Víctor Yanes

Opinión

Degenerado

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Es un extraño monólogo. El cerebro de todos nosotros puede ser un profundo agujero negro, así que, mejor no enarbolemos la bandera de la moral para señalar no sé muy bien a qué culpables. Esta afirmación de autoindulgencia, bien podría salir de la boca del protagonista único de Degenerado (Anagrama, 2019). Ariana Harwicz, la apabullante escritora argentina, tiene una voz literaria que dulcifica el oído porque será siempre hermosa la voz que hace la carrera más grande del mundo y no se cansa. Ariana se traslada a vivir al pellejo retorcido de un delincuente sexual. A ella le gusta crecer desde el conflicto, desde lo que no está suficientemente visto, leído o escrito. La voz de Ariana narra e incomoda, y esa sorpresa ante la lectura de lo espantoso, sin sentir la necesidad de elaborar un juicio o una simple opinión, alimenta la grandeza mágica de la gran literatura. Olvidar las pancartas de reivindicación, leer observando el mundo sin apresurarse a significarse políticamente. Reivindico la escritura de Ariana Harwicz. Reivindico Degenerado. El largo y laberíntico monólogo oscuro y razonado de un pedófilo que ha saltado todos los límites de una sociedad que normaliza unas determinadas violencias, mientras otras las pasa por la guillotina de la justicia implacable porque la violencia económica, política, el orden las violencias, en definitiva, aceptadas e inaceptables, conforma un argumento presente en el discurso de un hombre de bien, hasta el momento en el que es acusado de violar y asesinar a una niña. En Degenerado, florece la voraz lascivia enferma del deseo sexual por los niños, los animales y los padres. Plantea la hecatombe de una ruptura sin retorno con el orden establecido. En primera persona, todo lo que transcurre en Degenerado está en primera persona. Una batería intelectual de reproches al sistema, que eleva a calidad de argumentos para su autodefensa ante la jueza que lo juzga. La principal razón de su discurso político viene dada en la exposición que hace de su derecho al deseo y a la atracción romántica, la cual no se puede legislar, afirma con estremecedora clarividencia. Es su causa y piensa defenderla hasta las últimas consecuencias. En Degenerado el lenguaje es pura política, política de la resistencia de un reo que, desde la presunta atrocidad de sus delitos, critica ferozmente al propio sistema que lo juzga por igualmente violento.

Ariana Harwicz me obliga a sentir y se lo agradezco porque el ser humano lo que quiere es sentir, sentir siempre, lo que sea, sentir como una forma de combatir la muerte. Yo combato mi propia muerte leyendo Degenerado de Ariana Harwicz.

El monstruo pedófilo es un señor que es hijo de su tiempo, descendiente de una cultura, heredero de un pensamiento que entierra sus pies en la brutalidad. Un hombre ejemplar, buen vecino porque se puede ser buen vecino, amigo de sus amigos, excelente marido y reconocido empleado en una empresa, incluso salvar vidas y ser, a su vez, un delincuente sexual, un torturador, un maltratador, un asesino de niños y de mujeres, pero la sociedad lo llama monstruo. La monstruosidad en el corazón de los hombres. Es otra gran virtud presente en Degenerado, la gran revelación contada con una encomiable astucia por Ariana Harwicz. Un hombre puede ser muchas cosas en el coto individualista del silencio de su pensamiento o en la materialización de la fantasía a través de la acción, de los hechos consumados.


Portada de Degenerado

Portada del libro Degenerado | IMAGEN DE LA RED