Hay dolores que se clavan con la agudeza de una aguja y se desvanecen con el paso de las horas. Y hay otros, más sutiles, más persistentes, que se instalan en el cuerpo como una sombra constante. El dolor crónico no pide permiso para entrar, y una vez que lo hace, se convierte en huésped incómodo, imprevisible, intransigente. No es una señal útil del cuerpo, como lo es el dolor agudo, que advierte de una lesión, una fractura, una herida. El dolor crónico es, en sí mismo, la enfermedad.
El dolor crónico, también denominado dolor persistente, es una condición compleja que afecta profundamente la calidad de vida de quienes lo padecen. Es una patología que se mantiene más allá del tiempo habitual de curación y, en muchos casos, se convierte en una enfermedad en sí misma. Es decir, deja de ser un síntoma y pasa a ser el problema principal.
Este tipo de dolor puede fluctuar en intensidad y, en ocasiones, desencadenar episodios de reagudización en los que se vuelve incontrolable, incluso para pacientes que siguen tratamientos farmacológicos habituales. La persona que lo padece no solo se duele: también se cansa, se frustra, se pierde en un laberinto de especialistas, diagnósticos y tratamientos que muchas veces no consiguen doblegarlo.
Un impacto que va más allá de lo físico
El dolor crónico tiene un carácter multidimensional. No solo afecta el cuerpo, sino que interfiere en todos los aspectos de la vida del paciente. La ansiedad, la depresión, las contracturas musculares y el aislamiento social son algunas de sus consecuencias más frecuentes. Su influencia en la esfera laboral, familiar y social puede ser devastadora, lo que convierte su tratamiento en una prioridad sanitaria.
“Si no se trata a tiempo, el sistema nervioso se hipersensibiliza, y la patología se vuelve mucho más difícil de manejar”, advierte el doctor Jesús de Santiago, especialista en las Unidades del Dolor de Quirónsalud Tenerife, Costa Adeje y Vida, para destacar la importancia de abordar este tipo de dolor cuanto antes. De otro modo, cuanto más tiempo se conviva con el dolor sin un tratamiento adecuado, más complejo se vuelve su control.
Un enfoque multidisciplinar es clave
El tratamiento del dolor crónico debe ir más allá del uso de analgésicos. El abordaje eficaz incluye terapia física y psicológica, así como técnicas intervencionistas específicas. “Estas técnicas, guiadas por ecografía o radiología, permiten localizar con precisión el origen del dolor y actuar directamente sobre él”, explica el especialista. Esta precisión terapéutica es vital para ofrecer alivio real a quienes llevan años conviviendo con el dolor.
Además, el doctor De Santiago subraya que el dolor crónico se define clínicamente como aquel que persiste más allá de los tres meses. “Una vez que cruza ese umbral temporal, requiere un tratamiento especializado que considere no solo el componente físico, sino también el emocional y social del paciente”, señala.
La necesidad de una mayor conciencia
En muchos casos, el dolor crónico es invisibilizado o minimizado, tanto por el entorno como incluso por el propio sistema sanitario. Esta falta de reconocimiento puede llevar a que los pacientes se sientan incomprendidos o desatendidos. Por eso, es esencial seguir generando conciencia sobre esta condición y fomentar una cultura del cuidado integral y precoz.
Esta patología no debe ser aceptada como una parte inevitable de la vida. Con un diagnóstico temprano, una atención especializada y un enfoque multidisciplinar, es posible mejorar significativamente la calidad de vida de quienes lo padecen. La clave está en no ignorarlo y actuar a tiempo.