Antonio González Viéitez consiguió ver cómo uno de sus sueños se hacía realidad: tener un Gobierno de Canarias después de años bajo la oscuridad y el terror que marcaron el franquismo. Ahora, cuando se cumplen 50 años de la muerte del dictador, echa la vista atrás para recordar cómo vivió aquel 20 de noviembre de 1975. El día donde todo cambió.
Era un periodo donde España entera estaba en vilo. El ansia de muchos por respirar la libertad crecía a un ritmo acelerado y él jamás olvidará dónde estaba cuando supo que Franco había fallecido. “Tuvimos la suerte de enterarnos en plena reunión de la Junta Democrática de Canarias”, afirma. Un capricho del destino que hizo aún más especial el momento.
Lograr la democracia
Nada más recibir la noticia, sacaron una botella de champán, brindaron y empezaron a pensar en la nueva era que estaba a punto de llegar. “No estábamos celebrando una muerte, sino la entrada en un escenario absolutamente distinto al anterior”, aclara. Su prioridad era muy clara: lograr la democracia y una sociedad justa tras décadas de “una dictadura sanguinaria”.
Nadie mejor que él sabe lo que supuso la represión. Nació en 1940 —nada más acabar la Guerra Civil— y su juventud, como la de tantas personas, estuvo marcada por un régimen que perseguía a quienes pensaban distinto. González Viéitez, además, estuvo al frente del Partido Comunista (PC) en la clandestinidad y tuvo que sortear muchos obstáculos.

Trayectoria
Vivió en Madrid entre 1957 y 1968, alrededor de una década donde se licenció tanto en Derecho como en Económicas. Asimismo, en el año 1965 empezó a trabajar en el Ministerio de Trabajo. Tras volver a Gran Canaria trabajó como director del Centro de Investigación Económica y Social hasta 1972, cuando fue expulsado por razones políticas.
Una vez en la isla, se dedicó a la docencia desde 1969 en el ámbito universitario. También tuvo su carrera política durante la democracia que tanto quiso como diputado en el Parlamento autonómico durante tres legislaturas (1988 - 1996) y como consejero de Política Territorial del Gobierno regional durante su último año como miembro de la cámara.

"Un punto de inflexión"
Relata que cuando murió Franco tenían reuniones diarias en la Junta Democrática de Canarias. Eran encuentros a los que asistían dirigentes de la época como Carlos Bosch, José Joaquín Díaz Aguilar o Manolo Bermejo. “Pensábamos que era un punto de inflexión en el que iban a desencadenarse cuestiones que estaban un poco empantanadas”, narra.
“Pero que en ese momento”, prosigue, “tal vez pudieran comenzar a tirar con más potencia y así ocurrió”. A la pregunta de cuáles eran esos objetivos, González Viéitez responde tajante: “Nada más y nada menos que las libertades democráticas, un Gobierno de Canarias y una sociedad justa”. “El conjunto de los pueblos de España conquistamos la democracia”, dice.

Canarias unida
Pone en valor la creación del Gobierno de Canarias porque antes la institución no existía. “Era un desideratum, había islas, cabildos y provincias. Conseguimos arrinconar a las provincias y que apareciera el conjunto del Archipiélago como un auténtico ente”, desarrolla. En definitiva, consiguió ser testigo de la comunidad autónoma unida que siempre deseó.
Cuando se enteró de que el dictador había muerto, tenía una expectativa para el país por encima de cualquier otra: “Sencillamente la democracia”. “Cualquiera de nosotros tiene un montón de heridas que no es cuestión de enseñarlas, pero la imagen de que era una sociedad tranquila, pacífica y buenista no es cierta en absoluto”, asegura.
Los jóvenes
Lamenta que en la actualidad haya gente cuestionándolo y que se atrevan a cambiar la historia. “Muchos en nuestro país, especialmente los jóvenes, piensan que con Franco se vivía mejor y quienes lo vivimos tenemos que explicar que eso es una auténtica falacia y que es, sobre todo, una vulneración de la verdad. Verdad solo existe una”, subraya.
González Viéitez asegura que aunque no se cumplieron todas las expectativas que se habían generado tras la muerte del dictador, sí lograron otras conquistas sociales como las pensiones “fruto de una batalla campal”. “Los servicios públicos en este país no vinieron caídos del cielo y no son eternos”, apostilla.
“Los derechos, exactamente igual que se conquistaron, se pueden perder. Todavía está por ver si la generación actual es capaz de pelear por sus pensiones como hicimos nosotros. No son un privilegio, sino que es fruto de una lucha de toda una generación. De todos los pueblos de España que conquistamos lo que significa una vida relativamente digna”, reflexiona.