La dimisión de Inmaculada Medina ha abierto un paréntesis en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. En ese espacio, entre procedimientos internos y conversaciones discretas, ha emergido un nombre que lleva décadas circulando por los barrios de la ciudad, casi siempre sin flashes: Alexis Javier Rodríguez Suárez, el siguiente en la lista socialista de 2023 para ocupar el acta vacante. Su llegada al pleno, no obstante, sigue pendiente de confirmación y dependerá de los pasos formales que se adopten en las próximas semanas.
Rodríguez, para quienes lo conocen, nunca ha sido solo un trabajador municipal. En su día a día es chófer oficial del Ayuntamiento, actualmente adscrito al concejal José Eduardo Ramírez (Primero Canarias). Durante años ha recorrido la ciudad desde el asiento delantero del coche institucional, escuchando, observando, cruzando barrios, entrando y saliendo de dependencias municipales. Pero su relación con Las Palmas de Gran Canaria viene de mucho antes de ocupar ese puesto.
Costa Ayala
Quienes vivieron en Costa Ayala durante los años más complicados del barrio recuerdan a un Alexis, insistente, terco en el buen sentido: el vecino que llamaba a las puertas que hicieran falta para reclamar mejoras, el que tomaba la palabra en las reuniones cuando otros preferían quedarse al margen. De ese ambiente nació su implicación política: un socialismo de base, construido desde abajo, más atento a los problemas de las familias que a los debates orgánicos.

Esa raíz vecinal sigue presente hoy. Rodríguez es vocal del PSOE en las juntas del Distrito Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya, donde mantiene un contacto estrecho con asociaciones y colectivos. Quienes trabajan con él destacan que, incluso desde el puesto de conductor, no ha dejado de ser “el hombre de los barrios”: el que pregunta, el que se interesa, el que toma nota mental de cada queja.
Lo cotidiano y lo político
Por eso su nombre ha resonado con fuerza desde que Medina anunció su marcha. No porque sea una figura de los pasillos políticos, sino porque encarna un perfil poco habitual en los relevos institucionales: el de un trabajador municipal que conoce la administración desde dentro y, al mismo tiempo, conserva una mirada de ciudadano común. De chofer a posible concejal, de conductor en el asiento delantero del coche oficial a compañero en la bancada del grupo de gobierno.
A falta de que el trámite se resuelva, su historia se mueve en una especie de transición: ni dentro ni fuera, entre su labor diaria al volante y una eventual presencia en el salón de plenos. En ese intermedio, muchos vecinos de los distritos que conoce bien observan con expectación. Para ellos, más allá de la lógica electoral, la pregunta es otra: ¿qué pasa cuando una voz acostumbrada a hablar desde la calle adquiere la posibilidad —si se confirma— de hablar desde el Ayuntamiento?
Sea cual sea el desenlace, la figura de Rodríguez ha puesto un rostro humano a un proceso que suele pasar desapercibido. Una vacante, un siguiente en la lista, un trámite. Pero a veces, detrás de una línea administrativa, hay una vida entera de barrios, de reuniones humildes, de coches oficiales y de convicciones que no necesitan grandes discursos para sostenerse.

