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En la imagen, copia de un cuadro del almirante Cristóbal Colón realizado por el pintor Rafael Tejedo de 1828. EFE/Elvira Urquijo A.

¿Escuchó Colón el secreto del Nuevo Mundo en La Gomera?

La reciente biografía ‘Colón. El converso que cambió el mundo’, de Esteban Mira Caballos, revive la enigmática figura del protonauta, un supuesto navegante que llegó al Caribe antes del Descubrimiento y luego trasladó sus conocimientos al genovés

La publicación de Colón. El converso que cambió el mundo, del historiador Esteban Mira Caballos, ha devuelto al debate público una de las leyendas más sugestivas de la historia atlántica: la existencia del protonauta, ese navegante anónimo que, décadas o años antes de 1492, habría sido arrastrado por las corrientes hasta tierras americanas. La cuestión clave que plantea su biografía es sencilla y perturbadora: ¿descubrió Colón América gracias a un testimonio previo?

En el libro, Mira Caballos hace escala en la hipótesis de que ese protonauta recaló en Madeira, donde podría haber contado su experiencia antes de morir. Sin embargo, hay quienes apuntan que el encuentro pudo haber tenido lugar en La Gomera, última escala de Colón antes de lanzarse hacia el oeste. Esta idea no es solo un ejercicio de imaginación: La Gomera fue un punto neurálgico en el Atlántico del siglo XV, donde se cruzaban rutas comerciales, intereses políticos y confidencias marineras.

El enigma del protonauta

La teoría del protonauta se ha transmitido como una mezcla de historia y mito. Según las versiones más extendidas, un marino onubense que comerciaba entre la Península, Madeira y Canarias se desvió de su rumbo por efecto de los vientos alisios y las corrientes oceánicas. Empujado hacia el oeste, alcanzó las costas del Caribe —probablemente La Española—, donde sobrevivió el tiempo suficiente para reparar su barco y emprender el viaje de vuelta.

Torre del Conde en San Sebastián de La Gomera. / AH

Gravemente enfermo y con apenas fuerzas, habría llegado a algún puerto atlántico europeo. Antes de morir, transmitió a Colón o a sus allegados detalles de sus viajes: tierras verdes, islas habitadas, aguas cálidas y recursos abundantes. De ser cierto, el protonauta se convirtió sin saberlo en el primer testigo europeo de América y en el hombre que alimentó el convencimiento de Colón de que el oeste escondía algo más que océano.

El propio Mira Caballos reconoce que no existen pruebas documentales concluyentes, pero sí indicios y testimonios recogidos en crónicas antiguas, que dan cierta credibilidad al relato.

Confiencias en La Gomera

Si bien la biografía reciente de Mira Caballos sitúa la confesión en Madeira en base a testimonios anteriores, la tradición gomera ha defendido durante siglos la posibilidad de que el encuentro se produjera en la isla. Y no es casualidad.

En La Gomera, Colón pasó tiempo antes de zarpar en su primer viaje en 1492. Fue allí donde se aprovisionó de agua, madera, animales y víveres, y donde mantuvo una relación cercana con Beatriz de Bobadilla, señora de la isla y figura clave en el poder insular. Su corte era lugar de paso para comerciantes y navegantes, un hervidero de historias en el que cualquier secreto podía circular.

La idea de un marino moribundo revelando sus memorias a Colón en un salón gomero tiene fuerza simbólica: convierte a Canarias en el epicentro de la mayor aventura marítima de la historia.

El peso de las corrientes

Desde el punto de vista geográfico, el relato es perfectamente verosímil. Las corrientes ecuatoriales y el empuje de los alisios pueden llevar a una nave desorientada desde Canarias o Madeira hasta el Caribe en unas pocas semanas. De hecho, fue el mismo itinerario que Colón siguió en 1492 con sus tres carabelas.

Réplicas de las carabelas del Descubrimiento entrando en el puerto de Nueva York en 1992. / EFE

La diferencia es que Colón lo hizo con respaldo político y financiación de los Reyes Católicos, mientras que el protonauta habría sido un accidental pionero, víctima de los caprichos del océano.

Entre la historia y la leyenda

El debate sobre el protonauta refleja la tensión entre la historiografía oficial, que coloca a Colón como descubridor único, y las tradiciones orales que hablan de marineros adelantados, viajes fortuitos y secretos compartidos en islas atlánticas.

Que ese encuentro ocurriera en Madeira o en La Gomera es lo de menos; lo importante es que la figura del protonauta encarna la idea de que el descubrimiento de América no fue un acto aislado, sino parte de un proceso de exploraciones previas, errores de navegación y relatos transmitidos en la sombra.

¿Secreto gomero?

Para Canarias, especialmente para La Gomera, la hipótesis tiene un valor añadido. Reivindica el papel del Archipiélago no solo como puente logístico hacia América, sino como escenario donde pudo revelarse el mayor secreto de la historia moderna.

El protonauta es, en definitiva, una sombra que acompaña la figura de Colón. Y aunque nunca sepamos si el almirante escuchó su relato en Madeira o en La Gomera, lo cierto es que el mito ha quedado ligado a la memoria canaria: la isla donde Colón pudo escuchar, quizá en voz baja, el eco del Nuevo Mundo