La política, como la ciencia, no se gana en carreras de velocidad, sino en maratones de resistencia. Y si alguien encarna esa idea en Canarias es José Segura Clavell, actual director de Casa África, que a sus 81 años sigue levantándose de madrugada varias veces por semana para salir a las cinco de la mañana desde su casa —en el sur de Tenerife— y cruzar en barco hasta Las Palmas de Gran Canaria. En medio del Atlántico, entre carpetas y documentos, continúa una vida entera dedicada al servicio público, marcada por la constancia, el rigor académico y un carácter incómodo para los poderosos.
Ese detalle es uno más en la carrera de un militante socialista que ha ha huido de etiquetas —ni felipista, ni guerrista, ni borrelista, ni sanchista—, pero que ha intentado siempre ser fiel al compromiso adquirido con los ciudadanos desde la socialdemocracia como base para construir en comunidad. Ha sido casi de todo en la política local y nacional —alcalde, presidente del Cabildo, diputado, senador, delegado del Gobierno—, pero en su partido, sobre todo, además de su capacidad de trabajo también subrayan su olfato para apostar por los candidatos a secretario general del PSOE.
Bono y Zapatero
En el año 2000, las primarias socialistas enfrentaron a José Bono, el barón manchego, contra un desconocido diputado leonés: José Luis Rodríguez Zapatero. La victoria fue por apenas nueve votos, y entre ellos estuvo el de José Segura. Zapatero, que había viajado a Tenerife en busca de apoyos, pasó la noche en la casa de Segura.
En un momento inicial, con Zapatero entrando en el hogar de los Segura, alguien comentó como advertencia “Bono está en la cocina”. El leonés se paralizó: en un momento en el que muchos militantes apostaban por una candidatura conjunta, llegó a pensar que había caído en una trampa. El misterio se resolvió rápido: Bono era un setter irlandés llamado como el cantante de U2, mascota de la familia Segura. El sobresalto se convirtió en anécdota y el leonés nunca olvidó aquel gesto de hospitalidad. El canario había sido decisivo en la elección que lo catapultaría a la presidencia del Gobierno.
Una maleta de cartón
Segura nació en Barcelona, hijo de un padre canario de La Aldea de San Nicolás y de una madre catalana. Llegó con cinco años a Canarias, acompañado de su abuela, que traía una maleta de cartón cerrada con una cuerda. Durante años se preguntó qué contenía. Un día, de niño curioso, cortó la cuerda y descubrió dentro ejemplares de La Vanguardia de la II República.
A los ocho años, entre esas páginas, se topó con un universo que marcaría su visión política: la existencia de la Generalitat de Cataluña, la figura de Lluís Companys, los movimientos anarquistas y las tensiones entre Madrid y Barcelona tras la declaración de la República Catalana en el 34. Creció sin estar intoxicado contra nada ni nadie, hablando catalán y español, y cantando desde Esta noche no alumbra hasta Baixant de la font del gat.
Arias Navarro
La infancia de Segura guarda otra anécdota reveladora. Su padre fue chófer de Carlos Arias Navarro, gobernador civil de Santa Cruz de Tenerife y más tarde presidente del Gobierno durante la dictadura franquista. Como premio por aprobar el ingreso en el bachillerato, su padre pidió a Arias que permitiera al niño acompañarlos en coche oficial. Este accedió.
En el regreso desde el Puerto de la Cruz, Arias le regaló un duro de plata. Con esas cinco pesetas alquiló una bicicleta —con la que subió a Mesa Mota— en el taller de Morales, invitó al cine a su madre y a su hermana y todavía le sobró dinero. Esa imagen, sencilla y entrañable, resume la mezcla de austeridad y sentido familiar que siempre le acompañó.
Químico político
Doctor en Ciencias Químicas, catedrático de Termodinámica en la Escuela Oficial de Náutica de Tenerife y profesor titular de Física Aplicada en la Universidad de La Laguna, Segura trasladó la disciplina del laboratorio a la arena política. Su meticulosidad lo convirtió en un referente del PSOE canario, siempre preparado, con los informes subrayados y las mociones anotadas al detalle.
Pero su entrada en política no estuvo marcada por la complacencia, sino por los choques con los poderes fácticos. En 1991, José Segura se convirtió en alcalde de San Cristóbal de La Laguna. Su gestión fue breve —apenas dos años— pero intensa. Se negó a ceder ante empresarios especuladores del suelo y a aquellos que incumplían convenios urbanísticos. Ese pulso con el poder económico le costó caro: una moción de censura lo desalojó de la alcaldía.
Ese episodio marcó un estilo que lo acompañaría siempre: la convicción de que la política no es un juego de favores, sino un espacio para defender principios, aunque ello signifique quedarse solo.
Logros poco conocidos
A lo largo de su trayectoria como diputado, senador y delegado del Gobierno en Canarias, Segura impulsó iniciativas de gran calado, muchas veces discretas para el gran público pero trascendentales en lo económico y lo legislativo:
— El registro de buques en Canarias. Hoy hay más de 300 buques registrados en las Islas con una medida que evitó que las compañías matricularan sus naves en Panamá, Chipre o Liberia. El REF, además, otorga a sus armadores beneficios fiscales por registrarse en el Archipiélago.
— La doctrina Segura en aviación. En 1992 logró que las Cortes obligaran al Ejecutivo a firmar convenios bilaterales con todos los países del mundo. El país superó así una barrera histórica que limitaba a nuestro sector aéreo. Manolo Panadero llegó a afirmar que en los foros internacionales llamaban a eso la doctrina Segura”.
— Un legislador hiperactivo. En su última legislatura en el Congreso de los Diputados fue ponente en 42 leyes, entre ellas la del sector eléctrico, la del gas, la de metrología y la de navegación marítima, con 525 artículos”.
El hombre de los memorándums
Entre 2004 y 2008, como delegado del Gobierno en Canarias, Segura afrontó la primera gran crisis migratoria, con la llegada masiva de cayucos desde África. En ese periodo llegaron a las Islas hasta 80.000 personas procedentes, en su mayoría, del Magreb y del Sahel.
Fue crítico con su propio Ejecutivo. Mandaba memorándums semanales a Madrid denunciando el abandono que sufría Canarias. “Nos hemos quedado solos”, repetía. Su rigor le ganó tensiones con ministros como Jesús Caldera, pero también respeto entre quienes lo veían defender los intereses de las islas sin cálculos partidistas.
El hombre que madruga para África
Hoy, con más de ocho décadas de vida, sigue al frente de Casa África. Su rutina comienza a las cinco de la mañana, con viaje en barco desde Tenerife a Las Palmas, donde combina reuniones diplomáticas, proyectos culturales y planes de cooperación. Para Segura, Canarias no es frontera, sino puente con África.
De Barcelona a La Laguna, de Zapatero al REF, del registro de buques a la crisis migratoria, José Segura Clavell —padre de tres hijos con Marina— ha hecho política como vivió la ciencia: con paciencia, método y resistencia. Un socialista leal pero incómodo, un académico convertido en político, un hombre que aún hoy madruga para cruzar el mar y seguir construyendo puentes entre continentes.
La suya es la historia de un político que nunca se rindió al poder, que fue desalojado por no ceder ante la especulación y que, desde la discreción, cambió para siempre capítulos clave de la historia de Canarias y de España.
