Lanzarote no solo es una isla de volcanes y paisajes lunares. También es tierra de viñedos imposibles, de vinos con carácter y de una historia agrícola que se ha abierto camino entre la ceniza. Si estás buscando una experiencia diferente para esta Semana Santa, te proponemos una ruta que combina tradición, paisaje y sabor.
Por mi fe que habéis bebido demasiado vino canario, un vino maravilloso y penetrante que perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto? Ya cierto dramaturgo inglés lo decía y, posiblemente, tuviera razón.
Viñedos en suelo volcánico
Lo que hace única a esta ruta es que los viñedos crecen en un entorno que, a priori, parecería hostil para cualquier cultivo. Ceniza volcánica, clima semidesértico y vientos alisios son los tres ingredientes que definen el ecosistema donde nace el vino lanzaroteño.
A pesar de estas condiciones, o tal vez gracias a ellas, las parras sobreviven sin riego, creciendo bajas, resguardadas por muros de piedra que las protegen del viento. El secreto está en el picón, una roca volcánica capaz de absorber y retener la poca humedad del ambiente. Cada cepa hunde sus raíces en un pequeño cráter excavado por manos expertas, en una técnica que ha convertido a Lanzarote en referente mundial.
Un mapa de sabores
La LZ-30, también conocida como la carretera del vino, te lleva por un recorrido sensorial donde cada parada es una sorpresa. En el corazón de La Geria, la zona vinícola por excelencia, se concentran algunas de las bodegas más emblemáticas de la isla.
Entre las más populares están Bodega La Geria, ideal para quienes se inician en esta ruta, o Bodega Rubicón, justo enfrente, con una propuesta más contemporánea. Si buscas una experiencia más exclusiva, Stratvs ofrece catas maridadas y una arquitectura moderna. Pero el auténtico tesoro es El Grifo, la bodega más antigua de Canarias, que además de producir vinos galardonados, cuenta con un museo vinícola que guarda siglos de historia.
Semana Santa con copa en mano
La Semana Santa es una oportunidad perfecta para descubrir otra cara de Lanzarote. Entre procesiones, escapadas a la playa y atardeceres desde los miradores del Parque Natural de los Volcanes, hacer una parada en cualquiera de estas bodegas es una manera deliciosa de reconectar con la tierra.
Y como broche final, no te olvides de llevarte una botella de malvasía volcánica: será el mejor recuerdo líquido de tu paso por la isla.