Recreación en 3D del futuro edificio de viviendas colaborativas de El Ciempiés en Arucas. AH
Recreación en 3D del futuro edificio de viviendas colaborativas de El Ciempiés en Arucas. AH

Ni compra ni alquiler: la cooperativa que impulsa un nuevo modelo de vivienda en Gran Canaria

Un proyecto en Gran Canaria apuesta por la cesión de uso y la vida en comunidad como alternativa a los precios desorbitados de alquiler y compra en el archipiélago

Alberto Ley

¿Y si la solución a la crisis de vivienda no estuviera en comprar ni en alquilar? En Arucas, la cooperativa El Ciempiés prepara un proyecto pionero: 26 viviendas colaborativas en régimen de cesión de uso, con propiedad colectiva, cuotas más bajas que el mercado y vida en comunidad como alternativa real a los precios disparados.

En plena crisis de vivienda, un grupo de canarios decidió que no quería ni comprar ni alquilar, sino vivir en comunidad. Así nació El Ciempiés, que defiende que “lo comunitario es lo que da sentido a la vida”, como explica su presidente, José Antonio García.

La idea de fondo: combatir la soledad no deseada, repartir cuidados y tomar decisiones colectivas que, en solitario, resultan más pesadas. El proyecto comenzó a tomar forma en 2018 y se consolidó en plena pandemia, cuando aprovecharon para constituir la cooperativa y redactar estatutos. Hoy, tras años de trabajo, esperan arrancar las obras en los próximos meses.

Viviendas sin especulación

El modelo rompe con lo habitual: la propiedad es colectiva. Cada socio hace una aportación inicial y después paga una cuota mensual similar a un alquiler, pero sin ánimo de lucro. Cuando alguien se va o fallece, la vivienda vuelve a la cooperativa y la aportación se devuelve a sus herederos.

No es un proyecto para acumular patrimonio, sino para vivirlo”, resume García. Así se sacan las viviendas del mercado especulativo y se garantiza que las generaciones futuras puedan seguir disfrutándolas.

El terreno en Arucas ya está adquirido y el diseño cerrado: apartamentos de unos 60 metros cuadrados, con huertos urbanos, lavandería compartida, comedor común y salas de trabajo.

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Socios de El Ciempiés en la finca Villa Catalina, donde cuidan las plantas que formarán parte de sus futuros jardines y huertos. AH

Autogestión diaria

Aunque las casas aún no existen, la cooperativa ya funciona como comunidad. Las decisiones se toman en asamblea y el trabajo se reparte en comisiones: desde lo jurídico y económico hasta lo social, los cuidados o el medio ambiente.

El mayor reto, admite el presidente, es aprender a convivir: “No somos una secta, somos personas diferentes. Y eso es lo valioso”. Para prevenir choques, trabajan en facilitación y gestión emocional, convencidos de que las diferencias son inevitables, pero también una oportunidad.

Intergeneracionalidad buscada

Aunque los primeros socios fueron mayores, con el tiempo abrieron la puerta a personas más jóvenes para equilibrar edades. Hoy hay participantes desde los 30 años en adelante.

No queremos ser una carga para nuestros hijos, queremos envejecer en comunidad”, explica García sobre una de las motivaciones más frecuentes. La mezcla de edades asegura apoyo mutuo: jóvenes con energía y visión de futuro, mayores con experiencia y estabilidad.

Obstáculos superados

Encontrar un suelo asequible fue la primera gran batalla, en un mercado que el propio presidente define como “prácticamente imposible”. La burocracia fue el otro muro: “Hay que tener resignación para que los trámites se resuelvan”.

En los inicios, las administraciones ni entendían qué era el cohousing. Hoy el panorama es otro: “Es rara la administración que no te hable ya de viviendas colaborativas”, asegura García. Consejerías como Asuntos Sociales y Vivienda han concedido subvenciones a las que El Ciempiés se ha acogido.

Un futuro común

El siguiente paso es levantar el edificio. Parte de la estructura será en madera industrializada, lo que permitirá un montaje rápido, “casi como un LEGO”. La ilusión es dejar atrás las reuniones dispersas y empezar a compartir vida diaria en un mismo espacio.

Para García, la apuesta va más allá de tener casa: “La vida en comunidad será clave para afrontar vivienda, cuidados y sostenibilidad. Este modelo no es moda: es el futuro”.