Aida González Rossi

Opinión

Hablar como una chica

Escritora y periodista especializada en Estudios de Género

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Pides ‘Suerte’ de Shakira; te pones de pie delante del karaoke, los muslos aún marcados por las bolas del cojín en el que llevas tres horas sentada: te pican; en cuanto te bajas bien la falda para que no se te vean, dejan de picarte. Recuerdas a quienes cantaron antes, la gente mayor de la fiesta, sus buches infinitos de sangría y tú pensando pero cuándo se van a separar de los vasos esos y las risas haciendo que las manos se te durmieran. De lo mal que cantaron, ni te enteraste del hormigueo; ahora te toca a ti, y abres y cierras los puños nueve veces en lo que esperas a que las letras empiecen a caminar por la pantalla, y te vas poniendo tiesa, nerviosísima, qué te pasa, te lo preguntas  mientras cantas con una voz que más bien parece un gufo: el movimiento, el pestazo, el ruido perdiéndose hasta en el silencio. En casa, te despatarras en el suelo y gritas y lo escupes todo y te duelen las amígdalas y temes echar lapos con sangre: ahora, ojos mirándote y labios apretados y una cosa que no entiendes qué es, mueves la boca y la garganta pero no sale nada, solo un ronquido que antes no conocías, dejan de hacerte caso y los sonidos de la habitación se disparan y se acaba el karaoke. No lo encienden más en toda la tarde. Los muslos vuelven a picarte tanto que tienes que trancarte en el baño, rascártelos hasta que se te hacen unas rayas rojas que pican todavía más.

Creces intentando olvidarlo. Lo haces más o menos, o, más bien, no te das cuenta de que mucho de lo que te pasa tiene que ver con la voz de gufo. Tus amigas y tú se encuentran a veces con un grupo de chicos mayores que hablan sin parar, dicen que les gustan las mismas cosas que a ustedes pero demuestran saber muy poco de ellas. Ustedes se sientan en el banco y, por sus bocas ya enllagadas de estarse jartando tanto a pipas, solo sale sí, sí, claro, claro, sí; cada vez que se van, la conversación se muere. No vuelven a mencionarla: les da una vergüenza enorme, ni siquiera se plantean que a las otras les pasó lo mismo. Solo piensan es mi culpa: el ruido perdiéndose hasta en el silencio.

Ya tienes 23. Estás hablando en público; un señor te interrumpe para decir algo que no tiene nada que ver con lo que tú decías, se dirige a ti como la maestra cuando te acercabas a su mesa porque no entendías las divisiones; después alaba tus poemas, me encantan, suelta con la mano en el pecho, y te hace sentir como si solo la de dentro de tu cuarto. Piensas será culpa mía, porque la boca y la garganta de la de fuera: estás acostumbrada a que te cueste elaborar lo que piensas en voz alta, a esa inseguridad que te escala y te deja hinchada de picores, ay, ay. Después de tener que ponerte a asegurar cosas delante de gente, siempre llegas a casa, metes la cabeza debajo del edredón, te haces la pregunta: ¿por qué te cuesta tanto contestar? ¿Cuando te viene otro señor y te explica algo durante media hora y tú solo asientes, intentando no ser maleducada y notando, a la vez, el matracazo de la voz de gufo, algo que te detiene, que te chilla tú no existes, que te hace ver a la de dentro del cuarto y pensar que ellos (la mano en el pecho: me encantan tus poemas, aunque deberías) son siempre los de fuera? Recuerdas el consejo que te dio otro: tú hablas como una chica: de lo personal; cuando hables como un chico: de lo universal, ya verás lo que consigues.

Cumples 26. El día de tu cumpleaños, justo después de publicar un montón de historias poniendo ES MI CUMPLE ES MI CUMPLE ES MI CUMPLE AJAJJAJA, le dices a una amiga que últimamente sientes que le caes mal a gente que casi no te conoce: la vergüenza baja cada vez más, alguien abrió el horno (tus amigas) (tú) (las autoras a las que lees) (tu abuela alegando sin parar durante un viaje a La Gomera, contándote los cuentos de su juventud y haciéndote entender que ella fue quien te llevó a querer contar historias) (Taylor Swift) y el bizcochón de la inseguridad empezó a escacharse todo. Cuanto más se desinfla (te deshaces de la idea de que teorizar es abstraer) (hablas de ti misma para hablar de cosas que no solo te pasan a ti) (le das voz a tu cuerpo, lo investigas, cuidas su representación) (aprendes que mostrar la duda es más poderoso que esconder para que no pique) (abrazas a la de dentro, descubres que la de fuera era inventada: yo quiero hablar como yo misma), más gente (¡me encantan tus poemas!, pero) a la que le caes mal. Si en el karaoke te hubieras despatarrado en el suelo y hubieras gritado y lo hubieras escupido todo y hubieras cantado como querías cantar y los ojos no te hubieran dicho adáptate y adaptarte no hubiera sido ser universal y ser universal no hubiera sido intentar no ser nadie, te habrían echado, ¿no? Qué niña más ruin: la de fuera era inventada.