú, por supuesto, seguirás vistiendo. Suerte, Kirian Rodríguez, capitán de Primera!