Altas capacidades: el futuro que España no puede permitirse perder

José Mencía.

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El pasado 14 de marzo se celebró el Día Internacional de las Altas Capacidades Intelectuales, una fecha que pasa desapercibida para muchos, pero que debería estar marcada en rojo en el calendario de cualquier sociedad que aspire a ser verdaderamente inclusiva y competitiva. 

Porque, seamos claros, cuando hablamos de altas capacidades no estamos hablando de un lujo educativo, sino de una necesidad social. Y en España, todavía estamos lejos de entenderlo del todo.

¿Por qué un día para las altas capacidades?

Los días internacionales tienen un propósito claro: visibilizar, sensibilizar y generar conversación sobre temas que necesitan atención urgente. En este caso, el foco está puesto en los niños y niñas con altas capacidades intelectuales, un colectivo que, aunque pueda parecer privilegiado por sus habilidades, enfrenta barreras significativas en su desarrollo personal y académico. 

Según datos del Ministerio de Educación, en España hay identificados 46.238 alumnos con altas capacidades (curso 2021-2022). Sin embargo, si aplicamos el criterio estándar del CI superior a 130 (que incluye aproximadamente al 2,28% de la población), deberíamos tener más de 208.000 estudiantes no universitarios con estas características. Esto significa que cerca del 78% no han sido identificados.

¿Y qué pasa cuando no se identifican? Simple: talento desperdiciado

Niños y jóvenes que podrían estar resolviendo problemas complejos o creando innovaciones futuras se quedan atrapados en sistemas educativos que no saben cómo atenderlos. Y lo peor: muchos terminan frustrados, desmotivados o incluso etiquetados como problemáticos.

Altas capacidades: más allá del mito del 'genio'

Primero, rompamos un mito: tener altas capacidades no significa ser un pequeño Einstein o Mozart. El modelo español de Castelló y Batlle define las altas capacidades como perfiles diversos que pueden incluir talentos específicos (matemático, verbal, creativo) o combinaciones complejas de aptitudes. Es decir, no todos los niños con altas capacidades destacan en todo; algunos son brillantes en áreas muy concretas mientras que otros tienen habilidades más generales.

Además, las altas capacidades no son solo cuestión de inteligencia convergente (la capacidad de encontrar una única solución correcta), sino también de inteligencia divergente (pensamiento creativo y original). Por eso es crucial ofrecerles entornos educativos que fomenten tanto la lógica como la creatividad.

La importancia de la detección precoz

La detección temprana es clave para garantizar que estos niños reciban el apoyo adecuado desde las primeras etapas educativas. Según los expertos, la etapa infantil es el mejor momento para realizar una valoración inicial. Sin embargo, en España todavía existe una gran brecha entre lo ideal y la realidad.

Muchas familias desconocen qué señales observar o a quién acudir si sospechan que su hijo puede tener altas capacidades. Y cuando finalmente logran una identificación oficial, se enfrentan a sistemas educativos que muchas veces carecen de recursos o formación para atender a este alumnado.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

Aquí es donde todos tenemos un papel que jugar: familias, profesores, administraciones públicas e incluso empresas privadas. Porque potenciar las altas capacidades no es solo responsabilidad del sistema educativo, es una inversión colectiva en el futuro.

Es clave ofrecer formación para los docentes: muchos profesores no están preparados para identificar ni atender a estos alumnos. Se necesitan programas específicos de formación continua.

Hay que establecer políticas educativas inclusivas: aunque la legislación española reconoce a los alumnos con altas capacidades como estudiantes con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (NEAE), esto no siempre se traduce en medidas prácticas dentro del aula.

También hay que potenciar la concienciación social: Es fundamental romper con los estereotipos negativos asociados a las altas capacidades (como el mito del niño sabelotodo) y entender que son personas con necesidades específicas.

Y por último, no hay que olvidar el apoyo emocional: No todo es cuestión académica, ya que muchos niños con altas capacidades enfrentan problemas emocionales derivados de su sensibilidad o dificultad para encajar socialmente.

Un futuro por construir

El Día Internacional de las Altas Capacidades nos recuerda que estamos ante un reto urgente pero también lleno de posibilidades. Identificar y potenciar el talento desde edades tempranas no solo beneficia a los propios niños y niñas, sino que beneficia a toda la sociedad española. Cada mente brillante sin desarrollar es una oportunidad perdida para innovar, crear y resolver los grandes desafíos del futuro.

Así que hagamos algo más que marcar el 14 de marzo en el calendario. Convirtámoslo en un punto de inflexión para cambiar nuestra percepción sobre las altas capacidades y actuar en consecuencia. 

Porque si seguimos ignorando este tema, estaremos condenando a miles de jóvenes al olvido y perdiendo un potencial incalculable como país.