El Paseo Guiniguada, el macroproyecto con el que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria pretende transformar el barranco que atraviesa la ciudad, ha vuelto al centro de la polémica estas semanas. Uno de los estudios finalistas ha impugnado el concurso por falta de transparencia y posibles irregularidades en la adjudicación, un malestar que ya venía gestándose entre la ciudadanía. Desde el principio, vecinos y técnicos han criticado la falta de debate real y la decisión de no recuperar el cauce original del barranco, una antigua aspiración ciudadana. El trasfondo de la polémica va más allá del diseño: muchos se preguntan si la ciudad necesita otro megaproyecto urbano mientras persisten carencias básicas como limpieza, seguridad, movilidad o servicios sociales en sus 122 barrios. El caso recuerda al de la MetroGuagua, con alto coste e impacto dudoso. La desconexión entre las prioridades del ayuntamiento y las necesidades reales de los vecinos amenaza con pasar factura, una advertencia clara de que transformar la ciudad no puede hacerse sin escuchar a su gente.
