Hay nombres que evocan paisajes. Al oírlos, imaginamos arena, salitre, cielos despejados. En Canarias, pocos topónimos despiertan imágenes tan potentes como Maspalomas, ese rincón dorado del sur de Gran Canaria donde las dunas parecen moverse solas y el horizonte se funde con el Atlántico.
Pero más allá del sol, el mar y los resorts, existe un detalle que suele pasar desapercibido: el nombre Maspalomas no tiene nada que ver con las palomas. Su origen, de hecho, es mucho más humano y también más incómodo.
Entre dunas y leyendas
Antes de convertirse en uno de los destinos turísticos más famosos de Gran Canaria, Maspalomas era solo un pequeño núcleo rural, rodeado de dunas, charcas y marismas. Su Reserva Natural Especial, que incluye la laguna de La Charca, palmerales y un sistema dunar único en Europa, es hogar de especies como los chorlitejos, agachadizas y garzas. Un ecosistema vivo que ha resistido el paso del tiempo.
Y sin embargo, uno de sus mayores enigmas no tiene que ver con la fauna ni la flora, sino con la etimología de su nombre.
Origen esclavista
Aunque existen teorías que apuntan a raíces guanches, como la del término Masəbbă-əluməs ("lo que empapa y estropea el forraje"), una de las explicaciones más aceptadas por historiadores apunta a un personaje concreto: Rodrigo Mas de Palomar, un comerciante catalán que, según algunos documentos, llegó a Gran Canaria tras la conquista.
Mas de Palomar fue terrateniente, colonizador y traficante de esclavos. Su apellido habría dado lugar a la toponimia "Maspalomas", como una fusión simplificada de su nombre. Así, el enclave que hoy simboliza descanso y vacaciones, podría tener su origen vinculado a la colonización y la esclavitud.
Un lugar con historia
A día de hoy, Maspalomas es sinónimo de playas infinitas, turismo internacional y naturaleza protegida. Pero su nombre arrastra consigo una historia más compleja, tejida entre leyendas, lenguas extintas y episodios oscuros del pasado.
Como muchas otras cosas en Canarias, la belleza convive con la memoria y Maspalomas no es la excepción. Descubrir su verdadero origen es una forma de honrar lo que fue y entender mejor lo que es.