No todos los locales nuevos logran dejar huella desde el primer bocado. Y menos aún en un barrio que, como Guanarteme en Las Palmas de Gran Canaria, vive un momento de efervescencia constante, donde abrir un restaurante significa lanzarse al ruedo con personalidad y propuesta firme. Pero hay excepciones que confirman la regla. Hay espacios que, desde su nacimiento, se sienten ya como parte del vecindario, como si siempre hubieran estado allí.
Uno de ellos es Gánigo Restaurante, un proyecto que tiene poco tiempo de vida pero que ya ha conseguido colocarse en el radar de quienes buscan sabores con identidad, alma y coherencia. Lo que comenzó como una historia familiar, tejida entre ciudades y recuerdos, ha cristalizado en una de las aperturas más prometedoras de este año.
Inspirado por la isla
El nombre no es casual. Según cuenta el medio Canarias7, Lucía, nacida en Barcelona e hija de hosteleros, pasó años en Toledo antes de mudarse a Gran Canaria junto a su marido y sus hijos. Allí empezó su idilio con la isla, con su gente, su paisaje y su memoria. Por eso eligió un término tan profundamente canario para dar nombre a su restaurante: Gánigo, el cuenco tradicional de barro que representa la cultura aborigen.
Pero más allá del simbolismo, Lucía apostó por rodearse bien. En la cocina, brilla el talento del chef Rayco Ruíz, un profesional que abandonó la ingeniería por vocación culinaria y que ahora despliega en este rincón de Las Palmas todo su bagaje técnico y emocional.
Cocina con identidad
El resultado es una carta breve pero poderosa, donde cada plato busca sorprender sin estridencias. Desde las empanadillas de cordero al estilo canario, convertidas ya en un éxito rotundo, hasta unas croquetas de chorizo de Teror que consiguen sutileza donde otros solo ofrecen fuerza.
Ruíz y su equipo trabajan con precisión y respeto al producto local. La técnica acompaña, pero nunca eclipsa. Todo está pensado para honrar la tierra y el cliente lo percibe en cada bocado.
Carnes y pescados
Entre los platos principales, uno de los más comentados por los comensales es el costillar de vaca gallega a baja temperatura, servido con salsa miso y papas revolconas. Una elaboración compleja que se presenta con apariencia sencilla, sin adornos innecesarios.
En el apartado de pescados, el cherne y la lubina se ofrecen con el sello del Atlántico: producto fresco, técnica tradicional y toques canarios como el almogrote o las papas arrugadas. Aquí no se reinventa la rueda, se perfecciona lo que ya funciona.
Arroces sorprendentes
Pero si algo ha elevado la propuesta de Gánigo al siguiente nivel es su dominio del arroz. Desde el meloso de rabo de toro al clásico 'del senyoret', pasando por uno más arriesgado con foie y ternera o una versión vegetal con kimchi, cada uno se defiende por sí solo.
Aun así, hay un plato que se lleva los aplausos: el falso risotto ibérico trufado. Elaborado con puntalette, una pasta con forma de arroz, consigue una textura cremosa que respeta la tradición del risotto sin imitarlo. Un acierto absoluto para quienes buscan sabores nuevos sin renunciar al confort.
Espacios con encanto
El interiorismo del local también forma parte de la experiencia. Hay una zona más informal con bancos y mesas de piedra, otra más íntima pensada para cenas tranquilas y una terraza abierta desde la que se intuye la cercana Playa de Las Canteras. Cada detalle ha sido cuidado: desde la vajilla hasta los textiles que visten las mesas.
En las primeras reseñas del restaurante se repiten expresiones como “gran descubrimiento”, “una maravilla” o “súper recomendado”. Se destacan platos como el falso risotto, las tartas caseras —en especial la de chocolate— y la atención del personal, descrita como “fantástica” y “con conocimiento excelente del menú”.