“Kgosi ke kgosi ka batho”, reza un proverbio sudafricano en lengua tswana: “Un líder es líder gracias a su gente”. En el seno de las familias, la enseñanza se interpreta como que los padres son padres gracias a sus hijos. En el mundo de la empresa, la sentencia encierra la esencia de un modelo de gestión que Óscar Díaz Reyes (Gran Canaria, 1990) ha terminado abrazando como filosofía vital y profesional para rodearse de talento.
Fue precisamente durante los ocho meses que pasó en Sudáfrica cuando interiorizó con mayor fuerza aquella lección. Llegó a Ciudad del Cabo sin dominar el inglés, incapaz incluso de hacerse entender en el supermercado el primer día. Estaba fuera de la burbuja familiar y empresarial en la que había crecido y ese contraste le obligó a redefinirse. La experiencia en el extranjero fue el germen de un liderazgo que años después consolidaría al frente del Grupo 1844, la compañía familiar de transporte discrecional de pasajeros que durante tres generaciones se convirtió en referencia en Canarias.
Raíces en las medianías
La historia de Óscar está íntimamente ligada a la de su familia. Todo comenzó cuando su bisabuelo compró una furgoneta para vender leche por los pueblos del sureste grancanario. Con el paso de los años, aquella iniciativa modesta fue transformándose en un grupo empresarial que desplegó su actividad en Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote, Fuerteventura y La Palma, especializado en el transporte de turistas, escolares y trabajadores.
Apenas tres meses después de su nacimiento, sus padres se trasladaron a Fuerteventura, donde su padre se encargaba de la delegación de la empresa. La vivienda familiar estaba adosada a las cocheras de las guaguas, y ese escenario se convirtió en su patio de juegos. Creció rodeado de mecánicos, chóferes y empleados, aprendiendo de memoria las piezas de una guagua y familiarizándose con el pulso cotidiano de la compañía. Sin saberlo, estaba absorbiendo una formación práctica que marcaría su futuro.
Promesa de un adolescente
A los 17 años, durante una comida familiar, escuchó a su padre y a su tío debatir sobre los graves problemas financieros de la unidad en Tenerife, que había perdido alrededor de 600.000 euros en un solo ejercicio. De manera inconsciente, Óscar les interrumpió con una frase que se grabaría en la memoria de todos: “Eso lo arreglo yo cuando acabe la universidad”.

Tras estudiar Administración y Dirección de Empresas (ADE) en Madrid y pasar su etapa en Sudáfrica, regresó a Canarias con la idea de incorporarse en las oficinas de Gran Canaria. Sin embargo, su padre le recordó aquella promesa juvenil: “Mañana te vas a Tenerife a arreglar la unidad empresarial”. Sin margen de réplica, comenzó a gestionar la filial deficitaria y, con esfuerzo, logró darle la vuelta. Ese fue el punto de partida de un proceso en el que tomó las riendas en La Palma, Lanzarote y, finalmente, en Gran Canaria, hasta asumir el control global de la compañía.
Bofetada del COVID-19
El ascenso meteórico de Óscar en la empresa vino acompañado de un coste personal. El joven directivo reconoció con el tiempo que había descuidado su vida familiar, entregado por completo al trabajo. La irrupción de la pandemia fue un freno abrupto que le obligó a repensar su rol.
“Me di cuenta de que no podía ser el hombre orquesta, de que era imposible abarcarlo todo”, recuerda. Entonces recuperó una lección de sus años universitarios que en su día había considerado inútil: los organigramas. A partir de ese momento, comenzó a rodearse de talento, delegar responsabilidades y profesionalizar la gestión. El resultado fue inmediato: el Grupo 1844 alcanzó los 1.500 empleados y facturó 80 millones de euros anuales, consolidándose como uno de los principales operadores de transporte discrecional en Canarias.
Alsa y un nuevo rumbo
El desembarco de un gigante como Alsa, respaldado por el fondo británico Miteco, cambió la ecuación. La familia decidió vender el Grupo 1844 a la multinacional asturiana. Óscar entendió aquel movimiento como el fin de un ciclo y el inicio de otro. “Había llegado el momento de dar rienda suelta a mis propios proyectos”, afirma.

Desde entonces, el joven empresario ha canalizado su energía hacia la emprendeduría en sectores diversos, siempre con Canarias como base: Shuttle Truck, orientada al transporte de mercancías con el Puerto de La Luz como eje estratégico; B2BIT, especializada en la digitalización de empresas; Agencia Mon, enfocada en potenciar marcas y proyectos de comunicación; Bus Leader, su regreso al transporte discrecional de pasajeros pero con un enfoque premium; Employment & Life, dedicada a la captación y gestión de talento para compañías en expansión; y Aguacana, reparto a domicilio de agua para consumo.
Cada una de estas iniciativas refleja un patrón común: la búsqueda de oportunidades de negocio sostenibles y con capacidad de generar empleo.
Liderazgo marcado por la gente
Más allá de las cifras y de las operaciones empresariales, el rasgo más característico del estilo de Óscar es la centralidad de las personas. Su historia personal lo confirma: creció entre trabajadores que le enseñaron a respetar el esfuerzo de cada engranaje de la compañía. En la crisis del COVID-19 comprendió que solo podía liderar con éxito si confiaba en un equipo diverso y preparado. Y en Sudáfrica aprendió que la soledad no es terreno fértil para crecer, que la comunidad es la que otorga verdadero sentido al liderazgo.
Hoy, a sus 35 años, sigue repitiendo para sí aquel proverbio africano que lo acompaña desde que lo descubrió: “Un líder es líder gracias a su gente”. Quizá por eso, en todas las empresas que ha impulsado, el talento humano ocupa un lugar central. Óscar Díaz Reyes ha demostrado que el futuro de la empresa en Canarias pasa no solo por la innovación y la diversificación, sino también por una convicción: sin las personas, no hay proyecto posible.
