Mientras Las Palmas de Gran Canaria sueña con su candidatura a Capital Europea de la Cultura 2031, su tejido de salas de conciertos y espacios autogestionados lucha por sobrevivir en condiciones precarias, con obstáculos burocráticos, presión vecinal y la sensación de estar “desamparados” por la administración municipal.
Así lo denuncian espacios como Buganvilla Studio y Sala Faro, unos de los pocos lugares de la ciudad que intentan ofrecer una programación cultural constante más allá de los macrofestivales. Ante el panorama que dificulta su actividad, reclaman soluciones que faciliten la existencia de un tejido cultural fuerte en la capital.
Pérdida de espacios
“La ciudad se está quedando sin espacios para la música y la cultura. Es algo que viene de lejos, pero tuvo su primer gran golpe con el cierre de la Ruta Playa Viva”, recuerda Nelson Saavedra, músico y cofundador de la Sala Faro, una opinión que respalda Lucas Rousset, de Buganvilla Studio.
Aquella ruta conectaba bares y locales que ofrecían música en directo, creando trabajo estable para decenas de músicos. “Nadie se quedaba sin tocar”, resume Saavedra, que lamenta que el cierre viniera por la combinación de quejas vecinales y la visión de las instituciones de asociar la música en vivo con el ocio nocturno descontrolado.
Presión de vecinos
Hoy, el panorama para quienes intentan mantener viva la música en directo, así como otros formatos artísticos, en la ciudad es el de la precariedad absoluta. “Yo mismo, como músico, me encontré sin ningún sitio donde tocar y por eso monté mi propio espacio”, cuenta Saavedra.
Pero incluso así, relata, la incertidumbre es constante: “Puedes tener todos los papeles, permisos, licencias… y aun así no sabes si la policía se te va a plantar en la puerta porque llamó un vecino. Es insostenible”.
Esta historia la han vivido en Buganvilla Studio múltiples veces, y se ha repetido esta última semana, por lo que se han visto obligados a modificar su programación debido a las quejas de los vecinos por la música, a pesar de respetar el horario, el volumen y el aforo.
Macrofestivales
Para ambos gestores culturales, uno de los principales problemas es la apuesta del Ayuntamiento por los festivales grandes. Según denuncia Rousset, se promueven eventos en espacios públicos — en los que se fomenta el consumo de alcohol, ante la hipocresía de la institución —, mientras se ponen todo tipo de trabas a iniciativas más pequeñas y autogestionadas.
Para Rousset, la contradicción institucional es sangrante. “Ellos se llevan el privilegio de los festivales masivos, pero a los demás no nos dejan ni organizarnos. No pedimos dinero ni subvenciones, solo poder trabajar y hacer cultura”.
“Mata el tejido cultural”
Este modelo cultural de grandes festivales perjudica a los artistas locales, pues muchos de ellos con propuestas experimentales o emergentes no tienen cabida en el circuito de festivales comerciales, expone el cofundador de Sala Faro. O, si aparecen en un evento del estilo, es “a través de un concurso o en letra pequeña”, añade el de Buganvilla Studio.
El cierre de estos espacios culturales ante la poca ayuda que reciben para mantenerse “mata el tejido cultural”, en palabras de Saavedra, y provoca que “los músicos que se tenga que ir fuera porque aquí no hay sitio donde tocar”, según Rousset, quien indica que “el problema es el espacio: lo tenemos todo —equipos, bandas, público— menos el lugar donde hacerlo”.
Propuestas de soluciones
El resultado de todo ello, lamentan, es una ciudad cada vez más monótona, con menos espacios para la creación y la diversidad musical. “Estamos convirtiendo Las Palmas en una ciudad dormitorio. Hay que educar en que la música en directo es cultura, no solo fiesta y alcohol”, insiste Saavedra.
Para este gestor cultural, la clave estaría en un diálogo real con la administración, además de una normativa clara y justa que proteja los espacios alternativos con condiciones realistas: horarios definidos que permitan actividad cultural sin conflictos con el descanso vecinal, aforos claros, límites de ruido bien establecidos. “Lo que no puede ser es que cumplas las normas y aun así te cierren el evento porque alguien llamó a las ocho de la tarde”, insiste.
Colectivo de asociaciones
Rousset, además, apunta que es necesaria la figura de un representante legítimo en el Ayuntamiento que “sepa cómo funcionamos, cómo funciona la calle y la gente, y que promueva hacer eventos, actos culturales y sociales más allá de nuestros propios espacios de forma privada”.
Como respuesta a esta situación, distintas salas y asociaciones culturales de la ciudad están preparando una mesa redonda para el mes de agosto, con la idea de compartir experiencias y articular un frente común para defender el sector en Las Palmas de Gran Canaria.
