Opinión

CD Tenerife, adelante

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Son muchos años yendo al Heliodoro Rodríguez López y no recuerdo haber vivido nunca antes un ambiente como el del pasado domingo. Fue una experiencia única. Hablo de que no lo recuerdo así ni en las tardes de la UEFA, ni en derbis, ni en Primera División, ni en otros ascensos. La atmósfera en la previa, todo el mundo con su camiseta, es algo que difícilmente olvidaré como tinerfeñista.

La olla a presión dentro del campo con todas las gradas animando y lo emocionante que fue el gol de Carlos Ruiz, porque ese gol lo metió todo el estadio. Hacía mucho tiempo que no se vivía tanta ilusión en toda la isla. Uno de los déficits que tenía el CD Tenerife como institución en los últimos años era generar esa expectación, y vaya que sí se logró durante toda la semana.

Para que esto se haya dado confluyen varias circunstancias: una mejora brutal en las herramientas de comunicación del club, sobre todo las redes sociales de la entidad, así como perfiles que generan contenido de interés fuera del club. Además, la pandemia también nos ha dejado a una sociedad que quiere vivir buenos momentos de fiesta y de celebración y eso ayuda. Ahora, la razón fundamental de todo es un equipo que transmite unos valores de sacrificio, superación, entrega, lucha y que tiene una unión muy fuerte con la grada. Este lazo se acrecentó después de la eliminatoria-derbi.

Futbolísticamente creo que Cordero como arquitecto y Ramis como jefe de obra han logrado algo muy difícil siendo el presupuesto número 11 de la categoría. No es solo quedar 5° o llegar a la final del playoff. Es haber estado en la zona alta de la tabla toda la temporada.

El trabajo defensivo en bloque bajo es de muy buen nivel y logra desquiciar a los rivales. En transiciones y llegadas por fuera, acumulando rematadores en el área, el equipo ha encontrado la vía para poder anotar los goles que le permitían ganar partidos para seguir soñando. Solidez y eficiencia ofensiva que iban aumentando la confianza de los futbolistas

El partido a nivel mental

Siempre se dice que el futbol se define por momentos y detalles, y el partido del domingo no fue menos. El detalle que marca el partido es el 0-1. El Girona había jugado contra el Tenerife en su estadio el partido de liga regular en mayo y el partido de playoff de la semana pasada. Había sido incapaz de marcar. Incluso las declaraciones de los gerundenses al acabar cada uno de los partidos denotaban esa frustración que te genera el crear más que el rival pero no ser capaz de anotar.

Una especie de bloqueo mental que derribaron con un penalti. Demasiado fácil. A partir de ahí el Girona creció mucho en lo mental y ni todo el ambiente de la grada, ni el gol de Carlos Ruiz, ni el empuje del rival le frenaron. Había superado la barrera más difícil, la psicológica. Desde ese momento, creyeron mucho más en sus posibilidades.

El partido, tácticamente

A nivel táctico el partido nos deja varias claves: el Girona quiso explotar mucho más las bandas que en los anteriores partidos contra el Tenerife y para ello utilizó mucho el recurso de diagonal entre central de un lado y carrilero del lado contrario. Esto generaba dudas en el sistema defensivo del Tenerife, que suele contar con sus laterales muy cerrados, casi como centrales y que llegaban tarde a estos envíos hacia Arnau y Valery, los cuales buscaban conectar rápidamente con sus media puntas para generar superioridad por dentro y finalizar con disparos de media distancia o pases filtrados sobre Stuani.

Esto sucedió, sobre todo, porque los extremos del Tenerife defendían en tierra de nadie. No llegaban a tapar al carrilero y el juego casi no pasaba por los medios rivales. Llegaban a las ayudas tarde y tampoco saltaban a presionar a los centrales del Girona. Esa indefinición hacía que el Tete llegase tarde a casi todo y sufriese más que en el partido de ida. Los de Michel idearon un plan diferente y los de Ramis no supieron contrarrestarlo.

Cuando el Tenerife tiene que atacar es cuando aparecen los problemas, el plan es el mismo casi siempre. Juego directo, ganar segunda jugada, abrir a banda, centro lateral y cargar el área.

Cuando el rival le concede espacio en la primera línea de creación y no hay posibilidad de juego directo, los mecanismos de progresión son limitados y el juego en zonas interiores brilla por su ausencia. Con la delantera pegada a la última línea defensiva, solo Shashoua, muy mermado físicamente, generaba cierto desequilibrio por su capacidad de regate.

Pero la desventaja era demasiada y el Girona supo jugar con el reloj como otras veces ha hecho el Tenerife.

¿Qué depara el futuro?

Es obvio que Ramis y su equipo han rendido por encima de sus posibilidades y que sería muy difícil no seguir apostando por el proyecto iniciado hace más de un año. Habrá que acertar en los fichajes y sumar algo de calidad a la columna vertebral que tiene este equipo. La única duda que me genera esto es si el mensaje y el modelo de este año es sostenible para el vestuario a nivel emocional la próxima temporada.

Es decir, un equipo que queda quinto y juega la final del playoff, ¿va a volver a jugar casi todos los partidos cediendo la pelota y la responsabilidad creativa al rival ¿a defender en bloque bajo haciendo un futbol de tanto desgaste físico y con tan poco contacto con el balón?

Creo que el Tenerife para progresar debe sumar registros ofensivos a la capacidad defensiva y de resiliencia que ya tiene lo que ayudaría a ofrecer un estímulo nuevo al futbolista para mantenerlo enganchado en el largo plazo.

Así lo dejó entrever Ramis en rueda de prensa el otro día tras el partido. “Estoy agotado” o “ahora mismo es una montaña volver a empezar”. Son frases comprensibles, porque son 46 partidos al máximo de exigencia y tensión y necesitan descansar no solo físicamente, sino, sobre todo, mentalmente. El deporte de alto nivel es agotador a nivel mental por la tensión constante.


Ahora más que nunca, ¡¡Vamos Tete!!

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