La moda al ritmo de las mujeres más exigentes

Día, tarde y noche, Zapper era el punto de encuentro. Las mujeres más elegantes paseaban por allí en busca de la pieza perfecta, de aquella prenda que hiciera de su estilismo algo muy especial. Ninguna ponía en duda que en las citas sociales más esperadas nadie coincidiría con ellas. Inés se habría ocupado de saber ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde? y ¿por qué? Era lo normal cuando se apostaba por esas marcas y firmas de los ochenta y noventa con la exclusividad que estaba a pie de calle, de la calle del Pilar. Sin embargo ¿qué pasaba con lo que hoy conocemos como “street style”? Las mujeres que se preocupaban de sus estilismos a diario sabían que estaban perfectamente asesoradas.

Mientras esas señoras opinaban, socializaban y se probaban, rondaba por allí la pequeña Inesita. Una relaciones públicas nata, con una capacidad de observar sin darse cuenta de lo que estaba mirando al mismo tiempo que lo retenía en su veloz cerebro. Captaba con una sola mirada lo que le interesaba a unas y otras, en su retina se quedó el gesto de su madre estirando su delgado brazo hasta descolgar la prenda perfecta, abrir la caja del calzado del momento o seleccionar el complemento concreto.

En un momento todo empieza a cambiar; las clientas no quieren que nadie vea, que nadie toque, que nadie sepa… La habilidad y la intuición de madre e hija les lleva a desmarcarse de la venta de moda al uso, saben que el concepto es otro; lo que se demanda ahora no es lo mismo; su público lo que quiere es único.

Zapper se desplaza de “la calle de las tiendas” a una plaza con encanto, recogida, discreta, sugerente… Al mismo tiempo deja de ser una tienda, deja de tener la puerta abierta al alcance del cliente anónimo, empieza a entender su espacio como una compra personalizada, una elección concreta para la clienta en cuestión con sus circunstancias, sus miedos, sus valores y su forma de vivir. Zapper evoluciona al mismo ritmo que lo hacen las clientas más exigentes.