Alrededor de la vida

"Saldré a caminar y a contar lo que veo, lo que sueño y lo que intuyo"

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Santiago Gil, amante de la literatura, ve en Las Canteras su inspiración de vida. / AH
Santiago Gil, amante de la literatura, ve en Las Canteras su inspiración de vida. / AH

Vuelvo a la senda del periódico. Nunca me he ido. He trabajado en distintos medios en los que me he asomado a la vida a lo largo de los últimos treinta años. Cuando comencé en Diario de Las Palmas, quería escribir columnas de opinión literarias; pero los redactores, cuando escribían opinión, lo hacían sobre los temas de su sección. Fue el azar el que abrió la puerta, como sucede casi siempre con los deseos. Asistí un día a una representación teatral de Juan Echanove que recreaba algunas de las ficciones de Borges. Recuerdo que me impresionó el monólogo de Funes el memorioso. Echanove supo ser Funes durante un rato y yo llegué la Redacción y se me cruzó aquel maravilloso relato que había leído varias veces en la crónica. Recuerdo el título de la obra y de mi primera columna: Alrededor de Borges. Dejé el texto maquetado como noticia y al día siguiente, cuando salió el Diario, me encontré una columna de opinión con mi nombre. Las correctoras, Soraya y Azucena, y el director, Santiago Betancort Brito, vieron que aquella crónica navegaba inevitablemente hacia lo literario y decidieron abrir la Tercera del Diario con el formato de Opinión. Mis compañeros se acercaban y me preguntaban si me había pasado a lo intelectual y lo literario, como si ese salto me sacara de repente del periodismo más aséptico y conspicuo. Yo no había publicado ningún libro y sólo un par de compañeros sabían de mis búsquedas novelescas. Hasta entonces, no me atrevía a escribir columnas como las que quería, hablando de lo divino y de lo humano, para que no me dejaran de considerar el periodista riguroso y certero que uno aspiraba a ser. A partir de aquel día, y del guiño de mi admirado Santiago Betancort, ya empecé con la escritura de una columna que en estas tres décadas ha ido encontrando acomodo en distintos periódicos en los que he tenido la suerte de escribir lo que quería cuando llegué al periodismo, porque yo llegué al periodismo de la mano la literatura y al final, claro, la cabra siempre tira para el monte del destino marcado. 

Hoy comienzo esta nueva sección en Atántico Hoy, entre la columna y la crónica, buscando nuevos horizontes y dejando que la sección se vaya acomodando a la vida. Le agradezco a Martín Alonso la llamada. Cuando nos reunimos, Martín me dio libertad absoluta para plantear la sección y para que escribiera de lo que quisiera. Le dije que me gustaría cruzar al periodista con el escritor y que podríamos plantear una especie de crónicas urbanas con una mirada poética; pero luego me di cuenta de que con lo urbano no podría escribir sobre Tejeda, Agaete o Tamadaba, así que abrimos el abanico un poco más y dejamos que fueran las palabras, estas palabras, las que marcaran el destino de este viaje. Siempre he querido seguir la senda de Baudelaire en el Spleen de París, o la de la Azorín cuando callejeaba por Madrid, o la de aquellas maravillas que escribía Alonso Quesada cuando salía a las calles de Las Palmas y hablaba consigo mismo y con sus soledades contando todo lo que veía. 

Esta primera entrega ni siquiera tiene título mientras la voy escribiendo. Saldré a caminar y a contar lo que veo, lo que sueño y lo que intuyo. Siempre estaré en manos del periodismo porque permite empezar cada día como lo que realmente es cada nuevo día: una aventura que uno tiene que seguir contando y eso, para los que somos incensantes buscadores de nuevas emociones y nuevos retos, es un regalo que jamás aburre porque nunca hay dos sucesos iguales: habiendo seres humanos que contar, ninguna noticia será siempre la misma.  

Pero luego está lo que se sueña o se intuye, y ahí es donde aparece la literatura, para que uno pueda salir de la verdad y cambiar o retocar todo aquello que mira. Cuando termine estas palabras, tendré que buscar el título. También tengo que elegir una foto que ilustre esta primera crónica virtual. Me decantaré por alguna de las muchas que voy sacando en ese milagro costero y urbano que es la playa de Las Canteras, probablemente el lugar en el que más tiempo he paseado a lo largo de mi vida. Esto lo escribo ahora y me doy cuenta de que es cierto, de que durante muchos años mi camino en Gran Canaria me lleva siempre a la arena de esa playa en la que, como en la literatura y en el periodismo, todo cambia cada día aunque parezca que no ha cambiado nada. Este texto, por ejemplo, al que le he dado tantas vueltas antes de escribirlo, probablememte fue dictado por el sonido incesante de las olas de Las Canteras cuando paseo o me siento con la mirada perdida buscando respuestas y argumentos para seguir contando. Esta es una nueva orilla en la que seguir escribiendo palabras en la arena de los días. Lo haremos cada semana, y nunca sabremos el argumento hasta que no se escriba. No se trata de detener el tiempo, porque eso es imposible; pero sí que hay que intentar siempre detener al olvido.