Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

El fuego de Prometeo

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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Últimamente, entre trayecto y trayecto, estoy leyendo mucho. Lo hago porque tengo una enorme curiosidad por saber cosas que me ayuden. Cosas que hayan reflexionado antes otras personas y que puedan hacerme reflexionar en mis pensamientos, algo que me tomo muy en serio, ya que mi día a día consiste en ser riguroso a la hora de mejorar la vida de las personas.

En uno de mis últimos viajes a la península, llegó a mis manos un texto que hablaba sobre cómo, a través de las historias de las diferentes culturas, nos han enseñado a obedecer a través del miedo.

Seguro que muchos de ustedes conocen la historia de Adán y Eva en el Edén; y lo que les pasó por comer de árbol de la fruta prohibida. Pero hoy, para mis letras, he decidido hablarles de un relato de la mitología griega que habla del titán, amigo de los mortales, llamado Prometeo.

Prometeo, un titán que se preocupaba por la humanidad, robó el fuego divino del Olimpo y lo entregó a los seres humanos. Según la leyenda, antes de este acto de valentía y desobediencia, los habitantes de la tierra vivían en la oscuridad y el frío, sin la capacidad de cocinar alimentos o calentarse.

El fuego, considerado como un don divino, era propiedad exclusiva de los dioses del Olimpo, y Prometeo sabía que robarlo sería un acto desafiante y peligroso. Pero, decidió hacerlo porque quería ayudar a las personas a mejorar su existencia y su calidad de vida.

Con el fuego, los humanos pudieron, además de cocinar alimentos y calentarse, iluminar la oscuridad y crear herramientas y utensilios que antes eran imposibles de producir. Este acto fue considerado como una transgresión contra los dioses y Zeus, castigó a Prometeo con de una manera cruel.

Ordenó que Prometeo fuera encadenado a una roca en el Cáucaso, donde un águila se alimentaría de su hígado cada día, y su hígado se regeneraría cada noche, para que el águila pudiera repetir su castigo una y otra vez. El castigo de Prometeo era eterno y sólo terminó cuando Hércules lo liberó como parte de su penitencia.

Este texto me explotó la cabeza, ya que siempre he considerado que pensar de manera divergente es la única forma de mejorar en nuestras vidas, de manera colectiva e individual. Pero ya desde peques nos catalogan como malos o buenos, nos dicen lo que está bien y lo que está mal, y que si te portas mal te van a pasar cosas terribles.

Tú identidad y la mía

En los últimos años he elegido ser una persona desobediente, aunque siempre con el convencimiento de que lo que estoy haciendo tiene un fin bondadoso y necesario. He sido desobediente de manera colectiva, buscando para mi tierra un presente mejor, un presente que sea óptimo para mejorar la calidad de vida de las personas.

Siempre he sido un aventurero, y en mi última hazaña, que no ha sido otra que buscar de manera certera mi identidad, mis gustos, mis áreas de mejora y mis fortalezas, he llegado a la conclusión de que este es nuestro fuego para enfrentarnos a un mundo carente de sentido para muchas personas.

He descubierto que, el tesoro más preciado que tenemos es conocernos y querernos y en eso estoy dedicando una gran parte de mi tiempo e inteligencia.

No creas que esto no va contigo. La búsqueda de tu felicidad pasa por esta acción, porque solo cuando nos conocemos y tenemos un proyecto personal, podemos construir una sociedad mejor, diversa y mucho más bonita. Te voy a animar a que hagas esto para que juntos podamos construir una identidad colectiva que mejore la vida de las personas.

Hay un proverbio africano que dice: No se trata de como yo te llame, sino de como respondes tú. Pero si no sabes quién eres, cualquiera puede ponerte un nombre. Y si cualquiera puede ponerte un nombre, entonces responderás a cualquier cosa.

Los leales, el rebaño y los pastores

Llevo muchos años liderando con cariño y empatía, porque la riqueza de mi legado en AJE, no quiero que se base en la mera obediencia vacua de contenido, sino en la diversidad que aporta el talento que suman las personas.

Esto lo hago porque tengo la suficiente consciencia para saber que no soy perfecto, que me puedo equivocar y que la manera de culminar el proyecto que empecé hace ya unos años, es teniendo cerca los leales, de los que ya he hablado en algún que otro artículo.

Pude parecer que me voy del tema, pero no es así. Hoy quiero argumentar con consistencia mi llamamiento a la desobediencia.

Como decía Stanley Milgram, psicólogo autor del estudio sobre la obediencia a la autoridad, una proporción sustancial de personas hace lo que se les dice que hagan, independientemente del contenido del acto y sin penas de conciencia, siempre que perciban que la orden viene de una autoridad legítima.

Teniendo en cuenta esta afirmación, sabemos que siempre hay un necio que encuentra a otro necio aún mayor que le admira y esto, a lo largo de la historia, solo nos ha traído desgracia. Para muestra no hace falta irse muy lejos, ya nos sabemos la historia de Auschitz en la Alemania de los años cuarenta.

A estos necios yo los llamo el rebaño, ya que obedecen para ser amados. No cuestionan a los pastores porque han abandonado toda responsabilidad y se han dejado embriagar por las promesas del eterno paraíso.

¿Qué es lo que queremos para nuestros hijos?

Últimamente creo que la crianza de nuestra infancia es fundamental para darle a la humanidad un futuro.

En esta crianza, el pensamiento crítico y la autoestima deben ser claves para construir una sociedad consciente y empática. Un sociedad generosa y llena de personas que aporten.

En nuestra educación trabajan para anular nuestra naturaleza. Nos enseñan a obedecer sin criterio alguno anulando nuestra capacidad de dudar, de buscar nuevas soluciones a los problemas.

Lo hacemos de manera cultural, señalando al que piensa diferente, al que propone nuevas ideas o al que se sale del modelo. Si lo piensas, nos regimos por una tabla de malo o bueno, una tabla que nos viene dada y que ni siquiera nosotros hemos cuestionado, y es aquí donde yo reflexiono, ¿estamos educando o domesticando a nuestros hijos e hijas?

Educar en autoestima, para no buscar la aprobación siendo a veces sometidos por la dictadura de la aceptación social, familiar y de pareja. Esto es un acto de amor eterno. Educar en valores básicos como la diversidad y la empatía, solo así podremos, desde nuestros hogares, contribuir a construir un mundo mejor.

Decía Gandhi, que cuando alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad humana, ninguna tiranía puede dominarle. Y esto, va más allá de un sistema político, también hablamos de tiranías domésticas.

Escribiendo este artículo, he querido convencerte de que seas una persona capaz de pensar, de entender y de tomar decisiones que hagan que tu vida sea un poquito mejor, y aunque seguro que en el próximo artículo debo seguir ahondando en esta temática, mi acto revolucionario es ser inconformista. Ser desobediente ante un sistema que quiere anestesiarnos y convertirnos en su rebaño.

Con este artículo te pido que me acompañes a desobedecer y que juntos podamos conseguir… el fuego de Prometeo.