¿Qué es el amor sino un lazo inquebrantable que trasciende todas las barreras, una pasión que arde en el alma y desafía el tiempo, la sociedad, y a veces, la muerte misma? O eso ocurre, al menos, cuando todo sale bien.
El amor de Romeo y Julieta es uno de los relatos más emblemáticos de la literatura, un amor que no se contentó con las normas de su tiempo, que se rebeló contra las tradiciones y se abrazó en un final trágico, pero eterno. El amor prohibido, esa fuerza incontrolable que mueve el corazón y desafía a todo lo que le rodea, tiene una magia especial, una que no entiende de fronteras ni de circunstancias. Es un amor que no se olvida, que vive en la memoria colectiva, una historia que perdura a través de los siglos.
Pero si bien Romeo y Julieta es una de las historias de amor más conocidas del mundo —y de las más trágicas—, en Canarias existe una historia que, si bien está envuelta en el misterio y la leyenda, podría considerarse aún más romántica, un amor tan apasionado que desbordó todos los límites de la realidad, y que tiene su propio lugar en los corazones de quienes la conocen.
La historia de amor de Doramas y su amada
En Gran Canaria, frente al municipio de Telde, se erige una formación rocosa conocida como Roque de Gando. Este lugar no solo es conocido por su belleza natural, sino que es el testigo de una de las historias más conmovedoras y románticas de España. Esta es la historia de Doramas, un guerrero canario de orígenes humildes, que nació en el siglo XV.
Perteneciente a la casta de los axicatnas, la más baja de los aborígenes de las islas, Doramas fue un hombre que desafió las expectativas de su tiempo y se levantó como un héroe, conocido por su fuerza, su valor en las batallas contra las tropas castellanas y su audacia. Era tan formidable que se decía que podía blandir su espada con una sola mano, una habilidad que asombraba incluso a sus propios hombres.
Pero Doramas no solo fue un guerrero valiente. En su corazón también albergaba un amor imposible, un amor prohibido que lo haría desafiar no solo las convenciones sociales de la época, sino también a los poderosos de su isla. Su amada era una joven de familia noble, prima del rey Tenesor Semidán. Aunque ambos sabían que su relación estaba condenada por las estrictas reglas de su sociedad, su pasión fue más fuerte que cualquier norma. A pesar de las barreras sociales, el amor entre Doramas y su amada floreció, un amor que los llevó a hacer lo impensable.
Un amor que desbordó límites
A pesar de las intervenciones de los poderosos, que intentaron separar a los amantes encerrando a la joven, el amor entre Doramas y ella no se apagó.
Cada noche, Doramas nadaba 300 metros entre el Roque de Gando y la costa de Gran Canaria, enfrentándose al mar y al peligro para estar junto a su amada en secreto. La persistencia de este amor desafió la lógica y el orden, y aunque la situación se volvía más peligrosa, Doramas no desistió en su misión de estar con ella.
La trágica muerte de Doramas
Pero como en todas las grandes historias de amor, el destino tenía preparado un final trágico. Pedro de Vera, un comandante castellano, comenzó una campaña personal para eliminar a Doramas.
Ambos se enfrentaron en un duelo, y aunque Doramas ganó, la rabia y el odio de Pedro de Vera lo llevaron a asesinar a Doramas por la espalda, rompiendo las reglas del duelo, tal como Doramas había desafiado las normas sociales.
La leyenda perdura
A pesar de su muerte, la historia de Doramas y su amor prohibido perduró a través de los siglos, convirtiéndolo en un símbolo de resistencia y pasión. Después de su fallecimiento, incluso intentaron humillarlo paseando su cabeza por Gran Canaria para demostrar a los aborígenes lo que les sucedería si seguían sus pasos. Sin embargo, en lugar de desvanecerse, su figura se convirtió en una leyenda inmortal.
Aunque no sabemos cuánto hay de real en esta historia y cuánto pertenece a la leyenda, lo que sí sabemos es que Doramas dejó un legado romántico en la isla que vive hasta hoy. Su historia se ha convertido en un ícono de Gran Canaria, un amor que trasciende los siglos y que, como Romeo y Julieta, nunca será olvidado.