El 20 de noviembre de 1975 fue un día muy esperado por gran parte de la población. Entre ellas, Isabel Suárez, una de las pioneras del feminismo en Canarias, que explica que, a diferencia de lo pueda parecer desde el presente, el cansancio social hacia la dictadura era evidente.
Suárez relata que “la población ya estaba harta y deseando que se muriera Franco”, salvo quienes habían vivido “a costa de” la propia dictadura. Para ella y su entorno, lo habitual era tener una botella de cava preparada en la nevera “esperando el momento”. Y ese momento llegó y todo cambió, aunque todavía queda mucho camino por recorrer, según la también catedrática.
El día que cambió todo
El día de la gran noticia, la pilló en casa con sus dos hijos pequeños. Recuerda cómo “Arias Navarro apareció en televisión para decir ese famoso ‘Españoles…Franco ha muerto”, mientras su marido, periodista, salía corriendo hacia la redacción para cubrir una jornada histórica.
Ella confiesa que lo que dominaba el ambiente no era tanto el miedo como la ilusión por un futuro distinto: “Por lo menos este ya falleció; ahora tenemos esperanza de que la cosa realmente cambie.”
La incertidumbre, no obstante, existía. El control del ejército, la policía y la censura seguía presente y nadie sabía cómo sería la reacción inmediata. “En ese momento no existía internet ni la libertad de prensa, lo único que teníamos era la radio”, cuenta, a la vez que recalca como ese miedo que permanecía en el cuerpo de la población se intensificó con el intento del golpe de estado de 1981. Aquello sí la sorprendió sin saber qué esperar: “Ahí ya nos cogió a todos… era algo nuevo, desconocido.”
La democracia
Para Suárez, la democracia llegó “gracias a las movilizaciones sociales que había, que eran continuas”, “no como dice el emérito ahora, que se atribuye el logro”. Recuerda especialmente la legalización del Partido Comunista en 1977 y el papel decisivo de Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Gutiérrez Mellado.
En el ámbito del feminismo, el año 1975 fue clave. Más allá de la muerte del dictador, la ONU declaró ese año como Año Internacional de la Mujer, lo que permitió que los primeros movimientos feministas españoles se manifestaran sin una represión inmediata. “Resultaba feo que el régimen persiguiera a los movimientos de mujeres justo ese año”, explica. Eso abrió una grieta en la que grupos como la Asociación de Mujeres Canarias, donde ella militaba, que fue el primero en organizarse en las Islas en 1976.
Primeros pasos del feminismo
Suárez cuenta que para reunirse tenían que pedir permiso al Gobierno Civil y, en el caso de las mujeres, además, a la Sección Femenina. Recuerda incluso haber llevado a una parienta conservadora para convencer a Blanca Naranjo, responsable del organismo en Canarias, de que las dejara reunirse. En aquel momento se decidieron por el nombre de ‘Asociación de Mujeres’ porque “otros nombres podían sonar muy fuertes”.
Luego se crearon la Organización Democrática de las Mujeres y el Frente de Liberación de las Mujeres. Y en 1981, los tres grupos se conformaron en uno, dando lugar a la Coordinadora Feminista.
Ser mujer en aquel entonces
La activista y escritora insiste en que desde la actualidad cuesta imaginar el nivel de control al que estaba sometida la ciudadanía y, sobre todo, las mujeres durante la dictadura. Repasa una lista que hoy suena casi irreal: la imposibilidad de divorciarse, la penalización del adulterio femenino, la obligación de pedir permiso al marido para trabajar o abandonar el domicilio, o la ausencia total de protección ante la violencia.
Con la llegada de la democracia, muchas reivindicaciones tardaron décadas en convertirse en derechos, indica. Es el caso del Instituto de la Mujer estatal, que no se creó hasta 1984, y Canarias fue la última comunidad autónoma en tener uno propio, en 1994.
Así como el reconocimiento de la violencia machista, que ni siquiera comenzó a debatirse en serio hasta finales de los años noventa, “con el asesinato de Ana Orantes a manos de su marido después de que ella apareciera en televisión contando todo el maltrato que vivió. Eso conmocionó al país”.
Derechos en riesgo
Suárez reconoce que España es hoy uno de los países con mayor presencia femenina en la vida política, y destaca avances como el divorcio, la igualdad jurídica y la ampliación de derechos reproductivos. Pero también insiste en que la igualdad sigue siendo vulnerable: allí donde han gobernado PP y Vox, denuncia, “lo primero que han hecho es suprimir institutos de la mujer y quitar subvenciones a los colectivos”.
Es por ello que le preocupa el auge de la extrema derecha y la simpatía que algunos jóvenes muestran hacia discursos que reivindican el franquismo. Lo atribuye, en gran parte, a la falta de educación, así como a que “las fuerzas políticas se han olvidado de la gente joven”. “La juventud no tiene ni idea y lo único que se resalta de Franco es que hizo pantanos”, afirma con ironía.
Para ella, este problema de educación e información viene desde atrás. Durante la dictadura no se enseñaba la historia reciente y que, después de la Transición, se prefirió el silencio. Ese vacío es, para ella, determinante: “No se ha hecho una labor de educación de la población.”
No bajar la guardia
Aun así, no renuncia a seguir defendiendo los derechos conquistados porque son “frágiles” y los retrocesos cuando llegan, son inmediatos. En este sentido, mira a la juventud con una mezcla de inquietud y confianza, a la espera de que sean ellos y ellas quienes den el siguiente paso: “Los de mi generación ya no podemos hacer más. Podemos denunciar, apoyar…pero es la gente joven quien tiene que actuar”.
En su memoria, aquel 20 de noviembre de 1975 continúa siendo el día en que cayó un régimen, pero no necesariamente la mentalidad que lo sostuvo. La esperanza entonces, dice, era inmensa, aunque las garantías fueran nulas. Medio siglo después, mantiene la misma advertencia: la democracia avanza, sí, pero solo si nadie baja la guardia.
