Santiago Negrín

Opinión

Un Gobierno... ¿Progresista...?

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“Increíble que un gobierno de izquierdas impida que el dinero que está en los bancos, pueda llegar a la ciudadanía, que se está muriendo económica y sanitariamente”. Así mismo, lo decía ayer en el Congreso la Diputada Ana Oramas, con la que no siempre he coincidido en argumentos y hasta alguna discusión “subidita” hemos tenido. A alguno se le cayó la cara de vergüenza al escucharla.

Su intervención, tras la cual logró que se apoyara una propuesta suya, para instar al Estado para que libere el dinero que está en los bancos, los famosos “remanentes”, dejó otra vez con el trasero al aire al PSOE y a Podemos. Y esa frase que he transcrito literalmente, lo resume todo: ¿Cómo es posible que un Gobierno progresista y de izquierdas, siempre azote de los bancos, pretenda que ese dinero se use para otro fin que no sea para aliviar las penas de la ciudadanía?

¿Es que acaso cree el Gobierno de España que los Ayuntamientos y Cabildos, tienen algún contubernio oscuro, para usar esos recursos con algún fin perverso? Tal vez sea mejor, como dicen, usarlo en inversiones sostenibles, en instalar placas fotovoltaicas, por ejemplo. Ya ves tú...en la despensa cabe estupendamente una de esas placas, solo que no se come.

Ya es la segunda vez (la anterior fue hace dos semanas) que el Gobierno pierde una votación con este tema, y no es apoyado incluso por alguno de sus socios. PSOE Y Podemos, no sabemos por qué, se han quedado solos, defendiendo lo indefendible. Podrán dar mil explicaciones, y excusas elaboradas, pero la mancha queda sobre el papel, y ya van dos borrones feos: un Gobierno de izquierdas en contra de que ayuntamientos, donde incluso gobiernan, usen su dinero para ayudar a su gente, en medio de una crisis sin precedentes.

¿En que otro idioma hay que explicárselo? ¿será que ese dinero no lo pueden soltar porque hay que pagar otros asuntos? Alcaldes y concejales, de municipios pequeños y grandes, ya no saben donde meterse cuando la gente les va a tocar directamente a sus casas. Y es que, en la cálida comodidad de un ministerio alfombrado, nadie va a tocar a la puerta.